Perros sueltos
por Roberto Merino
Diario Las Últimas Noticias, lunes 8 de agosto de 2011
Me parece que el despelote general
que se dio el jueves pasado en Santiago
no obedece -como se ha afirmado-
a una especie de nueva conciencia ciudadana,
sino más bien a lo contrario, a lo que podríamos llamar
el inconsciente colectivo de todas las épocas.
Pienso que el motivo de fondo del zafarrancho estudiantil
es el aburrimiento de la vida regular, pasmosa y rutinaria,
lenta en su falta de expectativas y falta de "relato".
Cíclicamente se impone
la necesidad de un sacudimiento masivo
no muy distinto del baile de san Vito.
En el siglo XIX, por un urgente afán modernizador,
las autoridades eliminaron los carnavales anuales santiaguinos
tal como objetaron la práctica de la chueca,
que propiciaba a su entender las supersticiones
y los excesos alcohólicos de los indígenas.
Nunca más hubo circunstancias sociales como ésas,
en las cuales se liberaban por unas cuantas horas
la tensión de las jerarquías.
Las posteriores fiestas de la primavera
y clásicos universitarios fueron una versión
muy edulcorada y blanqueada de cualquier cosa
que se pareciera a una saturnal.
Cuando recordamos cómo eran estas instancias
tan añoradas por los nostálgicos,
no podemos sino esbozar una sonrisa de desdén:
alegorías, coreografías, disfraces,
todo ello muy inocuo, muy nerd
y totalmente del gusto de profesores,
tutores y orientadores.
Es decir: diversión sana, lo que es
casi una contradicción en los términos.
Los hechos tumultuosos del "jueves negro"
rindieron una secuencia
de imágenes hipnóticas en la televisión.
Fue como para quedarse todo el día
conectado a los informativos
y a las cámaras de la Unidad Oficial
de Control del Tránsito de Carabineros
apreciando conatos, enfrentamientos,
humo, agua, piedras, palos, devastación.
Los piquetes de policías a caballo
de repente parecían una dramática escena de Ucello.
Y los perros: los perros intrusos de siempre,
que no se sabe de dónde aparecen pero que
no faltan en las explosiones sociales chilenas.
Cuando pasan este tipo de imágenes en el extranjero
siempre tratan de explicar que en nuestras ciudades
es habitual la presencia de perros sin dueños.
No acierto a explicarme, salvo de manera simbólica
esta asiduidad perruna a las debacles históricas nacionales.
Revisen fotos del golpe de Estado
y de cualquier alteración del orden
más o menos famosa: garantizo
que hallarán en muchas de ellas
la ominosa figura de un perro
corriendo entre guardaespaldas y fotógrafos,
o simplemente sapeando desde una esquina.
Los estudiantes dándole un ultimátum al gobierno
es un gesto carnavalesco, porque lo regular es que
sea la autoridad quien pueda echar mano
al recurso del ultimátum.
Las absurdas maratones en torno a La Moneda
y los bailes callejeros tipo Michael Jackson
indican que aquí, más allá de cualquier reivindicación,
hay ganas de "revolverla", aunque de un modo muy radical.
Yo me acuerdo que aún en el 83
-cuando la situación era mil veces más crítica que ahora-
se expresaba en los manifestantes
una tendencia a la chacota violenta.
Cuando los carabineros apostados frente al Pedagógico
pasaban mucho rato inactivos, los jóvenes de entonces
gritaban a coro: "¡Queremos represión, queremos represión!".
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