en el diario El Mercurio a lo largo de febrero de 2011. (Hasta el vi 25/02/2011, por el momento; una columna y algo así como 25 cartas) en que participan, entre otros, Agustín Squella, Álvaro Fischer, Francisco Claro, Alfonso Gómez y Sergio Melnick... Se agregó la dirección en internet que incluye la discusión en los blogs respectivos. No están en orden cronológico. No todas las cartas tienen la misma relevancia en el debate, pero cada uno puede escoger el orden y jerarquía que prefiera.] El gran diseño por Agustín Squella Viernes 04 de Febrero de 2011http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/02/04/el-gran-diseno.asp A propósito del universo, de nuestra galaxia, del sistema solar del que formamos parte, del planeta Tierra en particular, y de la existencia en éste de condiciones para la vida, es posible constatar algo así como un diseño. Incluso -como titula Stephen Hawking su último libro- es razonable hablar de "El gran diseño". Sin embargo, la tesis del físico británico es que ese diseño no requirió de la intervención de ninguna divinidad. Hombres y mujeres podrán seguir creyendo que en el origen, desarrollo y término de todo cuanto nos rodea están la presencia e intervención de un Dios que los creó como seres excepcionales dentro del ámbito más vasto de lo que llamamos universo. Es probable que al exhalar su postrer suspiro el último hombre pronuncie un solo nombre, el de Dios. La fe en un ser superior es indestructible y nadie está tampoco por destruirla, al menos no Hawking ni su colaborador en este libro, el doctor en física y guionista de cine Leonard Mlodinow. Lo que ambos sostienen es que la creación del universo y las propiedades afortunadas de nuestro sistema solar que permitieron el desarrollo de formas sofisticadas de vida -entre ellas la humana-, y que otros toman como pruebas de la existencia de Dios, son hechos y circunstancias en parte azarosos y en parte gobernados por leyes, y nada evidencia que tengan que ver con veleidades y caprichos de dioses o de demonios. El diseño aparentemente milagroso de formas vivas pudo resultar sin la intervención de un Ser Supremo, tal como en su hora explicaron Darwin y Wallace, y la astrofísica actual está mirando incluso más allá de nuestro universo, así como antes fue capaz de mirar más allá de la Tierra, más allá del sistema solar del que ella forma parte y más allá de la galaxia en que ese sistema se encuentra, para darse ahora de narices con la existencia de múltiples universos. Cientos de millones de estrellas en una misma galaxia, cientos de millones de galaxias en nuestro universo y, ahora, probablemente, cientos de millones de universos, todo lo cual da cuenta del insignificante y afortunado punto que ocupamos como residentes de un pequeño planeta ubicado en los suburbios de una modesta galaxia, hasta el punto de que bien podríamos ser unos simples convidados de piedra en la vastedad inconmensurable del cosmos. La hipótesis del multiverso, si bien aún no verificada, transformaría en un islote apartado no sólo a la Tierra, al sistema solar del que forma parte y a la galaxia en que este último se encuentra, sino a nuestro propio y completo universo. Un islote en medio de un conjunto hasta ahora insospechado de universos paralelos, gobernados posiblemente por leyes distintas, aunque el término "multiverso" fuera utilizado ya en el siglo XIX por William James y resulte frecuente hallarlo también en el frío género literario de la ciencia ficción. Hawking suscribe la hipótesis del multiverso y considera que ella pone contra las cuerdas a las creencias religiosas. El cardenal arzobispo de Viena, Christoph Schönborn, cree que se trata sólo de una perversa invención para eludir las evidencias a favor de un diseño inteligente, de origen divino, inmanente a la naturaleza. Y hay también astrofísicos creyentes que no sólo admiten la plausibilidad de la hipótesis, sino que declaran que ella fortalece la prueba de la existencia de Dios. Por lo mismo, tienen razón quienes sostienen que la idea del multiverso alienta tanto la imaginación científica como la de tipo religioso, puesto que ambas encuentran ahora un campo mucho más amplio donde elucubrar y disputar, prolongando de ese modo la antigua, inevitable y beneficiosa tensión entre el pensamiento y los hallazgos de la ciencia y el anhelo y los dogmas de las religiones. Cartas Fernando Ugarte Vial Domingo 06 de Febrero de 2011http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/02/06/dios-o-azar.asp Señor Director: Agustín Squella intenta disuadirnos, una vez más, de que el origen del Universo es obra del azar, y no de Dios. Cabe señalar que el concepto de azar no es propiamente el de una causa, sino que alude a la producción de un efecto o al surgimiento de alguna realidad que no se explica por el orden causal que se está considerando, pero esa realidad no carece de causa, porque nada puede pasar del no ser al ser por sí mismo; la coincidencia se debe a otro orden causal, que no estaba en nuestra mira, y que viene a conectarse con el primero. Ahora bien, ¿qué causa la coincidencia o conexión de ambos órdenes causales?, porque también eso ha de tener una causa. Es la causa primera, la independiente, Dios Creador, que se compara a sus creaturas como un artífice a sus artefactos —según el decir de santo Tomás—, y que tiene en su mente el plan del gobierno del universo: la Ley eterna. Ella dirige todos los actos y movimientos al bien común de éste, que es la participación de todas las creaturas en la bondad de Dios y la manifestación de su gloria. La aplicación de la Ley eterna a un caso particular en el gobierno del mundo se llama Divina Providencia. Como dice Aristóteles, no existe el azar en sí, sino que es algo que depende de la inteligencia que rige el universo: no se podría hablar de azar si no hubiera causalidad, leyes naturales e inteligencia rectora, como no se podría hablar de moneda falsa si no hubiera moneda verdadera. Cartas Manuel Uzal Lunes 07 de Febrero de 2011http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/02/07/dios-o-azar-1.asp Señor Director: A propósito de la discusión sobre el origen del universo, parece haber una coincidencia: éste parece obedecer a un "diseño", vale decir, a un plan o proyecto predefinido. La pregunta que surge es: ¿Cuál es el origen más lógico para ese diseño? Las respuestas que se han dado son dos: una inteligencia creadora o el mero azar. Dado que todo plan o proyecto supone un "alguien" que lo elabore -o diseñe-, parece poco probable que "algo" como el mero azar esté detrás de todas las leyes y formas sofisticadas de vida que a diario contemplamos y descubrimos en la creación. Cartas Agustín Squella Martes 08 de Febrero de 2011http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/02/08/el-gran-diseno-1.asp Señor Director: A raíz de las reacciones que produjo mi columna, y junto con recomendar la lectura del libro de Hawking del mismo título, cabría señalar que, paso a paso, y desmintiendo multitud de relatos mitológicos y religiosos que sostienen todo lo contrario, la ciencia moderna ha demostrado que el planeta que habitamos es sólo un ínfimo detalle en la inmensa jardinería del Universo, lo cual produce una comprensible angustia en seres habituados durante milenios a creer que constituíamos una especie única que ocupaba un lugar central y privilegiado en medio del Universo. Una angustia que se acrecienta ahora con la posibilidad de que existan muchísimos universos paralelos regidos por leyes diferentes a las del nuestro. Pero bien podríamos atemperar esa angustia con la satisfacción de alcanzar el conocimiento y abandonar la oscuridad y el error. Todo lo que sostiene Hawking es que el Universo tiene un diseño y que la gracia de la ciencia es que puede llegar a comprenderlo, sin necesidad de echar mano de la hipótesis de un Dios creador, mediante el descubrimiento de leyes indiferentes, finamente ajustadas entre sí, y que no se encuentran a merced de uno o más seres sobrenaturales. Todavía más: cree el físico británico que la ciencia llegará a explicar no sólo cómo se comporta el Universo, sino también por qué, jubilando de paso no únicamente a las religiones, sino también a la filosofía. Gústenos o no, los científicos, no otros colectivos humanos, "se han convertido en los portadores de la antorcha en nuestra búsqueda de conocimiento", lo cual no excluye que algunos, o tal vez muchos, prefieran no saber y continuar anclados en visiones del Universo y de la vida humana que les resulten más consoladoras que aquella que proporciona la actitud científica de mirar la realidad a la cara. Cartas Álvaro Fischer Martes 08 de Febrero de 2011http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/02/08/dios-o-azar-2.asp Señor Director: El señor Fernando Ugarte Vial (carta publicada el domingo), en polémica respecto de las causas del origen del universo con Agustín Squella, afirma que todo debe tener una causa, que "nada puede pasar del no ser al ser por sí mismo". Posteriormente, agrega que hay una causa primera e independiente: Dios Creador, que, se entiende, es el que hizo pasar del "no ser" al "ser" a todas las creaturas del universo. Pero, si nada puede pasar del no ser al ser por sí mismo, ¿qué es lo que hizo aparecer a Dios? ¿Por qué el señor Ugarte vulnera el principio citado la primera vez que intenta aplicarlo? Debo concluir, entonces, que la afirmación de que Dios es la causa primera e independiente de todo, no es una consecuencia de los principios descritos por el señor Ugarte, sino tan sólo un postulado que él propone, que no se sostiene en nada más que su propia "creencia". Cartas Francisco Claro Viernes 11 de Febrero de 2011http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/02/11/el-origen-y-dios.asp Señor Director: La existencia de Dios no se pone en juego por la necesidad o no de un creador en el acto de inicio del universo. Si alguien dice "no necesito a Dios para explicar el origen", no está afirmando que Dios no existe, sino sólo que bastan las leyes de la física para explicar ese origen y lo que sigue. Donde aparece más genuinamente la pregunta acerca de Dios es en la interrogante "¿de dónde vienen las leyes de la física?". Lo verdaderamente misterioso son esas leyes, ese orden universal que se ajusta tan sorprendentemente al lenguaje matemático, y el que seamos capaces de hacer un relato preciso y detallado de cómo ha evolucionado la materia desde el origen de acuerdo a tales leyes. En una palabra, como decía Einstein, que el universo sea "comprensible". Si uno encuentra tirado un libro titulado "Veinte Poemas de Amor y una Canción Desesperada", la existencia de Neruda no se pone en juego por el objeto en las manos ni las manchas de tinta en sus páginas, sino por el hondo significado y singular belleza de las palabras que usa y combina. Cartas Álvaro Fischer Domingo 13 de Febrero de 2011http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/02/13/el-origen-y-dios-1.asp Señor Director: Aunque, como correctamente argumenta Francisco Claro en carta publicada el viernes 11, si la ciencia tiene una explicación de la creación del universo que no requiere invocar a Dios, ello no implica su inexistencia, tampoco implica lo contrario. Si, por otra parte, la pregunta sobre Dios surge del misterio de la mera existencia de las leyes de la física, como sugiere Francisco y, en consecuencia, el Dios resultante sólo permite resolver ese misterio, entonces lo que aparece no es el Dios que los seres humanos buscan -uno que intervenga en sus asuntos mediante orientación moral, consuelo, ayuda o apoyo-, sino uno ausente, que no sirve a los propósitos religiosos de la mayoría. Si Dios sólo sirve para explicar el universo, se trata de una explicación ad hoc que nada explica en verdad. Es como develar los misterios sin resolverlos. Con todo, la ciencia tampoco tiene hoy una explicación total del universo ni está en condiciones de resolver todas las preguntas. Si es así, si ni Dios ni la ciencia proveen de una explicación que responda las preguntas, ¿cómo enfrentar esa situación? Hay al menos dos formas: una es la de quienes prefieren seguir creyendo en una explicación divina, de arriba hacia abajo, pues eso les satisface y no les produce inconvenientes intelectuales; y la otra, es la de quienes pensamos que la mejor forma para entender el mundo la provee el método científico, que pacientemente avanza de abajo hacia arriba, mediante la formulación de modelos sustentados en conceptualizaciones crecientemente más apropiadas, contrastables con la evidencia empírica, cuyos resultados se someten a la aprobación de los pares, en un incesante camino por entender la realidad como un todo, aunque no se sepa si se llegará finalmente a ello. Cartas Francisco Claro Martes 15 de Febrero de 2011http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/02/15/el-origen-y-dios-2.asp Señor Director: Cuando la pregunta acerca de Dios se hace en relación con la existencia de la materia, su enfoque adecuado es el origen de las leyes de la física que la gobiernan. Pero si se hace en relación con el fenómeno humano, entonces conviene agrandar la pregunta, porque la afirmación de que el hombre es una consecuencia de sólo las leyes de la naturaleza ya implica una postura -la llamada posición reduccionista-, y las preguntas fundamentales deben ser anteriores a las posturas ideológicas. En mi carta del viernes 11 me referí sólo a la "pregunta chica" abordada en estas columnas -la del origen del universo-, y no fue mi intención hacer afirmación alguna acerca de la relación de Dios con los hombres y mujeres de este mundo, como la que lee entre líneas Álvaro Fischer, según su aporte del 13 de febrero. Si nos vamos a la "pregunta grande", la del hombre, entonces hay que hablar de conciencia, libertad y otros temas delicados que difícilmente caben en el breve formato de estas cartas. Con su lucidez habitual, Álvaro nos plantea como alternativas de acceso a la verdad la religión y la ciencia, suscribiendo explícitamente esta última. Con sorprendente certeza, el método científico nos ha permitido comprender muchas cosas acerca de la naturaleza, incluido el estado actual del universo como resultado de una larga evolución todavía en desarrollo. Sin embargo, aún hay grandes vacíos, como el inicio mismo, que parece evadirse obstinadamente, oculto en alguna escurridiza y desconocida teoría que permita tratar el primer instante de manera confiable. Otros grandes vacíos más cotidianos que no explica aún el método científico son, claro, la belleza de una flor o la de una cantata de Juan Sebastián Bach. Haciendo un gran acto de fe en este método, sin embargo, supongamos que los vacíos se irán llenando. La comprensión de la naturaleza y del fenómeno humano se perfeccionará paso a paso, salvo en un aspecto: su sentido. El método no alcanza el sentido de las cosas, vacío inmenso que algunos llenan asegurando simplemente que no lo hay, y otros, haciendo ese otro gran acto de fe que es aceptar un Dios creador, activo en la historia personal. Estos dos actos de fe no son excluyentes, pudiendo alguien que cree en Dios creer también en el método científico, y apoyarse en ambos en su búsqueda personal de la verdad. Cartas Álvaro Fischer Jueves 17 de Febrero de 2011http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/02/17/el-origen-y-dios-3.asp Señor Director: La carta de Francisco Claro del martes 15 es un magnífico esfuerzo por sintetizar los problemas involucrados en la discusión sobre el origen y Dios. Aun a riesgo de abusar de sus lectores, me permitiré usarla como excusa para agregar algunas reflexiones que intenten explicitar el nudo de nuestras diferencias. Francisco sostiene que mi punto de vista -asumir que el origen de las leyes de la física y el de los seres humanos son preguntas pertenecientes al mismo ámbito- es una postura ideológica, pues implica tomar posiciones antes de responder las preguntas. Y tiene razón. Pero, la postura contraria, la que él asume, es decir, que el ámbito de la física y el de los seres humanos y su sentido, son ámbitos distintos, también es, en el lenguaje de Francisco, una postura ideológica, un supuesto antes de responder las preguntas. Es que no hay cómo comenzar a buscar respuestas sin partir con postulados iniciales, en este caso, materiales o divinos. Mi posición es materialista y monista; reduccionista, como dice Francisco, pero en el sentido preciso y razonable que le asigna el filósofo Daniel Dennett al término. La suya me parece una postura dualista -que separa cuerpo y mente, cerebro y conciencia, materia y alma-, como si fueran sustancias de esencias distintas, o alguna variante de esa postura. La materialista se construye de abajo hacia arriba; la otra, de arriba hacia abajo. Ambos son puntos de partida posibles. Sin embargo, la mirada materialista, que es la de la mayoría del mundo científico, a pesar de no haber logrado obtener todas las respuestas aún, presenta una cosmovisión en permanente avance, capaz de unificar el ámbito de la física y sus leyes con el ámbito de la vida y sus significaciones y propósitos, coherente en lo epistemológico y consistente con la evidencia empírica. En cambio, la postura dualista no sólo tiene que hacerse cargo de probar qué es aquello que está fuera del ámbito material (o afirmarlo como axioma), sino que cuando le adscribe al Universo un origen divino, termina proponiendo como explicación de su origen a un Dios que, o bien no interfiere con los asuntos humanos, pues sólo creó el mundo y sus leyes, y, por lo tanto, no satisface las motivaciones religiosas de quienes son creyentes, o bien interviene en sus vidas, y se transforma en una postura incompatible con las leyes de la física, así como con las de la biología. Por eso es que para comprender el mundo, muchos hemos preferido tomar como punto de partida el método científico ("fe" en la ciencia, como dice Francisco), pues su consistente progreso sobre la base de hipótesis tentativas falsables, resultado del esfuerzo colectivo y sistemático de tantas personas a través de los últimos siglos, se funda en nuestras capacidades humanas para extraer regularidades de lo que observamos, sin recurrir a respuestas divinas ad hoc que no podemos verificar empíricamente, y que nada agregan como explicación, salvo explicarlo "todo" como un axioma único, mediante un acto de fe no desafiable. Cartas Francisco Claro Lunes 21 de Febrero de 2011http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/02/21/el-origen-y-dios-i-2.asp Señor Director: En carta anterior me refería a la "pregunta grande" en el contexto de la existencia de Dios como aquella que incluye no sólo a la materia inanimada, sino también al fenómeno humano. Hasta ahora la física como tal se ha ocupado de la "pregunta chica", que se refiere a la materia y su comportamiento, sin intentar abarcar manifestaciones tan complejas como la conciencia y la libertad, atributos totalmente ausentes en una piedra o en un copo de nieve, por organizado que aparezca en su geometría fractal. Para profundizar algo en la cuestión grande pregunto, ¿qué es la libertad? Cuando elegimos algo entre varias opciones, ¿violamos acaso alguna ley de la física? Mis acciones, esta carta por ejemplo, ¿están determinadas desde el Big Bang, de modo que la alternativa de escribir esto o aquello es una mera ilusión? ¿Permiten las leyes del mundo perceptible que habitamos la existencia de una auténtica libertad? Y respecto a la conciencia, ¿qué es? ¿Tiene una mosca algún grado de conciencia? ¿Y un delfín? Y si lo tuvieran, ¿cuál es la naturaleza de la brecha con nuestro lenguaje y razón? Se trata de preguntas abiertas que el hombre común hoy responde más desde un paradigma que desde una racionalidad fundada. En estos dominios -la conciencia y la libertad- la física ocasionalmente ha tenido hallazgos relevantes, pero está muy lejos aún de demostrar que nos entregará las respuestas finales. Personalmente, me intriga por ejemplo la posibilidad de que el hombre se comprenda cabalmente a sí mismo. ¿No habrá un principio por ahí al interior de la propia ciencia, no descubierto aún, que lo impida? Ante este escenario incierto, y aun siendo la física mi profesión, me inclino hoy por un mundo en el cual los paradigmas "método científico" y "presencia divina" se consideran de auténtico valor. No soy partidario de visualizarlos como alternativas excluyentes, aunque sí considero que sus ámbitos de búsqueda son planos diferentes que no deben confundirse. Incluso en lugares de sutil encuentro -como ese punto singular que llamamos "origen del universo"- puede haber aportes a la verdad desde ambos planos si se mantiene el principio de que una visión no debe invadir autoritariamente el territorio de la otra. Contemporáneamente la ciencia nos ha traído muchas cosas buenas, como un fundado relato de la evolución del universo y una medicina que ha duplicado la expectativa de vida en pocas décadas. Y la creencia en Dios también, como esa pasión del Padre Hurtado que hizo posible el Hogar de Cristo, o una Teresa de Calcuta que dedicó ejemplarmente su vida a los más pobres en la India. Si respetamos los diferentes ámbitos en que se manifiestan y nos mantenemos alejados de sus peores expresiones -las armas nucleares en el caso de la ciencia o los desmesurados fanatismos en el caso de las religiones-, creo que ciencia y fe pueden andar juntas ayudando al ser humano como especie, así como en su búsqueda íntima de explicación y sentido. Cartas Alfonso Gómez M. Domingo 20 de Febrero de 2011http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/02/20/a-ciencia-cierta-tercera-via.asp Señor Director: El intercambio epistolar entre Francisco Claro y Álvaro Fischer figurará en mi recuerdo -y en el de muchos- como una rica y nutritiva instancia del verano 2011. El sempiterno duelo entre el creyente y el no creyente, articulado por cada uno de ellos con lucidez, pasión, elegancia y el más completo respeto por el ocasional contendor, contrasta con la vulgaridad y las descalificaciones a las que nos tienen habituados la política, el fútbol y la farándula, las tres grandes fuentes de enfrentamientos en nuestra sociedad durante el año completo. En la fina contienda entre el físico-músico defensor de la existencia de Dios y el ingeniero-matemático que la niega, permítaseme alzar la voz en el nombre de los que pertenecemos al involuntario limbo de los agnósticos, quienes declaramos no contar estructuralmente con los elementos necesarios para dirimir a ciencia cierta esa disyuntiva. He intentado tomar partido por uno u otro bando cada noche y cada día de mi vida, desde que tengo conciencia de mí mismo: observando el cielo, releyendo viejos y nuevos libros, intentando seguir los alucinantes desarrollos de la física contemporánea, acudiendo incluso a la perspectiva que desde la meditación y la biología nos ofrece el inolvidable Francisco Varela; pero vuelvo una y otra vez al mismo ángulo, como viajando por una espiral donde lo único que me surge es declararme asombrado y agradecido por esta entrada gratis al breve e insondable espectáculo de lo humano. En este sentido, el limbo epistemológico no debe llamar a desprecios ni a compasiones. Está de nuestro lado la así llamada "intuición" como consuelo, y -cuando no alcanza con ella- es siempre posible hacer un guiño al sentido del humor. (¿De qué otra cosa se ha nutrido don Nicanor Parra durante su larga y fértil existencia?). No es tan malo admitir desde el asombro la pequeñez y la inmensidad de nuestra condición humana; simplemente que no sabemos y que tal vez nunca sepamos, a "ciencia cierta", gracias a Dios... Cartas Sergio Melnick Martes 22 de Febrero de 2011http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/02/22/el-origen-y-dios-6.asp Señor Director: Comparto en plenitud las opiniones de Francisco Claro. Si el ser humano es parte inseparable del universo, una física que no explique esa parte del universo es francamente muy incompleta. La gran teoría unificada que buscamos, no sólo debe unir el cosmos con la estructura de la materia, sino también el paso intermedio a escala universal, que es el ser humano. Epistemológicamente, sin embargo, una parte nunca podrá entender el todo. O, como señaló el teorema de la incompletitud de Gödel, un sistema lógico no se puede explicar a sí mismo. Se necesita una meta matemática. Se necesita la pregunta de la fe, del misterio absoluto. No basta con que la física sea coherente desde el big bang -como sostiene Hawking-, se necesita la respuesta del porqué. Y se necesita simplemente, porque existe desde siempre, no la podemos olvidar. El deseo del ser humano de llegar a entenderse racionalmente a sí mismo no tiene destino realmente auspicioso. El mayor misterio del universo es precisamente que haya misterio, es que nos hagamos preguntas tan curiosas como la libertad, el origen, o la existencia de Dios. Es decir, que nos preguntemos el porqué. La ciencia no está realmente interesada en esa pregunta, sino más bien en el cómo, el cómo funcionan las cosas. La ciencia dice que a iguales causas, iguales efectos. Pero las causas nunca serán exactamente iguales, porque necesariamente ocurren en tiempos distintos, y en un universo que es diferente en cada instante. Es como el dicho de Heráclito, no se puede cruzar el mismo río dos veces. La ciencia busca verdades universales, pero el hombre tiene experiencias fenomenológicas únicas, y se pregunta el porqué, que es universal, y que es lo que nos une. La ciencia se pregunta por lo verdadero y lo falso. La fe por el bien y el mal. Lo verdadero no es idéntico al bien. Las actuales clonaciones experimentales de seres humanos hacen verdadero ese conocimiento, pero no necesariamente hacen bien. La ciencia es necesaria, pero el cultivo de los valores es indispensable para la real sobrevivencia. Los valores provienen de la pregunta del porqué, no del cómo. En fin, cualquiera sea el mejor camino, lo primero es felicitarlos por mantener este debate que ilumina un poco más que la farándula y la política. Lo segundo, es que sólo la tolerancia y la altura de las ideas -como es esta amable conversación de los lectores- serán las que produzcan los mejores resultados. Cartas Ramón Florenzano Urzúa Director de Investigación UDD Jueves 24 de Febrero de 2011http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/02/24/el-origen-y-dios-8.asp Señor Director: En la última semana se han intercambiado interesantes y polémicas ideas acerca de la necesidad del concepto de Dios para explicar el origen del hombre. La visión de Álvaro Fischer, así como la de Agustín Squella, replantean la ilusión iluminista del siglo XIX sobre la posibilidad de explicar los misterios que nos rodean desde la ciencia. Darwin, Marx y Freud fueron una triada ilustre que marcó al siglo XX con los avances que gatillaron en biología, sociología y psicología, y seguirán dando frutos en el futuro. Caen, sin embargo, sus epígonos del siglo XXI en la misma falacia que sus maestros del XIX: tener teorías acerca del comienzo no explica lo que sucede en los individuos o sociedades adultas. El saber, gracias a Freud, acerca de la importancia del desarrollo temprano y del rol del apego materno en la mayor o menor estabilidad emocional adulta no implica que sepamos cómo tratar a los adolescentes drogadictos. La falacia genética, en psicoanálisis, consiste en creer que si sabemos de dónde viene un conflicto neurótico, podemos sanar a la persona. La teoría social marxista plantea que si conocemos el origen de los conflictos entre los grupos sociales, podemos lograr una sociedad estable y justa agudizando la lucha de clases. Los iluministas del siglo XX que hicieron la promesa incumplida del dominio material de la realidad -y de la sociedad- plantearon tal como sus epígonos actuales que no se necesita a Dios ni para explicar el origen ni para tener una sociedad tolerante y justa. Tal como una intervención externa es un elemento posible para explicar el origen de las especies (o de nuestra especie), para comprender el desarrollo social puede ser necesaria una ética no autosustentada, sino basada en una teología. Si uno sigue al pie de la letra a Darwin, a Freud o a Marx, llega a fenómenos que hemos vivido en el siglo que termina: la supervivencia de los más fuertes, la sociedad narcisista de Occidente o la tragedia de los socialismos reales. Es importante reconocer la necesidad de un apoyo mutuo de la ciencia y la religión. Tal como la Iglesia Católica posibilitó el surgimiento de la ciencia después del Renacimiento, una actitud de respeto mutuo puede permitir el desarrollo de individuos y sociedades estables en el siglo que comienza. Cartas Sergio Rillón Viernes 25 de Febrero de 2011http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/02/25/el-origen-y-dios-9.asp Señor Director: En torno al epígrafe de estas líneas se han venido publicando en esta sección cartas que en definitiva enfrentan posiciones antagónicas entre quienes afirman la existencia de Dios y su acción creadora del universo y quienes la niegan bajo distintos aspectos. Quienes han escrito, lo han hecho con argumentos que quieren ser serios y a veces extremadamente densos tanto desde el punto de vista religioso, filosófico y científico. El tema es inmenso e imposible de reducirse al espacio de una carta. No pretendo adentrarme en la densidad de los argumentos expuestos. Frente a ellos me ha tocado la suerte de encontrarme precisamente en estos días con algunas lecturas refrescantes de la liturgia de la misa. Las dos primeras se expresan por San Pablo, el único Apóstol designado por Cristo ya resucitado, que en la carta a los Hebreos expresa: "sabemos que la Palabra de Dios configuró el universo, de manera que lo que está a la vista no proviene de nada visible". El mismo Apóstol, dos días después, en la misma liturgia, pero ahora en carta a los Corintios, señala: "Si alguno de vosotros se cree sabio en este mundo, que se haga necio para llegar a ser sabio. Porque la sabiduría de este mundo es necedad ante Dios, como está escrito: 'Él caza a los sabios en su astucia'. Y también: 'el Señor penetra los pensamientos de los sabios y conoce que son vanos'". Cristo, por su parte, en el Evangelio de San Mateo, expresa: "Yo te bendigo, Padre, Señor del Cielo y de la Tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios y a inteligentes y se las has revelado a pequeños". Qué angustiosa aparece la situación de los ateos que en determinados puntos esenciales llegan de la nada a la nada. Este pesado encierro obliga a grandes esfuerzos de esclarecimientos que les sean suficientes. En este sentido, digno es de mencionar una obra de gran enjundia bajo el título "El Mundo, creación de Dios", de Johann Auer, en una obra que realizó con Joseph Ratzinger. (Edit. Herder, Barcelona, 1979.) Cartas Agustín Squella Miércoles 16 de Febrero de 2011http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/02/16/el-origen-y-dios-i.asp Señor Director: Tiene razón Francisco Claro cuando afirma, en carta de ayer, que hay vacíos tanto de conocimiento como de sentido. Pero no parece un destino digno para las religiones que vivan de tales vacíos, etiquetando cada uno de ellos con la palabra "Dios", hasta el momento en que el método científico elimina alguno de los vacíos de conocimiento, como lo hace constantemente, o la autonomía de las personas decide sobre las cuestiones de sentido, como también hace crecientemente, sin refugiarse en el espejismo de Dios. Recuerdo que en una de las conferencias que Claudio Magris dio en Chile, éste nos recordó que la vida de cada individuo no es más que un brevísimo haz de luz entre dos inconmensurables oscuridades -la que precedió a su nacimiento y la que se producirá luego de su muerte-, pero que, entretanto, "bien podemos tomarnos un vaso de vino", donde "vino" no alude a ese exquisito licor que hacemos de las uvas, sino a todo aquello por lo que cada persona opta para dar algún sentido a su vida. Un sentido que bien puede escamotearse adjudicándolo a Dios o ser buscado de manera consciente por cada individuo, admitiendo la posibilidad de que lo establezca sólo a medias (que será siempre lo más probable) o que lo ignore e incluso lo cancele del todo. Cartas Dr. Santiago Ibáñez Langlois Miércoles 16 de Febrero de 2011http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/02/16/el-origen-y-dios-ii.asp Señor Director: A sabiendas de que este es el gran tema de la humanidad, me atrevo a sugerir modestamente algunos puntos de reflexión: 1. El método científico en el cual creo, y es parte de mi vida cotidiana, intentará con el paso del tiempo (años, siglos, millones de años?) develar con cada vez más certeza la explicación de cómo sucedió el inicio del universo. Y la ciencia efectivamente podría no necesitar a Dios para la explicación de "cómo" sucedieron esa secuencia de hechos. A eso se aboca la ciencia: sólo a explicar cómo sucedieron. No a explicar "por qué" sucedieron. En ese detalle hay un salto cuántico: sólo la filosofía y la teología sugieren el porqué e intuyen la existencia de Dios. No le corresponde a la ciencia demostrar su existencia o inexistencia, no tiene armas ni nunca las tendrá para ponerle punto final a esta interrogante. Un "antes del Big Bang" es la nada, sin tiempo ni espacio, y los creyentes creemos en un Dios que está más allá de las dimensiones tiempo/espacio, y de la creación de la materia. 2. Es cierto que para dicha explicación científica, lo que nos deja atónitos son las fuerzas de la naturaleza (desde la fuerzas nucleares que organizan a las partículas subatómicas, hasta la gravitacional que ordena el universo cósmico de galaxias, etc.), que son las mismas que facilitan el ordenamiento y la evolución de la materia biológica y bioquímica, tan absolutamente maravillosa que nos permite lo que sucede en este instante: que un individuo persona exprese unas ideas abstractas comprensibles por otros y discutan sobre ello. De la nada a la complejidad más sorprendente. Si a la disyuntiva azar o no azar, la respuesta intuitiva, nunca demostrable por método científico alguno, corresponde al saber humanista y no científico. Por último, me parece sensato que los que creemos en un Dios sobrenatural y todopoderoso, no intentemos ponerle el pie encima a los agnósticos, por la suerte de tener fe o el extasiarse por el orden del universo; eso no basta para barrer con toda duda existencial. Sólo creemos en una intuición que nos parece humildemente certera, racional y maravillosa. Cartas Pedro Pablo Correa Fontecilla Sábado 19 de Febrero de 2011http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/02/19/el-origen-y-dios-5.asp Señor Director: Quiero felicitar a Francisco Claro y a Álvaro Fischer por la altura y profundidad del intercambio epistolar que han titulado El origen y Dios, como asimismo a "El Mercurio" por su publicación. Con la intención de colaborar con aquellos lectores menos versados en estos temas, he puntualizado aquellos aspectos más relevantes de la controversia. 1º La religión y la pregunta sobre Dios nace de la incógnita sobre si la vida tiene o no sentido (preguntas grandes, según Francisco Claro), y no para responder sobre el origen del hombre o del universo (pregunta chica). 2° La principal, aunque no la única, pregunta sobre el sentido es sobre la muerte y su significado. En esta misma línea, Camus, lúcidamente, afirmó que "juzgar si vale la pena o no vivir la vida es responder a la pregunta fundamental". 3º Del punto anterior se desprende que la religión nace, al contrario de lo que afirma Álvaro Fischer, desde abajo, desde una realidad que angustia. 4º Con respecto a las preguntas grandes, la verdad es que la ciencia hasta ahora no ha hecho nada para responderlas. 5º Con respecto a la pregunta chica, se puede afirmar con cierta certeza que la ciencia sólo se articulará con Dios cuando responda la pregunta ¿por qué hay algo, y no la nada? (siendo esos "algo" las leyes naturales de la física, la energía, los universos paralelos, o lo que sea que exista). 6° Para el cristianismo, la única intervención probada de Dios en la Tierra fue la Encarnación; o sea, no fue una intervención de Dios desde fuera del mundo y, por tanto, de la ciencia, como quiere Álvaro Fischer que actúe Dios para demostrar su existencia, sino que fue una intervención desde dentro, desde la realidad del hombre. Esta intervención divina tuvo como objetivo responder a la pregunta "si vale o no la pena de vivir la vida", y no de responder a la pregunta sobre el origen del universo. Cartas Hernán Echaurren Vial Viernes 18 de Febrero de 2011http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/02/18/el-origen-y-dios-4.asp Señor Director: En su carta de ayer, don Álvaro Fischer nos declara su postura materialista "capaz de unificar el ámbito de la física y sus leyes con el ámbito de la vida, coherente en lo epistemológico y consistente con la evidencia empírica". Veamos entonces qué nos dicen hoy las leyes de la física y la evidencia científica respecto del origen del universo. En primer lugar, debemos considerar la universalidad de la Segunda Ley de la Termodinámica, que nos indica que el universo necesariamente tiene que haber tenido un principio. La evidencia empírica de este principio es el Big Bang , proceso ampliamente aceptado por la comunidad científica como el modelo cosmológico válido. Por otro lado, tenemos la universalidad de la relación causa-efecto en el mundo natural. Todo lo que observamos en el mundo natural está sujeto a esta relación; por lo tanto, el universo también tiene que ser el resultado de una causa anterior, fuera del ámbito de lo natural, de un creador. Al no aceptar esta realidad basada en la evidencia científica, tendríamos que atribuir al universo características propias de una deidad como el ser capaz de crearse a sí mismo o crear orden a partir del desorden, lo que sería una forma de panteísmo. O tendríamos que afirmar que el universo ha existido siempre o que el universo se generó espontáneamente de la nada, lo que se contradice con las leyes de la física, la lógica y la evidencia empírica. En definitiva, las leyes de la física y la evidencia científica apuntan hacia la existencia de un creador y contradicen una postura materialista como la que postula el señor Fischer. Cartas Karin Ebensperger Ahrens Miércoles 23 de Febrero de 2011http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/02/23/el-origen-y-dios-7.asp Señor Director: En relación con el interesantísimo intercambio de opiniones que se ha publicado en "El Mercurio" sobre la supuesta contradicción entre el pensamiento científico y la creencia en Dios, quisiera recordar el gran aporte de Grecia. El griego fue el primer pueblo antiguo que separó el mito del logos, todo un cambio para la humanidad, regida hasta ese entonces por teocracias que no permitían desafiar las verdades impuestas por los sacerdotes o las tradiciones. Así desarrollaron la filosofía (amor a la sabiduría). Reconocieron que los dos ámbitos tienen un rol fundamental y distinto. Mientras el pensamiento mitológico se refiere al alma humana y su relación con lo divino, el logos o conocimiento permite hacer las preguntas sobre el origen del universo y de la vida a través de métodos científicos. Ninguno es superior, son ámbitos diferentes, como lo son el amor y el raciocinio. Lo destacable es que existió una sociedad que aceptó el desafío de la duda al orden impuesto, aunque hubo momentos de excepción, como cuando el gobierno de Atenas le impuso a Sócrates la muerte con cicuta por alterar el raciocinio aceptado en ese momento. El hecho es que prevaleció la filosofía de cuestionar las supuestas verdades por la vía de demostrar sus contradicciones. Los griegos nos dejaron las grandes preguntas y la reflexión, esencia de la condición humana tantas veces conculcada. Sus llamados teoremas eran saberes integrales (a diferencia de la especialización actual), que incluían nociones de matemática, geometría, psicología, astronomía y muchas formas de aproximarse al mundo y al conocimiento. Los presocráticos eran notables en sus reflexiones sobre el arqué (el origen, de ahí arqueología), y así, Tales de Mileto habló del agua como principio de toda vida; Heráclito, del fuego y del movimiento continuo; Demócrito, de las partículas que conforman todo y que llamó átomos; Parménides, del ser esencial que permanece por sobre el devenir... fueron muchísimos los pensadores que culminan con Sócrates, Platón y Aristóteles, quienes aportaron un sistema filosófico fundamental para la humanidad y para el cristianismo, que tomó de ellos gran parte de su doctrina, y le agregó los dogmas. En el mundo actual, cuando la ciencia nos abre caminos pero no tiene la respuesta definitiva sobre el origen del universo, y cuando sectores conservadores de la Iglesia se complican para acoger bien las legítimas dudas de muchos, tal vez hay que volver a admirar a los griegos y su capacidad de combinar el mito y su percepción íntima de lo divino, con el logos que apela a la racionalidad e inteligencia humanas. Supieron incluir lo metafísico y los argumentos científicos, por lo cual sus pensamientos han prevalecido por milenios y son la base del concepto de libertad en Occidente. Cartas Arturo Eckholt Williamson Lunes 14 de Febrero de 2011http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/02/14/dios-y-big-bang.asp Señor Director: Dada la magnífica carta del señor Francisco Claro, publicada el viernes, quisiera contribuir en algo respecto del misterio de nuestro origen y Dios. Sabemos que las explosiones generan desorden, caos y muchas veces fatalidades, pero cuando son conducidas por manos expertas generan efectos controlados y benéficos. Es inconcebible pensar que después de la explosión del Big Bang, teoría que daría origen al universo, ésta, por sí misma, generara la maravillosa armonía de los equilibrios y movimientos que lo mantienen en orden durante el transcurso del tiempo. No hay peor ciego que el que no quiere ver: la Creación es conducida por las manos expertas de Dios. Cartas Jorge Schaerer Contreras Sábado 12 de Febrero de 2011http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/02/12/dios-o-azar-3.asp Señor Director: En su libro "Una Breve Historia del Tiempo", Stephen Hawking sugería que no había incompatibilidad entre la existencia de un Dios creador y la comprensión científica del universo. Ahora, en "El Gran Diseño", escrito en conjunto con el físico Leonard Mlodinow y mencionado por Agustín Squella y Álvaro Fisher (Cartas, febrero 8) para sostener la inexistencia de Dios, rechaza la hipótesis de Isaac Newton, según la cual el universo no puede haber surgido del caos gracias sólo a las leyes de la naturaleza, sino que tuvo que haber intervenido Dios en su creación. Afirma que "las nuevas teorías científicas hacen redundante el papel de un creador del universo" y pone como ejemplo que, "dado que existe una ley como la de la gravedad, el universo pudo y se creó de la nada". La verdad es que ni él ni nadie sabe cuál es el origen del fenómeno físico conocido como gravedad, que explica la interacción de los objetos a escala cósmica. Al igual que en el caso de Dios, su existencia sólo es conocida por sus efectos. Cartas Miguel A. Vergara VIllalobos Sábado 12 de Febrero de 2011http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/02/12/el-gran-diseno-3.asp Señor Director: Si el universo tiene un diseño, como sostiene Hawking y apoya entusiastamente don Agustín Squella en carta publicada el 8 de febrero, significa que detrás hay una inteligencia que lo creó de esa manera y no de otra. Si algún día la ciencia logra desentrañar las leyes que lo rigen, lo hará con la gracia del "Diseñador". No veo por qué habrían de desaparecer la filosofía y la religión; incluso no estaría de más rezar para apurar el descubrimiento de aquellas leyes. Cartas Dr. José Peña Martínez Lunes 14 de Febrero de 2011http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/02/14/dios-o-azar-4.asp Señor Director: Para el hombre con fe no existe la pregunta; para el hombre sin fe no existe la respuesta. Cartas Martín Subercaseaux S. Lunes 21 de Febrero de 2011http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/02/21/el-origen-y-dios-ii-2.asp Señor Director: La ciencia aprende, la religión enseña. La duda es el motor de una, la otra se sostiene en la fe. Reinan sobre campos tan distintos que es imposible hacerlas converger. Así de simple. Cartas Óscar Larraín Roa Miércoles 23 de Febrero de 2011http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/02/23/origen-y-la-fisica.asp Señor Director: Luego de seguir atentamente la discusión sobre el origen del Universo, ya no me cabe duda de que Dios creó el Universo..., y para que tuviera un orden, creó la física. Cartas Osvaldo Rodríguez Jueves 24 de Febrero de 2011http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/02/24/el-origen-de-dios.asp Señor Director: ¿Alguien me puede informar quién encendió el fósforo que produjo el Big Bang? Cartas Cristián Letelier Aguilar Jueves 17 de Febrero de 2011http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/02/17/la-fe-de-un-nino.asp Señor Director: Interesante la discusión filosófica que se ha suscitado en esta sección acerca del origen y Dios, lo cual me ha traído a la memoria una anécdota. Corría enero de 1984 y Jaime Guzmán nos convocó a una tertulia con don Jorge Alessandri, quien estimaba que, viviendo sus últimos años de existencia, era oportuno contar su vida pública directamente a la juventud. Concurrimos unos 100 o más jóvenes entusiasmados por escuchar a tan dilecto y apreciado hombre público. La verdad es que esa reunión fue notable e inolvidable, pues don Jorge se refirió a distintos temas y personajes, opiniones y frases que jamás se me olvidarán. Respecto al tema de la fe, y del origen del hombre, contó que él como ingeniero siempre tuvo dudas acerca de ciertas cosas y hechos. Como creer en ciertos pasajes de la Biblia que superaban o vencían ciertos principios de las leyes físicas. Ante tal situación, que contravenían las creencias religiosas enseñadas por su señora madre, adquiridas desde pequeño, resolvió acudir a un sacerdote de nombre Cayetano, que ejercía su ministerio en la Catedral Metropolitana. Allí, don Jorge le manifestó sus dudas de fe, y el sacerdote le aconsejó "mire, don Jorge, no se plantee más esas cosas, usted crea como un niño y no tendrá jamás esos problemas de fe". "Le hice caso a este santo varón, y jamás me he planteado más nada en esta materia, sólo he creído como un niño en la fe cristiana", nos confidenció don Jorge. Sabia decisión que hemos seguido también nosotros.
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