por Francisco Rosende Decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Pontificia Universidad Católica de Chile martes 3 de mayo de 2011http://diario.elmercurio.com/2011/05/03/economia_y_negocios/de_punno_y_letra/noticias/5F9F0F42-4AF5-4FD8-93FF-EF14FAFEA4A5.htm?id={5F9F0F42-4AF5-4FD8-93FF-EF14FAFEA4A5} En el actual escenario hay que evitar que se alimenten expectativas de gasto y remuneraciones sobre la base del alto crecimiento proyectado. De poco serviría establecer un encaje a la entrada de capital. Más aun considerando que la entrada neta de capitales no es significativa. ____________________________________ El tipo de cambio ha vuelto a situarse en el centro de las preocupaciones de las autoridades y analistas, al retornar a niveles cercanos a los que alcanzó en enero pasado, los que motivaron la intervención del Banco Central en el mercado cambiario, a través de un importante programa de compra de divisas. Este hecho ha puesto nuevamente en el debate el tema de los controles de capitales, a lo que se añaden algunos planteamientos que destacan los costos que podría tener una rápida normalización de la política cambiaria en este contexto. El escenario global es complejo; sin embargo, la definición de una respuesta adecuada a éste atraviesa por la identificación de sus aspectos esenciales. En primer lugar, es importante recordar que -a pesar de la crisis financiera de las economías industrializadas- los términos de intercambio de la economía chilena han experimentado un fuerte e inesperado crecimiento en los últimos años. Así, el Banco Central estimó que esta variable registró un aumento de 23,8% el año 2010, proyectando que este año crecería nuevamente, esta vez en alrededor de 4%. En segundo lugar, la combinación de una política monetaria y fiscal expansiva, lo que en el contexto de un escenario de turbulencia financiera global pudo haber sido razonable, se ha sumado al efecto de mayores términos de intercambio para impulsar un fuerte crecimiento de la demanda agregada, el que ha excedido en forma importante el registrado por el PIB. Así, en el año 2010 la demanda interna creció en un 16,4% y el PIB lo hizo en un 5,2%. Para el presente año el Banco Central proyecta un crecimiento del orden de 6% para el PIB y de 7,5% para la demanda agregada. Como era de esperar, la combinación de ambos factores -ganancia de términos de intercambio y estímulos a la demanda interna- inevitablemente debía llevar a una caída del tipo de cambio real, la que se inserta en un contexto global de depreciación del dólar, factor que ha intensificado los movimientos del tipo de cambio nominal peso-dólar. Opciones de política En un ambiente de fuerte crecimiento de la demanda interna y abundante liquidez, el riesgo de un aumento de la inflación es significativo, lo que hace necesario que la política monetaria sostenga una estrategia de retiro de los estímulos a la demanda interna, antes que ello provoque un "desanclaje" duradero de las expectativas inflacionarias. Por otro lado, si bien la intervención cambiaria de enero fue una opción válida en el contexto entonces prevaleciente, era poco razonable esperar de ésta un efecto duradero sobre el tipo de cambio real, considerando la evolución mencionada de sus "fundamentos". Por la misma razón, de poco serviría al logro de dicho objetivo el establecimiento de un encaje a la entrada de capital. Más aun considerando que la entrada neta de capitales no es significativa. En el contexto actual es especialmente importante focalizar la atención en las políticas de oferta, las que deben apuntar al logro de un mejoramiento de la eficiencia global de la economía, para a través de ello hacer frente a los vaivenes que tenga el tipo de cambio real. Por otro lado, las señales que entreguen las políticas públicas deben evitar que se alimenten expectativas de gasto y remuneraciones sobre la base del alto crecimiento proyectado para el presente año, cuyo origen se encuentra -en buena medida- en el impacto de factores transitorios. En otras palabras, resulta necesario una importante dosis de cautela de las políticas públicas frente a un escenario donde las perspectivas de crecimiento de mediano plazo no muestran un mejoramiento importante respecto a lo observado en los últimos años. Ello, a pesar de las acciones que las autoridades están tratando de impulsar en tal sentido, las que de prosperar mostrarían gradualmente sus efectos. Por último, el cuadro externo sigue inestable, por cuanto la combinación de una precaria situación de las finanzas públicas en las principales economías industrializadas, en un contexto de mayores presiones de gasto en Asia Emergente, hace previsible una tendencia al alza en las tasas de interés mundiales, que al igual que a fines de los 70, puede complicar a aquellas economías que acumulen excesos de gasto importantes.
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