La actividad de enseñar fue para Jesús
la misión central de su vida pública.
Pero la predicación de Jesús era muy distinta
a la de los otros maestros y esto hacía que
la gente se extrañara y se admirara.
Ciertamente, aunque el Señor no había estudiado (cf. Jn 7,15),
desconcertaba con sus enseñanzas, porque «hablaba con autoridad» (Lc 4,32).
Su estilo de hablar tenía la autoridad de quien se sabe el “Santo de Dios”.
Precisamente, aquella autoridad de su hablar
Precisamente, aquella autoridad de su hablar
era lo que daba fuerza a su lenguaje.
Utilizaba imágenes vivas y concretas,
sin silogismos ni definiciones;
palabras e imágenes que extraía
de la misma naturaleza
cuando no de la Sagrada Escritura.
No hay duda de que Jesús era buen observador,
hombre cercano a las situaciones humanas:
al mismo tiempo que le vemos enseñando,
también lo contemplamos
cerca de las gentes haciéndoles el bien
(con curaciones de enfermedades,
con expulsiones de demonios, etc.).
Leía en el libro de la vida
de cada día experiencias
que le servían después para enseñar.
Aunque este material
era tan elemental y “rudimentario”,
la palabra del Señor era siempre profunda,
inquietante, radicalmente nueva, definitiva.
La cosa más grande del hablar de Jesucristo
La cosa más grande del hablar de Jesucristo
era el compaginar la autoridad divina
con la más increíble sencillez humana.
Autoridad y sencillez eran posibles en Jesús
gracias al conocimiento que tenía del Padre
y su relación de amorosa obediencia con Él (cf. Mt 11,25-27).
Es esta relación con el Padre
lo que explica la armonía única
entre la grandeza y la humildad.
La autoridad de su hablar
no se ajustaba a los parámetros humanos;
no había competencia,
ni intereses personales o afán de lucirse.
Era una autoridad que se manifestaba
tanto en la sublimidad de la palabra o de la acción
como en la humildad y sencillez.
No hubo en sus labios
ni la alabanza personal,
ni la altivez, ni gritos.
Mansedumbre, dulzura,
comprensión, paz, serenidad,
misericordia, verdad, luz, justicia...
fueron el aroma que rodeaba
la autoridad de sus enseñanzas.
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