Sexo, drogas y ¿chocolates?
por Jaime Bellolio
Diario El Mercurio, domingo 17 de abril de 2011
http://diario.elmercurio.com/2011/04/17/reportajes/opinion/noticias/401D1C89-D6AE-4D08-BF12-B8BBD449EF26.htm?id={401D1C89-D6AE-4D08-BF12-B8BBD449EF26}
La famosa proclama de los 70 referida a los excesos de una parte de la
juventud de la época, pareciera querer ser cambiada en su composición
por nuestras autoridades. Es que nada en exceso hace bien, dice la
sabiduría popular.
Nuestro país tiene tasas de obesidad dentro de las más altas de
Latinoamérica y el mundo, y las enfermedades que se relacionan a esta
condición pueden llegar incluso a ser mortales. Por lo mismo, parece
razonable que exista la intención y acción del Estado en mejorar los
hábitos alimentarios de nuestros niños y de las personas en general.
Sin embargo, la propuesta del senador Girardi de prohibir la venta de
dulces y similares a mayores de 14 y estudiantes universitarios es
ideológicamente contradictoria y técnicamente ineficiente. Es decir,
raya en la insensatez.
La contradicción ideológica queda manifiesta, por cuanto un mayor de
14 tiene derecho a la píldora del día después, y otros procedimientos
médicos sin ningún consentimiento de sus padres, pero sí lo
necesitaría para poder llevar un dulce y comerlo en el patio del
colegio. Es decir, para algunos temas -como su sexualidad-, libertad
absoluta y autonomía individual sin considerar sus posibles efectos,
en cambio para otras -como su alimentación-, prohibición total e
intromisión estatal. Una verdadera paradoja progresista.
Como si esto fuera poco, el proyecto es además ineficiente. En efecto,
ésta no es la primera vez, y tampoco será la última, en que el Estado
intente cambiar ciertos hábitos o costumbres de los ciudadanos, como
su alimentación. Y la misma perspectiva histórica nos demuestra que ni
prohibiciones ni mensajes desde lo alto producen los efectos
esperados. Sin embargo, fortalecer y empoderar a las familias y a la
sociedad, para que convencidas de la importancia del cambio lo lleven
a cabo, resulta exitoso. En otras palabras, las decisiones que
producen cambios sociales son más efectivas cuando se toman en grupo
que individualmente, cosa que con la ayuda de las redes sociales en
internet pueden ser potenciadas y reforzadas.
El problema del senador Girardi es que piensa que existe un vacío
entre el individuo y el Estado. Esta forma de mirar el problema no
toma en cuenta que vivimos inmersos en una sociedad y rodeados de
otras personas, donde nuestras decisiones interactúan e influyen en
las decisiones de otros, produciendo modas, tendencias y nuevas
"culturas". De hecho, las ciencias sociales están repletas de libros y
de estudios que profundizan en la interacción social y sus efectos en
la economía, sociología o psicología. Pero sobre todo, es algo de
total sentido común.
Esta idea no es algo nuevo, pero ha vuelto a la palestra al ser
reeditado por diversos líderes y pensadores modernos. Es el caso de la
campaña de David Cameron en el Reino Unido, en la que el eslogan de
"It's the society, stupid!" fue parte central, y hoy insiste en la
idea de una "sociedad grande", aquella que comprende a esas
organizaciones intermedias que no son dirigidas desde el Estado, y que
necesitan ser potenciadas, logrando así mejores decisiones locales,
descentralizadas y sintonizadas con las personas.
Traspasarle el problema de la alimentación a un tercero -el Estado-
resulta fácil, pero es inefectivo y equivocado. Intentar producir los
cambios culturales o de hábitos que mejoren la calidad de vida y salud
de las personas, a través de las mismas personas y familias, va a ser
difícil y trabajoso, pero acertado.
Para cambiar los hábitos de los niños y adolescentes, no necesitamos
más leyes ni más Estado, necesitamos creer más en las personas y en la
sociedad.
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