EL SANTIAGO QUE SE FUE

Los sabores que se fueron de un tramo de la calle Huérfanos
por Oreste Plath

Hasta el año 1920 se mantuvo
el restaurante Santiago
de la calle Huérfanos Nº 54,
regentado por la sucesión de François Gage,
famoso como Papá Gage.

Este venía funcionando desde 1880,
frecuentado por amigos de la buena mesa.

Noche a noche se juntaba una gran clientela.

Innegablemente era un centro social del viejo Santiago.

Entre los asistentes se contaba
el escritor Narciso Tondreau,
autor del libro Asonantes,
prologado por el poeta Rubén Darío.

Se veía también al poeta Julio Vicuña Cifuentes.

Se decía que fue el restaurante
de la juventud dorada
de la generación del Centenario.

Los descendientes de Papá Gage,
carnales o espirituales,
mantuvieron la tradición gastronómica,
cuyos blasones de nobleza
fueron la langosta a la indiana,
el vol au vent de ostras,
los carapachos de jaiba,
el arroz al curry,
las salsas de alcaparra
y la tortilla al ron.

El plato de resistencia
para los parroquianos habituales
era el bistec a lo pobre,
que parece nació aquí
y comenzó su marcha triunfal
por los restaurantes.

Sus vinos nacionales y extranjeros
mantenían legítimamente su prestigio.

Fue un establecimiento de fama.

Su cocina: única en Santiago;
la propaganda, decía
que lo era de Sudamérica.

Fue punto de reunión de turistas.

Todo terminó con la muerte
de Papá Gage acaecido en 1920.

En una nota,
sobre su desaparecimiento
se leía: "Allí se juntaban
como en una sucursal del club;
allí todos se conocían,
se espiaban un poco,
'pelaban' y comían todos
con gran apetito,
en la abundancia característica
de nuestro país".

Club Alemán

En Huérfanos 713 octavo piso,
esquina de Mac-Iver,
en la galería Cohen,
estaba el Club Alemán,
o los Alemanes simplemente.

Éste funcionaba como restaurante.

Su bar era pequeño,
pero muy bien atendido
por Enrique Müller,
los schops
y el surtido de sandwiches
que servían de cecinas, pastas,
y pepinos en salmuera,
los convertían
en exquisiteces alemanas.

Los almuerzos en sus comedores,
se distinguían
por los perniles con chucrut
o puré picante.

Todos sentíamos
saciados nuestros gustos.

Cuando el grupo,
que conformábamos una mesa,
llegó a mediodía a almorzar
el ascensorista, nos comunicó:

"Señores si van al restaurante, éste se cerró".

Hotel Victoria

El Hotel Victoria.

Restaurante que se encontraba
en Huérfanos 801, esquina de San Antonio,
ocupaba el 4º y el 5º piso.

El hotel tenía una capacidad
de 45 habitaciones,
además poseía amplios
salones y comedores
que destacaban
por su estilo aristocrático antiguo,
y sus muebles de gran valor.

Cuando se fundó,
tenía una espléndida terraza
y jardines de invierno,
contaba con restaurante
de primer orden
especializado
en comida española.

Fueron famosos sus jueves
de arroz a la valenciana.

En esos tiempos
era atendido
por don Guillermo Piola.

Fue centro de reunión
de destacados políticos
y de grandes personajes de la época,
artistas y hombres de letras.

El catalán don José Oller Valles,
nacionalizado chileno, gran filatelista,
que tenía una importante colección de sellos
de la Guerra del Pacífico,
quién estuvo al frente de él
durante 30 años,
contó que desfilaron figuras
como la de don Agustín Edwards Mac Clure,
conocedor de los secretos de la cocina
y de la ciencia gastronómica;
Vicente Blasco Ibáñez,
el escritor que publicó
numerosas novelas
de poderosa imaginación
y de estilo ágil, viril
y extraordinaria riqueza
de colorido
y del que dicen
era "buen diente".

Alojaron figuras
del ambiente artístico internacional,
como Josefina Baker,
artista que está
entre las creadoras de un guiso,
o si no es inventora,
pues se hablaba
que había puesto
su gastronómica rúbrica
a un plato de comida.

Esta artista debutó
en el Teatro Victoria,
a pocos metros
de su residencia,
el sábado 12 de octubre de 1929,
en compañía de su troupe
de negros cubanos
y del humorista Bouonavoglia.

Salió al escenario
con una capa roja
y recibió una gran ovación.

Al quitarse la capa,
sólo quedó cubierta
con una gran ristra de plátanos.

La presentación fue clausurada.

Entre los comentarios poco gratos,
estuvo uno de Daniel de la Vega.

Días antes a esta presentación
se había dado en el Teatro Imperio
la película La sirena de los trópicos,
con las danzas de la Baker
y con la canción célebre Oh Pai tou.

Pasado el tiempo,
Josefina Baker
bailaba desnuda
casi a los ochenta años
en el casino de París
para vestir y alimentar
a los niños huérfanos
de varias nacionalidades
que había adoptado.

Residentes del hotel por años
fueron el periodista Raúl Morales Álvarez
y su esposa Elena Wilson.

Raúl Morales vivió la bohemia
como amigo y periodista
de grandes campañas.

Su compañera,
cuyo matrimonio
fue mirarse amarse y casarse,
realizaba esculturas, cerámicas,
hierro forjado y esmalte sobre metal,
para terminar haciendo periodismo,
cuyo seudónimo La Huasa, la hizo conocida.

Morales, también Sherlock Holmes,
tenía en el diario Las Últimas Noticias
una columna literaria: "Un libro para hoy",
la que al pie decía:
"Quienes se interesen
en estos comentarios
deben dirigirse
a Raúl Morales Álvarez,
Hotel Victoria.
Huérfanos 801 Santiago".

El 16 de enero de 1981,
el hotel, después de cincuenta y siete años
de prestar servicio a la capital,
salió a remate y los anticuarios
se llevaron valiosos muebles,
loza fina y también
un capítulo de la historia
hotelera de Santiago.

El edificio fue renovado
en su arquitectura interior y exterior.

Así el edificio
donde se encontraba el Teatro Victoria
y que conserva una estatua de mármol
que adornaba el foyer,
se unió a la galería España,
la que se abrió hacia la calle San Antonio.

La Tasca

En la calle Huérfanos,
frente al teatro Rex,
estaba La Tasca.

Su dueño, un joven español,
ofrecía los gazpachos a la andaluza,
la paella a la valenciana,
el puchero a la española,
el pollo a la vasca,
la corvina a la vasca
y la fabada asturiana.

El dueño sentía pasión por la tauromaquia
y los comedores estaban adornados
con carteles de anuncios
de corridas de las distintas plazas de España.

Éramos clientes asiduos
con el poeta y periodista
Manuel Lagos del Solar,
cuando era gerente de Radio Chilena.

Después los almuerzos eran mejores
cuando fue nombrado gerente de la Polla Chilena.

Lagos era un conversador
y amigo de los escritores.

No entregó libro alguno
pero fue antologado
en Los Grandes Poetas,
por Francisco Galano.

Un día partió a la ciudad de Arica,
dirigió allí una estación de radio y un diario.

El tiempo nos separó,
el mismo que un día nos unió,
ahora en el Chez Henry,
pero ya muy enfermo;
semanas después
la prensa anunciaba
su fallecimiento
producido por un paro cardiaco.

Café Rex

El Café Rex,
que fue centro de reunión
de periodistas, escritores y actores,
estaba ubicado en la calle Huérfanos,
esquina de Estado,
frente al edificio de Gath y Chaves.

Cuando corrían los años
de la Segunda Guerra Mundial,
el escritor Carlos Vattier,
cliente nocturno asiduo,
muy apreciado
por su conversación inteligente,
se trabó en furibunda polémica,
según Carlos Concha,
con un cliente
que era más germanófilo
que el mismo Hitler.

El escritor, defensor
de los aliados o "aliadófilos"
como se decía entonces
trató tan mal a su contendor verbal,
que éste pasando a los hechos,
sacó un revolver
y lo disparó contra Vattier
hiriéndolo en un brazo.

El escritor fue a parar al hospital
y contaban que, cuando lo trasladaban
a la sala de operaciones
para extraerle el proyectil,
tapado hasta la cabeza en la camilla,
un médico preguntó a los camilleros:
"¿Adónde llevan a esta señora?".
Y Carlitos sacando la cabeza
de entre la sábana que lo cubría,
le corrigió indignado: "¡Señorita!".

En una ocasión conversando
con el pintor Israel Roa,
de espalda a una vitrina de este café,
salió un mesonero
y de muy mala manera
nos obligó a que nos retiráramos de ahí
por estar anulando
las ofertas escritas en los cristales.

No le hicimos caso
y seguimos la charla,
al rato volvió
y me tomó de las solapas
y me lanzó con fuerza
al medio de la calle,
en ese momento con intenso tránsito.

Tratamos de interrogarlo,
por tamaña actitud,
y no hubo caso,
se escurrió cobardemente.

Indignados partimos
al diario El Mercurio,
donde el pintor tenía un amigo
y al día siguiente
apareció una crónica
sobre el mal trato
que se le había dado
a los artistas
en un café céntrico de la capital.

Curiosamente,
al desaparecimiento
de este café,
se han sucedido en este local
una serie de farmacias,
para bien de muchos.

La Novia

Siempre en la calle Huérfanos,
pasadito de Ahumada
estaba el Salón de Restaurante,
Pastelería y Confitería La Novia.

Al instalarse rompió un poco
la monotonía del comercio santiaguino,
produjo un asombro.

En una de sus vitrinas
una máquina frente al público
fabricaba "besitos", una rica pastilla.

Era condición cuando se iba de visita
llegar con un paquete de "besitos".

Famoso fue su jugo de naranja.

Y cuando se estaba acostumbrando la clientela
a sus grandes emparedados de ave,
vinieron las picotas y las palas mecánicas
y terminaron con el edificio
de dos pisos en el cual atendía.

Goyesca

El Goyesca se ubicaba en la calle Estado 900,
esquina de la calle Huérfanos,
donde estuvo por años la tienda Oberpaur
con su escala mecánica,
la primera que conocieron los santiaguinos
y fue la gran curiosidad de los niños.

Se llamó la esquina del Goyesca.

Era fácil encontrarse,
como acontecía
con la esquina de Los Gobelinos
o la esquina del correo.

Lugares de citas y encuentros.

Era como el decir
juntémonos en el centro,
para tomar té.

Su confitería, salón de té
y sus fiestas artísticas
están presentes en los capitalinos
y también en los artistas extranjeros
que actuaron, y que contrataba
uno de sus principales dueños,
don Cesar Marasso.

En los primeros tiempos
fue animador Mario Subiabre.

En el recuerdo están la orquesta
de Francisco Canaro,
las canciones de Libertad Lamarque,
Domenico Modugno, Carmen Sevilla,
la Tongolele, Mario Clavel,
los Churumbeles de España,
el zorro Iglesia, Doris y Rosie,
Gladys Ocampo, Dolly Sisters,
las mellizas Castilla, Eduardo Farrell,
Leo Marini, Pedro Vargas,
Sonia y Myriam, los Cinco Latinos,
Alberto Castillo y los chistes
de Manolo González
(Manuel Carrasco González).

El Goyesca, fue un personaje popular del centro.

Todos lo conocieron,
tanto en su exterior
como en su interior.

Aquí se citaban artista,
y a muchos se les dirigía allí
la correspondencia.

Los niños tuvieron sus tardes
junto a una taza de té,
chocolate o una copa de helados
y celebraban las gracias de Vitrolita,
la mujer grande que hacía de niña chica,
y el fonomímico Gambino, ambos argentinos.

El Goyesca, había nacido en 1950
y se ausentó para siempre
el 31 de marzo de 1963.

Olimpia

En la calle Huérfanos
abría sus puertas un salón
con una gran pista de baile.

Tenía un horario en la tarde
y en la noche, hasta la madrugada.

Otra novedad que ofrecía a la hora del té
era la proyección de películas mudas;
fue el primer café con biógrafo (hoy cine),
en que se exhibían
las Aventuras de Saturnino Farandolas
o de Maciste, de la industria italiana.

Actuaban Luis Aguirre Pinto,
violinista y compositor,
Nino Lardy, cantante de tangos,
cuyo nombre de pila
era Orlando Menieri Molina,
hijo de argentina y chileno.

Se inició como cantante de tangos en 1930.

Vivió años en la Argentina y México.

Formó orquestas típicas.

De su repertorio se destacan
Cuartito Azul, Casas viejas,
El día que me quieras,
Cobardías, Nostalgias,
La Canción del linyera.
Nino Lardy,
sus últimos años los pasó ciego,
tenían que acompañarlo en su andar,
falleció el 3 de agosto de 1985.

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