Orfandad de la juventud

Tribuna

por Juan de Dios Vial Larraín, 
Diario El Mercurio, rrJueves 14 de Julio de 2011

 L


La Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile convocada por su presidente, el profesor José Luis Cea, a reflexionar en común sobre la situación que está viviendo el país, reunió a quince de sus miembros en un notable encuentro en el que se oyeron opiniones francas, diversas, respetuosas, dentro de un clima que puede llamarse de amistad cívica, a partir de dos breves punteos de los académicos Enrique Barros y Pedro Morandé.


Alguien me pidió recoger una opinión que entonces me permití emitir. Creo que Chile, casi como nunca, puede decirse que está hoy muy bien en aspectos fundamentales. Con una economía sólida y muchas expectativas, después de soportar un terremoto terrible. Con equilibrio político después de dos graves crisis en este plano.
No obstante, reina algo que ha sido llamado un "malestar", a mi entender inapropiadamente por la carga semántica que Freud imprimiera a la palabra. Diría mejor un desconcierto, una preocupación dominante. En ella creo reconocer algunas causas políticas inmediatas que son bien visibles. Pero otras, que quizá no se divisan a primera vista y que son más bien de índole moral, o cultural, si se quiere.
En el nivel político, pena en la Concertación un resentimiento no superado por su derrota. Y, en el Gobierno, la dificultad para articular políticamente aquella competencia que pareciera ser la más propia suya: la capacidad de gestión.
En lo profundo, en el orden que he llamado moral o cultural, los recientes episodios de La Polar y del movimiento de los estudiantes, me parecen altamente sintomáticos. El caso de La Polar, con claro parentesco con la crisis del subprime en Nueva York, abre una interrogante seria al capitalismo liberal. Confío en que éste puede darle respuesta, aunque sospecho que todavía no parece saber cuál. Está en juego, justamente, el individuo. Se lo ve entregado a maniobras del engaño, como las que se practican en juegos de cartas que sólo buscan ganar. En duda la clave del sistema, el ejercicio real de la libertad. En un mundo plural, desigual, atravesado por corrientes de ideas, por imágenes turbadoras, por intereses desatados, por ilusiones y frustraciones.
El caso de los estudiantes es quizás más grave. ¿No resulta paradójico, acaso, una convocatoria multitudinaria, como la que se ha visto a lo largo de Chile mediante un uso alienante de redes comunicacionales, para decir cosas que hasta pueden parecer delirantes? ¿De qué se trata? Me atrevo a decirlo con fuerza: de una orfandad de la juventud. El gesto de la juventud quisiera ser alegre y pacífico, pero es desesperado.
La juventud hoy no tiene orientación, no tiene quién la guíe, no sabe bien adónde ir. Desde luego, no la orientan los partidos ni los políticos; pero tampoco los intelectuales, ni la Iglesia; ni los sindicatos, ni la familia; por cierto, tampoco la pantalla de televisión ni los best sellers. Entonces, la juventud magnifica su estado, se encierra en grupos estrechos mágicamente controlados o se diluye en grandes masas. En el fondo, sólo cree en sí misma. Pero ésta resulta ser quizá la más vacía de sus creencias, la fantasmal belleza de una real soledad.
Recuérdese el mapa de la dirigencia del movimiento juvenil que presentó "El Mercurio". Había un DC, un PPD, un PS, un UDI y nueve PC. Había 13 con orientación de izquierda y poco más de independientes. ¿Están mandando los comunistas? Probablemente, pero por una buena razón: porque son los que tienen todavía una añeja fe y una seria disciplina, de las que los demás carecen.
¿No es triste saber que hoy los jóvenes, en el fin de semana y en sus vacaciones, viven de noche? De la medianoche en adelante, en la oscuridad de sus sombras, acunan sueños. Viven una realidad cargada de romanticismo y angustia. En ella late un anhelo que, por su esencia, no sienten ligado al dinero, pero que sólo presienten y a veces con puro rencor. Aturdidos por la pasión o por el ruido, por el oscuro fuego de la vida o por la droga. Usan muy vagamente fórmulas, cargadas no obstante de sentido. Así, "calidad de educación" que solamente saben que no la tienen. O "igualdad" que no está dada por la competencia, ni por una seudovoluntad autónoma de cada individuo o de la masa.

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