Tal vez sea algo connatural
a la realidad de este mundo
y también una forma
de preparación para lo que vendrá,
que la vida sea poco más que
una especie de escuela
de preparación para abandonarla.
Es en este contexto,
que es posible reconocer
una forma de exilio,
no tan súbito ni dramático
como el experimentado por causas políticas
pero en el largo plazo, no menos demoledor.
Porque en la 'copia feliz del Edén',
un país casi sin memoria, puro paisaje
y en estado de depredación permanente,
esta expulsión del Paraíso en los confines
del mundo, resulta todavía más elocuente.
Es lo que alguien observó,
a propósito de la partida de Raúl Ruiz:
'Ruiz parece sugerir
que el país que llevas en las espaldas
donde quiera que vayas,
es al mismo tiempo
hogar, paraíso, infierno y cárcel,
y no tienes más remedio
que habitarlo, estés donde estés'.
Y este 'estés donde estés'
se hace más consciente
que en ninguna otra parte
que en el propio país;
sin haberlo abandonado nunca
aunque éste se haya tornado irreconocible.
Es así como de este exilio interior,
hay que reconstruir el país 'ex-nihilo',
de la nada, desde los desarticulados
y evanescentes fragmentos de la memoria
y reconstruir o inventar la trama
que estamos vislumbrando
en el envés de la manta o arpillera
polvorienta y apolillada
en que yace lastimero un retazo de país;
como una canción de la Violeta
o como todo lo que viene de afuera
y es procesado acá, a la chilena,
para conformar nuestra identidad
siempre en fuga y nunca consolidada...
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