por Antonio Martínez Diario El Mercurio, martes 8 de mayo de 2011http://diario.elmercurio.com/2011/05/08/deportes/columna/noticias/F3BA67B6-196D-4B57-ACD8-175A1CA07E65.htm?id={F3BA67B6-196D-4B57-ACD8-175A1CA07E65} El hincha de ahora va al estadio por casualidad y de tarde en tarde, por razones que no viene al caso enumerar, porque está realmente feliz frente a un televisor y no digamos si tiene señales internacionales que vienen de Asunción, Moscú o Amberes, también desde Madrid o Bogotá y donde haya fútbol del bueno, del malo o del más o menos, allá están. Y si vive el hincha en Punta Arenas, Purranque, Caldera o Cañete, y si aparte del fútbol amateur no existe posibilidad alguna de fútbol exigente y profesional, no digamos lo que significa ver por el CDF esos seis partidos semanales. Feliz porque con la alta definición y las pantallas cada vez mayores y mejores, siente que no le falta nada y ese chileno es un fiel hincha del fútbol, aplicado y dispuesto a que otros hagan lo que él no hace: ir al estadio. Le repiten los goles, repasan las jugadas lentamente e incluso logra ver lo que el árbitro y los jugadores no pueden, gracias a ángulos impensados, cámaras imposibles y visiones periféricas. En otros países, como en España, Italia o Inglaterra, hay más plata, afición y comodidades, el Metro llega a los estadios, hay más de todo y están los hinchas que llenan los recintos deportivos y están los que lo ven por TV, tan buenos los unos como los otros, sin exclusiones ni descalificaciones y sin drama, porque los tiempos cambian y las costumbres se modifican. No es sólo que unos sean cómodos y flojos (aunque a lo mejor lo son) y que otros tengan miedo (a lo mejor no), sino que cada uno hace lo que quiere y no existen viejas metiches, santones huraños o jóvenes arrugados, que dicen cómo hay que hacer las cosas: primero estacionar el auto, después pagar la entrada, comerse un pernil palta, tomarse una bebida o un café, vibrar con la multitud en el cemento, gritar a todo pulmón, lanzarle unas palabrotas al árbitro y estar lo más cerca posible del lugar de los hechos. La sentencia preferida de estos personajes del Tercer Mundo profundo, un lugar sin posibilidades de elección, es decir algo como esto: "Ir al estadio no se compara con ver un partido por televisión". Efectivamente, por supuesto, claro que no se compara. Eso es tan verdad como que una pera es una pera y una manzana una manzana y ay del que las confunda, son frutas distintas. Una vez dicho eso, que es igual que no decir nada, usted enciende la tele, mira el fútbol, pica y toma algo, se ríe de los peces de colores y piensa en el porvenir y no en la extinción.
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