Sueños difíciles

por Roberto Merino
Diario Las Últimas Noticias,
Lunes 4 de abril de 2011

A veces, cuando me despierto antes del amanecer,
veo que Venus, la estrella matutina, está frente a la ventana,
justo en medio de la franja de vidrio cubierta por las cortinas.

Es una especie de alivio constatar esa presencia
lumínica y lejana en la soledad de esas horas.

Pareciera que los ojos
-tan parecidos por lo demás a los planetas-
entraran en contacto
con algo que les es propio y reconocible
desde un tiempo anterior a la memoria.

Probablemente es el cansancio
el que favorece esta extraña sensación,
cansancio del sueño intermitente,
de los movimientos espasmódicos
entre las sábanas, del calor y del frío
que alternativamente fustigan
el cuerpo del insomne,
de las frecuentes levantadas sin motivo.

Es paradójico que los niños,
que por lo general encuentran aburrido dormir,
sean quienes mejor "concilian" el sueño.

Para uno ese proceso es muy improbable.

Cuando nos estamos quedando dormidos,
cuando experimentamos el dulce declive
del descanso y la reparación, es posible
que aparezca en nuestra pantalla onírica
un perro ladrando o una señora
dando instrucciones desesperantes
sobre la forma de abrir un frasco.

Y ahí estamos de nuevo,
sentados en la cama,
mirando una vez más
con el ceño fruncido
las cosas familiares,
la ropa en el respaldo de la silla,
una taza que se quedó en el velador,
el televisor apagado que refleja
una estela de luz de la calle.

Hace un tiempo,
en ese programa de televisión
de los carabineros, mostraban a un tipo
que encontraron durmiendo parado
en un terminal de buses en el sur.

El hombre tenía el sueño pesado,
por lo que los carabineros
debieron zamarrearlo un buen rato
antes de que despertara.

Alguien explicó
que los trabajadores del campo
solían dormir de pie
para matar los tiempos de espera.

No sé si será cierto,
pero entiendo perfectamente
que uno pueda quedarse

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