WELCOME TO YOUR BLOG...!!!.YOU ARE N°

Tocqueville y el declive de la sociedad civil


"Cuando el Estado controla y define los aspectos más importantes de la existencia de las personas —salud, educación, pensión, etcétera—, la política se convierte en una lucha encarnizada por hacerse del inmenso poder en juego..."
Axel KaiserEn su clásico “La democracia en América”, Alexis de Tocqueville escribiría que Estados Unidos era “el país del mundo que ha tomado la mayor ventaja de las asociaciones (…) los americanos de todas las edades, condiciones y mentalidades (…) no solamente tienen asociaciones comerciales e industriales donde todos toman parte, sino miles de otro tipo (…) de esta forma crean hospitales, prisiones y escuelas”. Una razón fundamental para la formación del capital social americano, observó el genio francés, era la profunda desconfianza del pueblo estadounidense en el gobierno.
Tocqueville ilustraría este punto al contrastar una campaña contra el abuso de alcohol realizada por asociaciones civiles americanas con lo que habría ocurrido en su país natal. Según Tocqueville, si los participantes de la campaña hubieran vivido en Francia, cada uno de ellos se habría dirigido individualmente al gobierno para exigirle que fiscalizara los bares de la nación. Y es que los franceses, observó el compatriota y contemporáneo de Tocqueville, Frédéric Bastiat, esperaban del Estado todos los beneficios imaginables, mientras los americanos no esperaban nada que no viniera de ellos mismos. En palabras de Tocqueville el americano “aprende desde que nace a confiar en sí mismo para enfrentar los obstáculos y los males de la vida”, descreyendo de la autoridad y asociándose para lograr todo lo que la voluntad humana es capaz de alcanzar mediante la actuación libre de los individuos.
Cuando Thomas Jefferson, el tercer Presidente de Estados Unidos, sostuvo que “el gobierno es mejor cuanto menos gobierna”, estaba recogiendo la esencia de ese espíritu individualista y solidario-asociativo americano. Sería ese mismo espíritu el que sufriría un deterioro sostenido con el avance de nuevas ideologías, entre las que destacó el movimiento progresista de fines del siglo XIX. Con Franklin Roosevelt y el New Deal, el progresismo daría un golpe letal a la tradición liberal clásica sobre la que se fundó Estados Unidos (Epstein, 2012). Las nuevas ideas, proclives a la colectivización de la responsabilidad, llevaron a una creciente expansión del Estado y a un correspondiente debilitamiento de la sociedad civil estadounidense.
Tocqueville, anticipando que los americanos podrían caer en la seducción de encontrar seguridad a través del Estado, les profetizó un oscuro destino: “La moralidad e inteligencia de un pueblo democrático arriesgará no menores amenazas que su industria y comercio si el gobierno viene a ocupar el lugar de las asociaciones en todos lados”. El tiempo ha dado la razón al pensador francés. El Estado norteamericano ha crecido desde un 7% del PIB a principios del siglo XX, a cerca de un 45% del PIB en nuestros días. Además del riesgo de default y los múltiples problemas económicos derivados de esta hipertrofia estatal, las asociaciones civiles han experimentado un declive significativo llevando a la pérdida de movilidad social y a mayores desigualdades (Skocpol, 2003; Murray, 2012).
Los americanos, en otras palabras, se han vuelto menos prósperos, más dependientes del poder político y menos responsables por sus pares. Esto no es sorpresivo. Como explicó el mismo Tocqueville, un gobierno limitado es fundamental para la existencia de una sociedad civil pujante. Este ideal, no está de más decirlo, es completamente opuesto a lo que buscaron los movimientos totalitarios, cuyo objetivo fue precisamente la politización absoluta de la sociedad, es decir, la anulación de toda asociatividad entre ciudadanos. De este modo nada puede existir fuera del Estado, lo que es lo mismo que decir que nada puede existir fuera del control del gobernante.
En la mentalidad totalitaria, incluso programas como la Teletón, por poner un ejemplo local, deberían ser estatizados. Así, la responsabilidad de ayudar al prójimo ya no corresponde a grupos civiles, sino a funcionarios estatales cuyo poder se incrementa con cada asociación que desintegran, hasta que por esa vía asumen el control total sobre la vida de las personas.
Para una democracia, los efectos de la politización de la sociedad civil no son menos perversos. Cuando el Estado controla y define los aspectos más importantes de la existencia de las personas —salud, educación, pensión, etcétera—, la política se convierte en una lucha encarnizada por hacerse del inmenso poder en juego. Pero lo que es peor, los ciudadanos arman facciones que entran en una batalla permanente por los recursos repartidos desde el gobierno, ahora convertido en la fuente central del bienestar de la población. Como consecuencia, el conflicto pasa a ocupar el lugar de la colaboración voluntaria destruyendo las bases de la asociatividad y la paz social.
En Chile, este análisis no debiera olvidarse en tiempos en que se plantea la idea de poner fin al Estado subsidiario, para incrementar dramáticamente el control que los políticos ejercen sobre la vida de los ciudadanos. Un camino, como sabemos por Tocqueville, que solo conducirá al declive de nuestra sociedad civil y a un deterioro todavía mayor de nuestra democracia.
Axel KaiserDirector Ejecutivo Fundación para el Progreso

No hay comentarios:

Publicar un comentario

COMENTE SIN RESTRICCIONES PERO ATÉNGASE A SUS CONSECUENCIAS