Haciendo camino al andar...por AC

Caminar me cansa menos que estar parado
e incluso que estar sentado mucho rato.

Tal vez tenga que ver con 
que mantener la posición erguida;
la famosa postura, tanto para estar de pie o sentado
requiere de un cierto esfuerzo y disciplina
y la condición misma de estar parado o sentado
se da en un equilibrio inestable.

Quizá, caminar no sea otra cosa que caer hacia adelante
y eso hace todo más sencillo, porque cada vez
que uno está por caer da un paso y se sostiene
hasta el siguiente.

Eduardo Galeano hablando del horizonte,
decía que si uno camina hacia él,
éste se desplaza. Entonces se preguntaba,
¿para qué sirve?  Para caminar.

Es la forma que tenemos de avanzar
aunque no sepamos exactamente 
con lo que nos iremos a encontrar.

Por eso cuando hablo (o escribo) acerca de caminar
no me refiero a la acción de desplazarse
con el objeto de dirigirse a un determinado lugar a pie,
sino me estoy refiriendo más bien al deambular, 
el caminar sin rumbo, para descubrir una ciudad
al ritmo de peatón y reparar en cosas que no se perciben
arriba de cualquier tipo de vehículo motorizado.

Está claro que soy un vago de corazón.

Leonardo Sanhueza una vez hizo la observación
todo estuviera predeterminado, la vida sería una estafa.
Y el científico Jorge Wagensberg apuntó por ahí que 
la incertidumbre era condición necesaria para la felicidad.

Alguien más, escribió por ahí 
que las ciudades están como están
porque los arquitectos no caminan.

Yo no sería tan drástico
en cargarle la mano a los arquitectos,
no sólo porque hay una proporción
importante de mis más queridos amigos lo son,
sino también porque muchas veces,
probablemente las más de las veces
las decisiones que se toman
no dependen de ellos,
o sus observaciones o reparos
no son tomados en cuenta,
ni por los planificadores
de la burocracias estatales,
así como los inmobiliarios o empresarios
de algún modo relacionados
con el rubro de la construcción,
los cuales está claro que no caminan.

Eso hace que sea peligroso
transitar por nudos viales,
tanto porque no hay veredas para peatones,
como también porque son lugares aislados
que se prestan para ser asaltado.

Se me dirá que hoy no hay tiempo
para muchas cosas importantes o urgentes, 
y que el mundo no está hoy día para caminantes.

Es cierto que está la bicicleta como alternativa,
aunque las ciclovías todavía no son suficientes
ni completamente seguras (amén que la
pendiente en el sector oriente se va poniendo
cada vez más empinada de regreso del trabajo o del estudio).

En otra parte leí que hay mucha gente en Santiago
que camina hasta su trabajo, (un porcentaje nada de despreciable);
deben ser las personas que no cuentan en su presupuesto
para ese ítem y no están dispuestas o no se atreven
a viajar 'a la mala' en el Transantiago.

El caminar por obligación, 
diariamente al trabajo, por supuesto,
no es lo recomendable,
pero igual los tiempos en horario peak
en las ciudades hace que una persona
en bus se demore una hora y media
o dos horas, en circunstancias 
que caminando se demoraría el doble.

Esto habla no sólo de lo terrible
de tener que dedicar algo así
como media jornada para 
desplazarse diariamente
a y desde el lugar de trabajo,
sino que también revela
el tiempo que debe estar
prácticamente detenida
o circulando lentamente
un bus, para que una persona
a pie (en un trayecto largo)
se demore solamente el doble
que un bus.

Como una persona a tranco normal
camina a unos seis o siete kilómetros
por hora, esto quiere decir
que la velocidad promedio del bus
en todo su recorrido
es de entre doce y quince kilómetros
por hora en horario de punta.
(En realidad la velocidad promedio
del bus es mayor, pero el tiempo
efectivo puerta a puerta considerando
lo que le toma a la persona caminar
hasta el paradero, esperar el bus,
eventuales trasbordos u otros
tramos que haya que caminar
hacen que alguien que se desplace
desde el sector oriente hasta
digamos algún punto del sector sur
se demore algo así como la mitad
o poco menos que una persona de a pie.)

Otras cosas que se aprecian caminando:
uno ve gente trotando grandes distancias,
o al pasar junto a algún gimnasio
se ve a todo tipo de gente
caminando o corriendo
sobre artefactos que sirven
para realizar dicho ejercicio sin avanzar,
y esa gente destina tiempo para ejercitarse
y no va a ningún lado.

Lo bueno que tiene caminar al aire libre
es que es la antítesis del gimnasio:
el paisaje cambia, uno no se tiene
que cambiar de ropa ni bañarse
si anda por la calle una hora 
a paso relajado.  Permite pensar,
distraerse, orar, orientar a alguien perdido,
observar los cambios de estaciones,
la sorprendente belleza que despliega
la naturaleza todos los días.

Recorrer Santiago, trae continuas sorpresas,
y uno le puede ir tomando el pulso a la ciudad
caminando, de mejor forma que ningún
otro medio de transporte.  Además es gratis.

Ahora es cierto que ninguna actividad
está exenta de problemas.

El primero de todos, se requiere de tiempo
si uno pretende ir, por ejemplo desde 
donde yo vivo, en la vecindad de
un monasterio benedictino
ubicado en uno de los cerros islas
ubicados en las proximidades
de la precordillera de Santiago
a Providencia, por dar un ejemplo.

Pero no es algo inabordable.
Lo he hecho algunas veces
y no es algo abrumador ni mucho menos.

Además siempre está la posibilidad
de devolverse en transporte público
o en taxi o colectivo, si así se desea.

En una ocasión fui a visitar a un
cuñado que le habían amputado
una de su piernas a causa de una
diabetes y me era más difícil
llegar en un bus y bajarme 
en las inmediaciones del Hospital San José
al costado poniente del Cementerio General.
La transición del bus, con sus cantantes,
frenadas y aceleraciones, eso sí es un tiempo muerto.

En cambio, partí caminando, en una tarde primaveral
muy agradable, pude pensar en las circunstancias
en que se encontraba mi cuñado y en el privilegio de caminar.

Al final llegué al hospital
a una hora en que no habían
aglomeraciones o dificultades
para entrar, pude compartir
una media hora con él
en una preciosa conversación.

Mi cuñado que me conoce
me preguntó qué locomoción
había utilizado para ir a verlo.
No le podía mentir: en "Dodge" patas.

Se emocionó.

Y hay cientos de otras ventajas
que presenta el caminar.

Cuando se recorren grandes distancias
van surgiendo vivencias de diversas épocas
de familiares, amigos, conocidos
y una infinidad de personas 
que hemos dejado de ver por mucho tiempo
y que aparecen en los rastros que deja la ciudad:
casas o departamentos donde vivieron, 
lugares en que se ha comido, anécdotas varias.

Con los permanentes cambios
que ocurren en Santiago, se requiere hacer
un esfuerzo para recordar qué existía
en determinada esquina 
donde ahora  han levantado un edificio,
o nos percatamos que ha desaparecido un árbol
(algo que lamentablemente ocurre con mayor frecuencia).

Es así como surgen recuerdos por capas,
uno recorre la ciudad y pasa revista
a una multitud de cosas que no sabía
que estaban guardadas en la memoria.

Detalles de albañilería en edificaciones
que hacen que los recuerdos vuelvan con mayor fuerza, 
que las personas que ya no están algún día existieron.

La mañana del día del terremoto
en febrero del año pasado,
sabiendo que, post-sismo, mi familia estaba bien,
pero sin teléfono ni luz en la casa , me desperté
relativamente temprano y decidí que sería bueno caminar.

Termine recorríiendo un eje de Santiago 
desde mi casa hasta llegar hasta la Alameda
y después continué hasta el sector avenida Matta.

Había poca locomoción,
alguna gente caminando,
no demasiada, era sábado.

Pero, igual, cuando la locomoción
disminuye ostensiblemente,
en una ciudad como Santiago
existe mucha gente 
que necesita desplazarse
en transporte público;
para más remate
el Metro no funcionaba,
así es que no era un asunto
sencillo para muchos.

Mientras bajaba por Las Condes
a simple vista, no se notaban daños visibles 
en las edificaciones; al menos nada
indicaba que hace pocas horas
la ciudad había sufrido
un terremoto de gran envergadura
como el que efectivamente había ocurrido. 

Llamaba la atención la nula
actividad comercial, todo estaba cerrado.

Lo único que delataba el sismo de la madrugada
era la mercadería en el suelo de un supermercado
y de algunas farmacias.

Lo único que estaba abierto eran
las estaciones de servicios.

A la altura del Omnium
(Estadio Español)
encontré también una pequeña verdulería
que vendía además pan, yogures, refrescos,
galletas, chocolates, cosas así.

Ya en Providencia, la cosa era distinta.
Muchos recubrimientos de los edificios,
estaban en el suelo, incluso algunos
trozos grandes de cornisas.
Recuerdo un artefacto colgando
de un cable: el aire acondicionado
en un quinto piso de Providencia con Suecia.

La visión del remate del campanario
de la parroquia de la Divina Providencia
daba cuenta de que estábamos 
frente a las consecuencias de un terremoto.

Pensaba en la gente que vive en los
llamados 'Escalímetros' de Providencia
con Carlos Antúnez, especialmente
los de los pisos superiores 
con vista al templo mencionado,
contemplando bajo la luz mortecina
de la luna llena, en medio 
de movimientos espantosos
que serían capaces de infartar a cualquiera,
ver desplomarse parte de la torre.

Una sensación de 'acabo de mundo'.

Cuando pasé había mucha gente 
fotografiando la escena;
el tránsito hacia el oriente estaba cortado.

Ya en el centro enfilé por Arturo Prat
y a la altura de los Sacramentinos
se veía lo que había sufrido ese templo
recreación de Sacre Coeur en Montmatre, París.

La calle estaba cerrada 
y no me quiero imaginar
lo que debió haber sido
contemplar oscilarse 
las cúpulas de dicho templo
y ver desplomarse cabezas
o trozos de santos y cruces
de piedra en medio del movimiento
telúrico y el ruido aterrador 
de dichos trozos al impactar el suelo.

No contemplé tanto daño
como el que presencié
para el terremoto del 85
en donde recorrí Santiago Poniente,
y pude ver casas al descubierto,
con las fachadas en el suelo,
como en esas casas de muñecas
en que las niñitas podían
retirar una de las paredes
de latón o de plástico 
de una casa de dos pisos
con su mobiliario respectivo
en cada una de las piezas.

La basílica del Salvador
estaba ostensible
y preocupantemente dañada;
todavía después
de más de un cuarto de siglo
no ha podido ser restaurada
habla por sí solo de lo que fue
dicho sismo y de nuestras limitaciones.

Habían algunas casas de adobe
dañadas, aunque en la mayoría
de los casos no se apreciaba 
tanto el efecto del terremoto desde la calle.

Los ladrillos acumulados
en las veredas frente 
a varios cités, denunciaba
que el daño había sido mayor
al interior, en las piezas.

Ya en las inmediaciones de Avenida Matta
me llamó la atención una virtud
de los barrios más antiguos,
a diferencia de lo que presencié en Las Condes.

En esta última comuna, el equipamiento
se encuentra concentrado en ciertos lugares,
más bien distantes unos de otros,
como para acceder a ellos en auto,
taxi, o locomoción colectiva
(los que se encontraban cerrados)
por lo que dichos sectores de Santiago
no tenían vida (a excepción de los
autos circulando por las calles).

En cambio en el barrio Avenida Matta
se veían varios almacenes abiertos
e incluso una feria funcionando,
como si nada hubiera pasado,
señal de que en casos severos
las redes de apoyo tradicionalmente
funcionan mejor que los sistemas
muy focalizados y dependientes
de suministro eléctrico e informáticos operando.

Esto es un muestra muy suscinta
de lo que se ve o aprende caminando.

Para terminar, transcribo
algo que escribió Alan Pauls
a propósito de las dos actividades
que convergen en este texto:

LEER Y CAMINAR

Leer y caminar son dos caras
de una misma adicción.

El que tiene vocación de caminante
posee una mezcla muy rigurosa
de determinación y azar.

Caminar a ciegas
es una manera
de leer sobre la marcha
los signos de una ciudad cambiante,
y por ende perpetuamente
desconocida y ajena,
aunque con un aire de déjà vu.

Dejarse llevar,
vagabundear sin término,
llegar incluso a perderse...

Leer con los pies
lo que en la ciudad
sólo puede sobrevivir
en calidad de ruina.

Hacerla brillar por última vez
con la mirada melancólica
de un anacronismo.

El resplandor fugaz, casi póstumo,
que envuelve dichos rincones
que acogieron el paraíso de la infancia
y que en el presente se encuentran
en acelerado proceso de extinción,
momentos antes que en su ocaso
desaparezcan para siempre...

2 comentarios:

  1. BUEN RELATO, NO ES CIERTO QUE DIOS DA PAN A QUIEN NO TIENE DIENTES.....
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  2. 3 guys, 44 days, 11 countries, 18 flights, 38 thousand miles, an exploding volcano, 2 cameras and almost a terabyte of footage... all to turn 3 ambitious linear concepts based on movement, learning and food ....into 3 beautiful and hopefully compelling short films.....http://t.co/MUvr5Lp

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