por Gustavo Santander Diario El Mercurio, Revista Ya, Martes 31 de Mayo de 2011http://diario.elmercurio.com/2011/05/31/ya/revista_ya/noticias/770551f1-cfed-4647-b2f6-97603f4f126b.htm La mañana del sábado la pasé, como de costumbre, en el Tavelli de Providencia. Con el tiempo me he acostumbrado a desayunar solo y a encontrarle cierto encanto. A pesar que no soy un hombre de rutinas, sí hay cierta rigidez a la hora de ordenar lo que tomaré: el 90% de las veces pido un espresso doble cortado, alguna masa dulce y agua con gas. Esta vez llevo una novela de Juan José Millas y, sólo al saborear el primer y amargo trago de café, me predispongo a pasar un par de horas agradables, leyendo y viendo pasar a los comensales. Una vez instalado, abro mi Mac y reviso el correo a ver si despunta algún plan divertido, pero nada. Entonces, decido ver qué hay de nuevo en Facebook. Hace unos años, cuando comenzó esta red, un rezago de infantil timidez hizo que me registrara utilizando mi segundo nombre, quizás por el temor que me producía esta cosa rara y nueva, donde todos intentaríamos tener la mayor cantidad de amigos y ventilaríamos nuestras vidas en estatus y fotos. Pero como suele suceder con la fuerza de la costumbre, nunca edité ese perfil y me he acostumbrado a dar esa explicación cada vez que quiero incluir a alguien. Hace unos años, una empresa de enjuague bucal aumentó sus ventas de 115 mil a más de 8 millones de dólares a través de anuncios que hacían alusión a la soledad y convertían el mal aliento en una tragedia de dimensiones épicas. Esta mañana me entretengo viendo la cantidad de amigos de cada uno de mis amigos: 276, 324, 479, 652, ¡3.487! En el mundo real, conservar a una veintena de amigos ya es una labor compleja. La amistad, a diferencia del amor, necesita de la voluntad de ambas partes. Uno se puede enamorar perdidamente de la chica más guapa del curso sin que ella se dé por enterada, pero nadie podría decir que es amigo de otro si ese otro no ha validado esa relación de amistad. En Facebook todo es diferente: somos amigos de gente que no vemos hace años y seguro no veremos (o no nos interesará ver) en muchos años más. Porque en realidad la mayoría de esos "amigos" son sólo un auditorio: un público que hemos reunido -a punta de invitaciones y búsquedas- para que vean, compartan y aplaudan nuestras alegrías, viajes, relaciones, hijos, mascotas, dudas, frivolidades, gustos y un sinfín de cosas que reafirmarán nuestra existencia social. Mirando la lista de mis propios "amigos" me encuentro con un número exorbitante para mí: 235. ¿Soy capaz de mantener más de un centenar de amigos? ¿Realmente quiero tener contacto con todos ellos? ¿Por qué tengo como amigos a gente que, definitivamente, ya no son mis amigos? Me dispongo a hacer una poda a ese listado, pero al cabo de 15 minutos de revisión minuciosa, me doy cuenta que me cuesta mucho borrar a alguien. De partida, en mi situación, borrar "amigas" sería una soberana estupidez, así es que no borraré a ninguna mujer (bueno, hay dos tías que no sé para qué las tengo si saldría mejor llamarlas por teléfono). Luego están mis amigos amigos, a los que llamo y me llaman, con los que converso y a los que escucho, pero son pocos. También están los amigos que antes no eran tan amigos y que ahora los siento muy cercanos. Y luego está un grupo de gente que, siendo bastante franco, no entiendo muy bien cómo he ido recolectando. Cuento corto: no borro a nadie. Quizá una nueva forma de soledad consista en tener muchos amigos con los que nunca se habla. Pido mi segunda dosis de cafeína sabatina. De vuelta en el sofá, pienso que el sábado es corto y me puedo estar perdiendo de algo, así es que actualizo mi estado: "¿Algún plan interesante para esta noche de sábado?". "Llámame!!" responde a los pocos minutos Fernanda. Entusiasmado, doy una rápida vuelta por este barrio virtual, buscando enterarme de cosas o ver las nuevas fotos que han colgado. Al poco andar me encuentro con el perfil del esposo de una amiga, un hombre aspiracional y preocupado por las apariencias. Veo que lleva tres actualizaciones de estado que intentan ser cool pero que nadie comenta. Su falta de convocatoria es tal que termina por autocomentarse y coronar varias de sus propias opiniones con un "Me gusta". Inevitablemente me lo imagino frente a su computador, escribiéndose a sí mismo. "Quizás la soledad sea eso" me digo y marco el celular de Fernanda.
▼
No hay comentarios:
Publicar un comentario
COMENTE SIN RESTRICCIONES PERO ATÉNGASE A SUS CONSECUENCIAS