por Héctor Soto Diario La Tercera, 18 de junio de 2011http://blog.latercera.com/blog/hsoto/entry/bronca_y_vac%C3%ADo_de_liderazgo Está claro que hoy en Chile nadie sale a media mañana a cantar la Canción Nacional de lo felices y contentos que estamos. Por cierto que hay problemas y que la vida no es fácil. Pero en términos de conflictividad, de disociación, de pérdida de sentido, estamos en realidad lejos de ser una sociedad al borde del abismo. Ya se quisieran varios países latinoamericanos -y no pocos europeos- estar en la posición de Chile. Aunque han caído los niveles de confianza, nos encontramos ante una fase bien notable de expansión económica y como sociedad nos sigue distinguiendo la fe en que el futuro va a ser mejor que el presente. En la actualidad estas hebras rara vez aparecen juntas en el mapa político mundial. Desde luego no es cosa de pura suerte que aquí se hayan juntado. Significa que Chile no ha hecho las cosas tan mal. Por lo mismo, las jornadas ciudadanas de protesta a raíz de HidroAysén o del movimiento de los estudiantes no debieran hacernos perder el sentido de las proporciones. Para evitar el error de mezclarlo todo en el mismo saco, conviene establecer algunas referencias y analizar los fenómenos en su propio plano. 1. Aunque sea fácil creer que corresponden a sentimientos muy extendidos, hasta ahora en Chile los movimientos de protesta ciudadana están acotados. Siempre va a ocurrir que una movilización de rechazo a una hidroeléctrica también termine capitalizando la simpatía de los que se oponen al gobierno. La misma chispa que inflama un descontento puede encender varios otros. Y cuando se encienden muchos, puede ser el momento para que pequeños grupos aprovechen la ocasión para apedreos y vandalismo. Pero en el largo plazo estas lógicas, que son encontradas, rara vez se suman. 2. Una cosa es la bronca ciudadana y otra la mala evaluación del gobierno. Son dos fenómenos distintos. El problema del gobierno responde básicamente a un vacío de liderazgo. Este ha sido un gobierno que -salvo en el episodio de los mineros- no ha sabido conectar con la gente. El Presidente no ha logrado perforar la desconfianza con que la mayor parte de la ciudadanía lo ve en televisión y lo escucha en sus intervenciones y cuñas. Le creen poco, lo quieren menos. Es demasiado winner y le gusta creer que se las sabe todas. Si a eso se le agrega que además es un magnate, bueno, el margen que va quedando para la simpatía y la adhesión emocional es estrecho. La cuerda del liderazgo tiene dos puntas. Una es la que emplaza al líder a tener la película clara sobre las banderas que corresponde levantar y la dirección que hay que imprimirle al colectivo. La otra está asociada a la confianza que el líder pueda generar. Una sola punta no lleva a ninguna parte; se necesitan las dos y simultáneamente. El Presidente tuvo su momento de gloria con la crisis de los mineros. Ahí el país vio a un Mandatario movido por la convicción y resuelto. Y la gente le creyó. El discurso y la acción apuntaban en el mismo sentido y la aventura fue coronada por el éxito. El rating presidencial subió a niveles impensados aunque, tal como había subido, al mes siguiente se vino abajo a raíz de las sombras que inculparon a Palacio en la renovación de la dirigencia del fútbol y en la salida de Bielsa. Desde entonces no ha logrado remontar en términos de aprobación. Concluyó el proyecto que indujo al país a alinearse con él. La gestión, el gran eje del actual gobierno, en cambio, no moviliza ni emociona a la gente. Nadie se sobrecoge al leer que a fines de la actual administración el gobierno estará gastando menos y haciendo mucho más de lo que hacía antes. No es que la ciudadanía subestime o desprecie los indicadores de eficiencia y productividad del aparato público, pero considera que estas cosas, lejos de ser parte de una épica, son apenas parte de la pega. 3. Lo que se está leyendo como malestar en buena parte responde a las paradojas asociadas al éxito del proceso modernizador. Efectivamente, hay en Chile una ciudadanía mucho más empoderada que en el pasado. Es el triunfo tanto de la transición como del modelo de desarrollo. Gracias a la irrupción de una clase media emergente que sigue saldando sus déficit de consumo, que se sabe ahora sujeto de crédito, que se comporta con absoluta autonomía frente a todo cuanto huela a padrinazgo político, hoy en Chile se le ha subido el estándar al gobierno, la Iglesia, las empresas y la clase política. ¿Es porque fracasó el proceso modernizador? No, es porque tuvo éxito. ¿Significa entonces que la gente lo lee positivamente y con gratitud? No, porque lo lee con resentimiento y desde la frustración. 4. El capitalismo genera crecimiento y mejores condiciones de vida. Pero es demasiado duro y no enciende ni entusiasmos ni gratitudes. Hay que levantarse demasiado temprano, hay que estirar mucho la cuerda para llegar a fin de mes. ¿Quién puede estar contento con eso, más todavía cuando existe la sospecha y a veces también la evidencia de que la cancha no es pareja? Como se trata de un brebaje amargo, en general los gobiernos instan a tragarlo por algún ideal, por alguna causa. Por los mineros, por los más pobres, por la protección social, por la promesa de un país mejor… Son causas con mayúsculas. La gestión, la pura gestión, simplemente no califica. Falta algo grande; falta lo que se llamaba relato, antes que la palabra comenzara a ser basureada. Y porque falta, bueno, estamos como estamos.
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