por Francisco Rosende Decano de la Facultad de Economía de la Universidad Católica Diario El Mercurio, Cuerpo Economía y Negocios, Columna 'De Puño y Letra', martes 1 de Febrero de 2011http://diario.elmercurio.com/2011/02/01/economia_y_negocios/de_punno_y_letra/noticias/2009B34A-71D5-4EEE-8318-E8B0F64A111A.htm?id={2009B34A-71D5-4EEE-8318-E8B0F64A111A} Después de tres años marcados por la inestabilidad financiera y los temores a una recesión aguda, las economías industrializadas parecieran estar dejando atrás la crisis, transformando así este episodio -denominado por algunos como "el Gran Descalabro"- en un evento significativamente menos profundo que la Gran Depresión de los años 30. Así, en el año pasado las "economías avanzadas" registraron un crecimiento del PIB de 2,7%, de acuerdo a estimaciones del Fondo Monetario Internacional. Para el presente año se proyecta que dicha tasa alcanzará a 2,5%. En lo que se refiere a la economía mundial en su conjunto, el FMI estima un crecimiento de 4,8% el año 2010 y de 4,4% para el año en curso. Para países emergentes -como el caso de Chile- la evolución observada por la economía mundial a partir de fines del 2009 ha sido marcadamente favorable, lo que se ha visto reflejado en un importante crecimiento del PIB de los socios comerciales y un fuerte aumento de los términos de intercambio. Ello en un contexto de abundancia de liquidez global, reflejada en bajas tasas de interés reales y crecientes flujos de capital hacia estas economías. Si bien existen buenas razones para suponer que el riesgo de una depresión global, del tipo observado a comienzos del siglo pasado se redujo drásticamente, no parece prudente pensar que el favorable escenario actual se sostendrá por un período importante. Por el contrario, las bases del proceso de recuperación que observan economías como la norteamericana son aún frágiles, lo que hace recomendable una dosis significativa de cautela, tanto en el diseño de los planes de gasto del sector privado como en lo que se refiere al manejo de las políticas públicas. En efecto, no se puede soslayar que el fuerte crecimiento observado por el precio de las materias primas -dentro de las cuales se incluye el cobre- se explica en buena medida por una sobredosis de estímulo monetario, particularmente en los EE.UU., el que no podrá sostenerse en el tiempo. A lo anterior se añade una situación de importante desequilibrio de las cuentas fiscales en las principales economías, lo que al menos en el caso de EE.UU. no se ha traducido aún en una agenda explícita y coherente de ajuste. A juicio de algunos analistas ello no ocurrirá hasta que no se observe un mejoramiento apreciable en los índices de empleo, lo que amenaza con sostener un cuadro de inestabilidad macroeconómica por un mayor tiempo en dicha economía. Si bien las bajas tasas de interés que ha sostenido la Reserva Federal ayudan al proceso de refinanciamiento de deuda en dicha economía, es muy probable que la intensiva aplicación de una fuerte dosis de estímulo monetario y fiscal haga necesario un importante ajuste de tasas de interés y/o tipo de cambio en el futuro próximo, lo que indudablemente afectará a las economías emergentes. La inevitable aplicación de una estrategia dirigida a eliminar los desequilibrios macroeconómicos que subsisten en EE.UU. trae a la memoria el drástico programa de estabilización liderado por Paul Volcker desde la Reserva Federal, a partir de comienzos de los 80. Esta vez con un importante énfasis en las finanzas públicas. Como recordaremos, este cambio en la política monetaria de EE.UU. de los 80 provocó efectos devastadores en las economías emergentes. Refraseando el célebre libro de Rogoff y Reinhart, podemos decir que, al menos para Chile, "esta vez será diferente". En efecto, esta vez tenemos un mercado financiero sólido y desarrollado, lo que marca una diferencia esencial. Sin embargo, a ello debe añadirse un manejo prudente de las holguras que genera un ciclo favorable de términos de intercambio y acceso al crédito externo, lo que ciertamente no es trivial, considerando las expectativas que promueve un cuadro de fuerte crecimiento de la actividad y el empleo. Distinguir entre las veleidades de un ciclo económico y las tareas de largo plazo es una condición esencial para sortear las turbulencias que probablemente enfrentará la economía mundial, como también lo es para dar un salto definitivo al desarrollo. Esta vez debe ser diferente.
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