Con la cepa más humilde que dan las parras chilenas...‏

Un vino que es toda una sorpresa
por Patricio Tapia
Diario El Mercurio, Wikén, viernes 3 de septiembre de 2010
 
El francés Louis-Antoine Luyt
creo su línea "El País de",
con la cepa más humilde
que dan las parras chilenas.
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Si la palabra "país" se pronuncia
en medios enológicos nacionales,
lo más probable es que todos arruguen la nariz.
 
La cepa que los españoles trajeron durante la conquista,
la uva carne de perro que se adaptó a los más variados climas de Chile,
ha sufrido desde hace ya ciento cincuenta años un ninguneo feroz.
 
Nadie da un peso por ella,
la reina de la damajuana en el sur de Chile profundo,
el combustible de las quintas de recreo en un Chile campesino
que la sigue acogiendo como quien acoge a un perro callejero.
 
Afortunadamente no todos creen lo mismo.
 
El enólogo Claudio Barría, por ejemplo,
hacia 1998 embotelló país como vino fino
mientras trabajaba para Las Lomas de Cauquenes,
pero el resultado no fue todo lo comercial que se hubiera querido.
 
Al menos lo que yo recuerdo
era que la textura era como tragar arena de playa.
 
Diez años más tarde, sin embargo,
un francés, Louis-Antoine Luyt
(de quien ya hemos hablado aquí)
decidió que era tiempo de dignificar al país
y hacer cosas buenas con él.
 
Luyt se vino a vivir a Chile
porque se enamoró de esta cepa,
de las vides centenarias,
de la importancia social que tiene.
 
Y también quiso hacer algo
para que ese patrimonio no se perdiera.
 
Un kilo de país puede llegar a costar
diez veces menos que un kilo de uva "francesa",
y con eso no hay viticultor que viva.
 
Sin prosperidad económica
o, mejor, sin posibilidad de sobrevivir,
los dueños de esos viñedos centenarios
simplemente han arrancado la viña
o han vendido la tierra.
 
Lo que Luyt y también
la viña Miguel Torres están haciendo
es abrir una pequeña ventana,
algo de luz que dé esperanza.
 
En el caso concreto
de los vinos de Luyt,
ya es célebre su Uva Huasa
para la bodega Clos Ouvert,
un vino que lamentablemente
ya no está en el mercado
(casi todo se perdió con el terremoto),
pero sí están otros dos país
que son verdaderas sorpresas:
Huasa de Coronel de Maule 2010,
un vino duro, muy joven quizás, rústico,
para comer con prietas
(cosa que no está nada de mal, por lo demás)
y El País de Quenehuao 2009.
 
Este es un tinto delicioso,
con la suavidad y el frescor
de un muy buen Beaujolais
(lo hizo junto a Marcel Lapierre,
el mago del Beaujolais en el mundo),
pero también con ese lado terroso,
medio perversillo del país en su mejor estado.
 
El País de Quenehuao 2009
puede que no sea el mejor vino de Chile
(en el vino no siempre conviene
reducir las cosas a mejores o peores),
pero sí es el más entretenido, el más alocado.
 
Y el que más me dan ganas de tomar,
así es que otra botella, por favor.
 
"El hombre al que le compro esta uva
es un visionario, un empresario joven de 80 años",
dice Luyt de estas uvas que provienen
de un viñedo cerca de Constitución,
en la zona de El Empedrado,
y cuya edad, calcula él,
debe andar por los trescientos años.
 
Si exagera, no lo sé.
 
Con que tenga cien, ya basta.
 
Y también basta con un vino
para darse cuenta
de que todos estábamos equivocados,
que el país sí existe.
 
Este Luyt,
un francés de ojos nerviosos
y de pasión a toda prueba,
ha sido el encargado
de descubrirlo para nosotros.
 
Los vinos de la línea "El País de..."
se pueden comprar directamente
a Louis-Antoine Luyt
en el mail: laluyt@gmail.com
 
 Burbujas de país
 
La viña Miguel Torres
tiene una larga relación con los espumantes,
pero con el país es reciente.
 
"En las grandes regiones
productoras de espumantes
se suelen ocupar cepas autóctonas.
Y en Chile, qué más autóctono que el país",
señala Miguel Torres,
responsable de la viña en Chile.
 
El proyecto de hacer espumantes con cepa país
también nace para rescatar el patrimonio
que representa esta cepa, y se hizo gracias
a una colaboración entre la Universidad de Talca,
la Fundación para la Innovación Agraria y Torres.
 
Comenzaron hace tres años,
y ya están bien contentos
con los últimos ensayos,
dos espumantes de país,
uno rosado y uno blanco.
 
"Quisimos hacerlo bien desde un principio
para verdaderamente dignificar a la cepa,
así es que usamos el método tradicional francés
de segunda fermentación en botella", dice Torres
haciendo referencia al complejo
pero muy satisfactorio método champenoise.
 
Este nuevo impulso al país no tiene nombre
y se lanzará en sus dos versiones a fines de este año.

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