tanto en el fútbol como en política,
hay que revisar los mecanismos y su ejecución
así como también, proceder a reevaluar la estrategia empleada
para que la dinámica transformación de los sistemas tácticos
no se circunscriba a esquemas meramente redistributivos
sino que se entiendan con una visión del juego
que posea una mayor profundidad de campo,
de manera que en la confusión no olvidemos los objetivos.
Es allí donde se establecen las diferencias.
Es allí donde se consolidan los resultados.
La búsqueda de espacios, el cambio de ritmo, la sorpresa,
en combinación fina y lúcida con los tiempos de ejecución,
es el camino para desarticular las estrategias del adversario
que opta por la destrucción en lugar de la creación,
por muy aceitados y coordinados que estén sus movimientos.
Este dominio del tiempo y del espacio manejado con destreza
debería ser elevando -si ya no ha sido consagrado ya- a la categoría de arte.
Y esto es válido tanto en el fútbol, en la política, como en otras áreas...
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