Opinión por Nicolás Luco Diario El Mercurio, Lunes 27 de Junio de 2011http://blogs.elmercurio.com/cienciaytecnologia/2011/06/27/necesito-un-guante-especial.asp La directora del mal ubicado Museo Mirador, dedicado a la Ciencia y Tecnología, Consuelo Valdés, regresó boquiabierta de una visita a una mina en el norte. "Unos jovencitos manejaban desde una mesa con cuatro pantallas, equipos que valían millones de dólares; movían inmensos camiones en terreno, ¡pasaban los cambios en remoto!", decía 'epatada'. También estuve con un astrónomo que me contó que los telescopios de la ESO en el norte se podían controlar desde su sede en Garching, Alemania (hasta por ahí no más, porque ¿para qué la ESO amplió recién sus instalaciones frente al Parque Bicentenario?). Bueno, capaz que manejen los telescopios desde Santiago, igual de asombroso. Sé muy bien que en la calle Manuel Montt, cerca de Providencia, Codelco montó una mesa con comandos y pantallas desde donde especialistas escasos siguen todos los procesos que se desarrollan en algunos de sus centros mineros clave, como El Teniente. Podrían llegar a controlarlos; no lo hacen, me imagino, por problemas más sindicales que tecnológicos. Bueno, pienso todo esto, porque mientras ustedes leen yo estoy en Doha, Qatar, sufriendo 45° a la sombra (¿dónde habrá sombra?), y dándome cuenta de dónde sale el dinero que financia la roja camiseta que usa el Barça que dice "Qatar Foundation". O sea, estoy harto lejos, en la península arábiga, contemplando el Golfo Pérsico. Imagino cómo mejorar mis sistemas de acción remota como los de la minería y la ESO. En la cena de la ACTI supe de una empresa de armamento que había concretado la tincada de una secretaria. Ésta, viendo a sus hijos videojugar, sugirió a sus jefes cambiar los controles de armas reales por las botoneras y sensores de videojuegos. Le pagaron bien, se compraron una empresa de videojuegos y mejoraron sus armas. Sé de los equipos de cirugía controlados en remoto. La semana pasada, el periodista Sebastián Urbina mostró en estas páginas una cápsula tragable autopropulsada que puede ser dirigida mientras filma el sistema gastrointestinal y transmite las imágenes a una pantalla. He visto teclados virtuales, donde un sistema de visión estereoscópica, como nuestros ojos, capta cómo se mueven los dedos que oprimen teclas virtuales sobre la mesa para escribir en un computador mínimo que puede estar aquí o en Timbuctú. O sea, con comandos ergonómicos, podemos mover inmensos equipos, como en la minera, o bisturíes para microcirugía. Entonces, pensé, qué cuestiones podría hacer yo en remoto desde Doha. Escribir y mandar textos instantáneamente, sostener una videoconferencia casi gratis por Skype, chatear con mis nietos, tal vez jugar ajedrez con ellos. Bueno, telefonear, por celular, obvio (no lo voy a hacer porque no quiero pagar 280 mil pesos como después de mi último viaje), y Twitter y Facebook, y ver diarios o TVN, o escuchar las radios. Por si me queda tiempo, llevaré un libro. Estoy leyendo "Las Moradas" de Santa Teresa, gran escritora y mística, libro de papel. Y en mi iPad tengo la última edición del New Yorker que siempre estimula y sirve para posar de intelectual. Todavía, eso sí, no existe un guante que yo pueda controlar desde Doha para teleacariciar la nuca de mi cónyuge en Santiago. Ya vendrá. Capaz que vendan uno en el Duty Free (un teleguante, no un telecónyuge). Ya regresaré a la vida real, chica mía.
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