Columnistas
Diario El Mercurio, Domingo 13 de octubre de 2013
A propósito de “mamotretos”
"¿Por qué no dejar que la gente decida si el programa de Bachelet es un mamotreto o no?..."
La candidata de la Nueva Mayoría y del Partido Comunista descolocó a muchos esta semana. Consultada respecto de por qué no se conocía su programa de gobierno, declaró: “Nadie lee mamotretos”, complementando luego con: “¿Quién se lee un ladrillo, un mamotreto? Solamente la gente de una élite”.
No puedo estar más en desacuerdo con sus dichos. Élite o no élite, partidarios o detractores de la ex Presidenta tienen el derecho a conocer la totalidad de sus propuestas y mientras antes lo hagan, mejor. Decisiones poco informadas pueden llevar a malas decisiones. Esto no es gratuito y representa un pésimo precedente. Entonces, ¿qué explica la incertidumbre?
No hay duda de que la ex Mandataria utilizó “mamotreto” en su sentido más coloquial (“libro muy abultado, irregular y deforme”), e incluso peyorativo (“objeto grande y de poca utilidad”). Por eso la sorpresa inicial ante sus dichos: quizás la ex Presidenta nos quiso decir que luego de haber leído y estudiado las “mil y tantas páginas” de propuestas que se dice existen, ella y su equipo concluyeron que estas no eran otra cosa que un libro abultado y de poca utilidad. Difícil de creer. Su equipo está formado por técnicos de primer nivel, muchos autores de textos abultados, algunos deformes, pero de mucha calidad.
Pero, independientemente de lo que la llevó a utilizar ese término, el definir un texto de “mamotreto” es ámbito del lector, no del autor. ¿Se imagina que, ante la posibilidad de que sus lectores consideraran sus abultados textos “mamotretos”, Marx hubiese vacilado de publicar “El capital”, o Smith “La riqueza de las naciones”? Guardando las proporciones, la lógica aquí es la misma: ¿por qué no dejar que la gente decida si el programa es un mamotreto o no?
Pero quizás el retraso en la entrega del texto haya sido producto de la falta de tiempo, y el uso de “mamotreto” un error comunicacional. Armar un programa implica probablemente un proceso largo y tedioso, y los casi cuatro meses desde que ganó la primaria quizás no fueron suficientes. Lo raro es que otros candidatos ya han presentado textos programáticos completos, sin miedo de que se los considere mamotretos, y estos pueden ser ya analizados por técnicos independientes. La explicación no puede ser entonces la falta de tiempo.
A estas alturas del partido es difícil poder saber si la ausencia de un programa de gobierno por parte de la ex Presidenta es parte de un diseño comunicacional, producto de las desavenencias internas de su comando o, simplemente, retrasos. Lo que sí queda claro es que hasta ahora quien posee las mayores posibilidades de ganar la elección presidencial de noviembre está perdiendo una tremenda oportunidad. Pudiendo haber ganado el partido bailando a sus rivales, ganando por goleada sobre la base de propuestas e ideas sólidas y detalladas, ha optado por esconder la pelota y colgarse del arco.? Esto puede funcionar en una elección presidencial, pero otra cosa será con guitarra.
No puedo estar más en desacuerdo con sus dichos. Élite o no élite, partidarios o detractores de la ex Presidenta tienen el derecho a conocer la totalidad de sus propuestas y mientras antes lo hagan, mejor. Decisiones poco informadas pueden llevar a malas decisiones. Esto no es gratuito y representa un pésimo precedente. Entonces, ¿qué explica la incertidumbre?
No hay duda de que la ex Mandataria utilizó “mamotreto” en su sentido más coloquial (“libro muy abultado, irregular y deforme”), e incluso peyorativo (“objeto grande y de poca utilidad”). Por eso la sorpresa inicial ante sus dichos: quizás la ex Presidenta nos quiso decir que luego de haber leído y estudiado las “mil y tantas páginas” de propuestas que se dice existen, ella y su equipo concluyeron que estas no eran otra cosa que un libro abultado y de poca utilidad. Difícil de creer. Su equipo está formado por técnicos de primer nivel, muchos autores de textos abultados, algunos deformes, pero de mucha calidad.
Pero, independientemente de lo que la llevó a utilizar ese término, el definir un texto de “mamotreto” es ámbito del lector, no del autor. ¿Se imagina que, ante la posibilidad de que sus lectores consideraran sus abultados textos “mamotretos”, Marx hubiese vacilado de publicar “El capital”, o Smith “La riqueza de las naciones”? Guardando las proporciones, la lógica aquí es la misma: ¿por qué no dejar que la gente decida si el programa es un mamotreto o no?
Pero quizás el retraso en la entrega del texto haya sido producto de la falta de tiempo, y el uso de “mamotreto” un error comunicacional. Armar un programa implica probablemente un proceso largo y tedioso, y los casi cuatro meses desde que ganó la primaria quizás no fueron suficientes. Lo raro es que otros candidatos ya han presentado textos programáticos completos, sin miedo de que se los considere mamotretos, y estos pueden ser ya analizados por técnicos independientes. La explicación no puede ser entonces la falta de tiempo.
A estas alturas del partido es difícil poder saber si la ausencia de un programa de gobierno por parte de la ex Presidenta es parte de un diseño comunicacional, producto de las desavenencias internas de su comando o, simplemente, retrasos. Lo que sí queda claro es que hasta ahora quien posee las mayores posibilidades de ganar la elección presidencial de noviembre está perdiendo una tremenda oportunidad. Pudiendo haber ganado el partido bailando a sus rivales, ganando por goleada sobre la base de propuestas e ideas sólidas y detalladas, ha optado por esconder la pelota y colgarse del arco.? Esto puede funcionar en una elección presidencial, pero otra cosa será con guitarra.
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