Nido de golondrinas


por B.B. Cooper
Diario El Mercurio, Día a Día,
Domingo 27 de Febrero de 2011http://blogs.elmercurio.com/editorial/dia-a-dia/nido-de-golondrinas.asp
 
Entre las tejas de nuestra casa de veraneo (arrendada, por cierto),
tía Waverly descubrió un nido de golondrinas. Fuera de sí por la
emoción, me llamó a gritos para que lo viera. Yo estaba en el otro
extremo de la casa, leyendo a Víctor Hugo en una terracita con
espléndida vista al mar. “¡Niño! ¡Niño!”, gritó; y yo pensé que
teníamos otro terremoto... Ahí quedó entonces el autor de “Los
miserables”, y yo corrí en busca de tía Waverly.
Llegué algo jadeante, debo reconocer, pero el cuadro que se abría ante
mis ojos superaba la imaginación más preclara que exhibiera nunca
cualquier pintor impresionista. Con los brazos abiertos y la mirada en
las alturas, mi adorada tía seguía el curso ágil de las golondrinas
intentando entrar en el nido...
Miraba los intersticios del tejado como arrobada, en éxtasis, mientras
dos maravillosas golondrinas blanquinegras sobrevolaban su cabeza
intentando colarse dentro. Hacía una tarde espléndida, el sol brillaba
como el primer día del mundo, y una brisa marina deliciosa amortiguaba
como un elixir antiguo el tiempo y el espacio.
Y entonces pensé: ¿Cuál es la distancia que separa la realidad del
ensueño? ¿Qué delicado tul se alza entre lo que padecemos y lo que
anhelamos? ¿De qué está hecha la realidad, supuesto que exista? El
brillo de los ojos de mi querida tía mirando a esas maternales
golondrinas me ahogó en preguntas; una suerte de avalancha de
interrogaciones epifánicas. La primera de las cuales fue -obvio- si
acaso no había estado leyendo demasiado a Víctor Hugo...

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