por Héctor Soto
Publicado en el diario La Tercera, 28 de mayo de 2011
Es fácil a estas alturas dispararle a Woody Allen. De un tiempo a esta parte, su cine está mostrando demasiados flancos vulnerables. Como que se ha estado plastificando, me decía un amigo. La culpa podría estar en el cruce de dos factores perversos. El primero es su ritmo endemoniado de trabajo, a razón de una película por año. El segundo, una cierta impermeabilidad a los años. Se diría que Allen envejece, pero envejece mal. Siempre ha sido interesante observar la evolución de la obra de los grandes directores en su curva final. Parecieran volverse más sabios y taciturnos. Hay casos gloriosos, como el de John Ford, que en su última gran película, Quién mató en Liberty Valance, prácticamente filmó su propio testamento, reconociéndose muy descolocado en el último tramo de sus días. Cuando estrenó esa realización, las disociaciones y el furor de los años 60 ya estaban ad portas y tiene que haber sentido que a él -tal como a su héroe, Tom Doniphon- ya le iba quedando poco espacio. El de Cukor es otro caso interesante. Hizo al final para la TV una obra preciosa, Amor entre ruinas, con Katherine Hepburn y Laurence Oliver nada menos, que trasuntaba gran desencanto en un ejercicio que sólo tiene sentido en la tercera edad, al confrontar lo que pudo haber sido con lo que en realidad fue.
Con Allen, que ya tiene 75 años, eso todavía no ha ocurrido y es raro. Se diría que es un cineasta demasiado blindado en su pequeño mundo -mundo que ya no existe en ningún lado, sino en sus propias fantasías- y que hay poco reciclaje en su mirada. En Conocerás al hombre de tus sueños Allen se plantea un tema fascinante, el del destino, pero más que desarrollarlo lo que hace es juguetear con él. Somos libres para elegir (a veces), pero nunca sabemos adónde nos llevarán nuestras decisiones. La esposa abandonada del personaje encarnado por Anthony Hopkins consulta a una adivina chapucera y termina acertando más que otros caracteres que se pensaban más evolucionados. Pero la verdad es que el asunto convence poco, lo cual no significa que la experiencia de la cinta sea tóxica, miserable o una pérdida de tiempo. Perdón: Conocerás al hombre de tus sueños es una película regular, pero, como tal, está muy por encima de varias astracanadas suscritas por cagaimágenes que no le han ganado nada a nadie y que a muchos de nuestros críticos no les generan mayor indignación. Allen, después de todo, es un autor que hizo películas increíbles -desde Manhattan a Crímenes y pecados, desde Interiores a Zelig- y haga lo que haga ahora ya tiene al menos una línea garantizada en la historia del cine.
Al fin y al cabo, fue un autor-más respeto- que le dio una vuelta de tuerca al cine intimista, al cine de gente que conversa, al cine de personajes dúctiles con el verbo, pero más bien bloqueados en el sentimiento y la acción. Obviamente, ese espacio dramático existía mucho antes de él, pero Allen en cierto modo lo cambió. Y lo cambió al punto que buena parte del cine actual debiera agradecerle. Por ahí pasó la historia y por ahí sigue pasando. Guardando las proporciones y las debidas distancias, una cinta como Metro cuadrado -la realización de Nayra Illic estrenada ayer en el Alameda- se inscribe en ese frente. Una pareja llega a instalarse a un departamento del barrio Forestal y la experiencia se les va de las manos. No de repente, de a poco. Está bien hecha la cinta y es aguda en sus observaciones. Aguda y muy femenina, en el mejor sentido de la palabra. A lo mejor, es una obra menor, pero -vaya- es una hermosa película. Y eso es lo que importa.
Con Allen, que ya tiene 75 años, eso todavía no ha ocurrido y es raro. Se diría que es un cineasta demasiado blindado en su pequeño mundo -mundo que ya no existe en ningún lado, sino en sus propias fantasías- y que hay poco reciclaje en su mirada. En Conocerás al hombre de tus sueños Allen se plantea un tema fascinante, el del destino, pero más que desarrollarlo lo que hace es juguetear con él. Somos libres para elegir (a veces), pero nunca sabemos adónde nos llevarán nuestras decisiones. La esposa abandonada del personaje encarnado por Anthony Hopkins consulta a una adivina chapucera y termina acertando más que otros caracteres que se pensaban más evolucionados. Pero la verdad es que el asunto convence poco, lo cual no significa que la experiencia de la cinta sea tóxica, miserable o una pérdida de tiempo. Perdón: Conocerás al hombre de tus sueños es una película regular, pero, como tal, está muy por encima de varias astracanadas suscritas por cagaimágenes que no le han ganado nada a nadie y que a muchos de nuestros críticos no les generan mayor indignación. Allen, después de todo, es un autor que hizo películas increíbles -desde Manhattan a Crímenes y pecados, desde Interiores a Zelig- y haga lo que haga ahora ya tiene al menos una línea garantizada en la historia del cine.
Al fin y al cabo, fue un autor-más respeto- que le dio una vuelta de tuerca al cine intimista, al cine de gente que conversa, al cine de personajes dúctiles con el verbo, pero más bien bloqueados en el sentimiento y la acción. Obviamente, ese espacio dramático existía mucho antes de él, pero Allen en cierto modo lo cambió. Y lo cambió al punto que buena parte del cine actual debiera agradecerle. Por ahí pasó la historia y por ahí sigue pasando. Guardando las proporciones y las debidas distancias, una cinta como Metro cuadrado -la realización de Nayra Illic estrenada ayer en el Alameda- se inscribe en ese frente. Una pareja llega a instalarse a un departamento del barrio Forestal y la experiencia se les va de las manos. No de repente, de a poco. Está bien hecha la cinta y es aguda en sus observaciones. Aguda y muy femenina, en el mejor sentido de la palabra. A lo mejor, es una obra menor, pero -vaya- es una hermosa película. Y eso es lo que importa.
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