El fin de Mubarak


por Joaquín Fermandois
Diario El Mercurio, Martes 08 de Febrero de 2011http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/02/08/el-fin-de-mubarak.asp
 
En 1968, Der Spiegel, una célebre revista alemana, tituló su portada
"¿El fin de De Gaulle?". Una semana después la cambió: "El fin de De
Gaulle". Así de simple. Un par de semanas después debió tragarse ambos
titulares cuando el gran general logró revertir la situación. Sin
embargo, en el fondo el titular tenía razón. De Gaulle había quedado
herido de muerte, no en su creación política, la V República, sino que
por razones de época y su edad, su persona y estilo llegaban al final.
Es la razón por la que pienso que el título de esta columna es el
adecuado.
 
Mubarak no es sólo Mubarak. Tras la crisis actual está la del orden
político en el mundo árabe, ya sea más conservador (Arabia Saudita) o
más "progresista" (Siria). Como telón de fondo emerge el arraigo tenue
de los valores democráticos y liberales en lo político en gran parte
del mundo. Entre las regiones más reacias a un proceso democrático y
liberal ha estado el mundo cultural árabe. Allí no ha existido un solo
país que haya sido democrático. La sola excepción que se podría citar,
la del Líbano de antes de la guerra civil (1975-1990), por eso mismo
no es un ejemplo alentador: era y, más débilmente todavía, es una
democracia fraccionada por milicias armadas y por la violencia. El
gran político árabe de la segunda mitad del siglo XX, Gamal Abdel
Nasser, fundó un sistema político basado en el autoritarismo personal,
aunque modernizador en otros aspectos. Sadat y Mubarak heredaron su
maquinaria y el protagonismo. Nasser habrá sido popular, pero que era
dictador, lo era, y no desdeñaba para nada el uso de la tortura y
ejecución. Las monarquías árabes han tenido mucho de la armazón de los
sistemas absolutistas de la historia europea, mas sin crear una
tradición política comparable.
 
El Egipto en la estela de Nasser se desarrolló como un poderoso imán
del mundo árabe y del tercermundismo antioccidental, aunque también
-esto se ocultaba- antimarxista. Egipto, además, es la nación árabe
con más raíces históricas como Estado, y no olvidemos que el 10 por
ciento de su población es copta, cristiana, que con justicia reclama
ante el acoso actual que es más "originaria" que los musulmanes. El
Cairo ha sido un centro más diverso y más abierto a la comunicación
que la mayoría de los regímenes árabes. Dentro del predominio absoluto
del jefe del clan, o del caudillo provisto de un partido nacionalista
y burocrático, han existido en el mundo árabe algunos regímenes más
liberales y otros más despóticos, orientados a las satrapías. Ha sido
el caso algo estrambótico y sanguinario de Irak de Hussein, de Siria
de los Assad, y lo fue Argelia con Boumedienne, tan admirado por
Salvador Allende y la Unidad Popular. En ese entorno, resaltaba Egipto
como un oasis de tolerancia, aunque en estos últimos años la situación
se deterioraba. Mubarak tuvo el gran mérito de superar el aislamiento
derivado del tratado de paz con Israel, y de haberse convertido en una
fuerza de la razón, en una geografía en la que todo llama a la
sinrazón y a las guerras eternas.
 
Los autoritarismos son particularmente vulnerables al paso del tiempo.
Y la democracia, si es que llega al mundo árabe, no ocurrirá por un
alumbramiento instantáneo. Como lo ha sido a lo largo de toda la
historia moderna, la democracia es un proceso, un desarrollo y -de
Perogrullo- nace de la no democracia, y no hay ningún pecado político
en la existencia de estadios intermedios si se orientan hacia un
desarrollo democrático.
 
La esperanza en Egipto no reside sólo en el carácter más bien pacífico
de las manifestaciones, sino en que los islamistas radicales no
parecen hasta ahora llevar la batuta, y un cambio despejaría las
contracciones del momento.

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