El regreso de la política: en femenino y plural...‏


EL REVÉS DE LA TRAMA

Blog de Héctor Soto, periodista

DIARIO LA TERCERA, SÁBADO 17 DE AGOSTO DE 2013HTTP://VOCES.LATERCERA.COM/2013/08/17/HECTOR-SOTO/EL-REGRESO-DE-LA-POLITICA-EN-FEMENINO-Y-PLURAL/micheleevelyn

El regreso de la política: en femenino y plural

Quedan sólo tres meses de campaña. Es poco si lo que se quiere es desplegar en detalle ofertas programáticas de gobierno. Pero es un tiempo suficiente para dar testimonio y transmitir las emociones asociadas al país que queremos construir. Este es el tipo de cosas que la política hace mucho mejor que la planilla Excel o el marketing. La mejor noticia asociada a la clarificación definitiva de la pista electoral es que en lo poco que resta para la elección presidencial, la política va a recuperar el protagonismo que no ha tenido en décadas. Esto es importante porque contribuirá a reequilibrar la balanza. El país lleva demasiado tiempo de constricción en este plano. En algún momento -momento desafortunado- nos compramos la idea de que no había más espacio público que el de la economía y el de la gestión sectorial del Estado. Fueron ninguneados los partidos y el cosismo de la derecha le restó valor a todo lo que no fuese o pareciese respuesta inmediata a los problemas concretos de la gente. Los gestos, las actitudes, los símbolos, la historia y las identidades ciudadanas llegaron a tener valor igual a cero.
El gobierno del Presidente Piñera partió comprándose casi por completo esa lógica y no hay colaborador suyo que no reconozca que semejante reduccionismo fue un error. Buena parte de los problemas que ha tenido la actual administración viene de ahí. Se menospreciaron las contribuciones que la función política podía hacer al bienestar del país. Y se menospreciaron tanto, que hoy ninguna candidatura estaría dispuesta a reincidir en el error.
Tampoco la idea es ir al extremo contrario. Se hace difícil creer que la sociedad chilena esté dispuesta a abrirles nuevamente la puerta a niveles de politización comparables a los que tuvimos en los meses anteriores a septiembre de 1973, cuando todo -los libros que leíamos, las películas que llegaban a la cartelera, la forma en que cada cual se vestía, los pasatiempos de la gente, el lenguaje cotidiano, los contenidos en los medios, la discusión en los gremios, las prédicas en los templos, los muros en la ciudad- se cargó políticamente hasta tal extremo, que no sólo se dividió la sociedad como un todo, sino también se pulverizaron las escuelas, los sindicatos, las empresas y hasta las propias familias. Porque ese fue el drama. Es mentira que haya sido un conflicto de clases sociales. Más bien fue una pugna que puso a todos contra todos. Claramente, fue una distorsión feroz, difícil de soportar en ese momento, y completamente inviable y tóxica en el largo plazo.
Dos mujeres
Puede ser visto como una bendición que vayan a ser dos mujeres las que encarnen las dos grandes opciones que a Chile se le abren en la próxima elección presidencial. La política supone una cuota de sensatez y comporta una carga de emociones que definitivamente se conjugan mejor en femenino. Las mujeres son más prácticas y aterrizadas. Cumpliendo a menudo un rol central en la familia y en la formación de los hijos, saben contener y saben exaltar. Aceptado que en el plano cívico la cosa no es igual y que -momentito- puede ser una trampa andar asociando lo que es una familia con lo que es un país, el liderazgo político de las mujeres sigue teniendo una receptividad y una capacidad de acogida que en el discurso masculino es bastante más infrecuente.
En este sentido, la forma en que Michelle Bachelet está poniendo orden en su sector no deja de ser notable. Es cierto que en su caso el enorme capital político que ella tiene facilita las cosas. Todos acatan y nadie se le enfrenta. Pero así y todo, ella cuida mucho las formas. Sin ir más lejos, consciente seguramente de que su convocatoria fue muy amplia y que el arco político de la gente que está detrás suyo es muy vasto, la candidata ahora está tratando de aterrizar las aspiraciones y de controlar las expectativas. El éxito que tenga en uno y otro plano es clave para la gobernabilidad durante su mandato, en caso de ser elegida. El tipo de colaboradores que Bachelet está convocando a su alrededor -gente preparada, con experiencia en el sector público, cauta, pero en ningún caso asustadiza o con aversión al riesgo y a las nuevas ideas- intenta entregar señales que den confianza a los propios y, al mismo tiempo, tranquilidad al resto. Si en ese tránsito, que va de las ilusiones al programa concreto de gobierno o a las caras de los equipos con los cuales ella piensa trabajar, más de alguien se siente defraudado, bueno, una lástima, pero mejor hacer la pérdida ahora que después. El costo es inevitable, entre otras cosas, porque de regreso a Chile, Bachelet se instaló en una nube de expectativas, donde probablemente las buenas intenciones y las ideas más o menos voladas no conversaban mucho con el realismo político ni tampoco con las restricciones de una economía que todavía dista mucho de ser desarrollada.
Primero, ordenar la casa
También Evelyn Matthei está perfilando su candidatura. En su caso, la política se hace aún más necesaria, de partida porque como partió tarde, está atrasada. Pero también porque en el sector quedaron abollones y heridas que hay que reparar y desinfectar. Fue muy traumático para la derecha todo lo que ocurrió a partir de la bajada de Laurence Golborne de la candidatura presidencial de la UDI. Eso generó mucho desconcierto y posiblemente, los reacomodos todavía no terminan. La candidata está llamada con cierta urgencia a generar confianza en su sector -en todo su sector-, porque si no consigue inspirar a los suyos, difícilmente va a tener autoridad para llegar al resto.
Un factor no menor en esta elección es que el piso desde el cual la candidata está hablando es bien distinto del que usó Piñera para llegar a La Moneda y también muy distinto del discurso que desplegaron Allamand y Longueira durante las primarias. Evelyn Matthei quiere mostrar una faceta de la centroderecha hasta ahora inédita. Lo suyo ya no es hacer las cosas mejor que la Concertación, que fue la gran promesa de Piñera. Tampoco es seguir haciéndolas tal como lo ha hecho este gobierno, que fue lo que ofrecieron los candidatos para la primaria. Lo suyo es reconciliar a la derecha con el espíritu público, es entrar al Estado no con la mirada del liquidador que busca privatizar lo que pueda, sino con la serenidad de quien quiere ennoblecer tanto la función pública como los servicios sociales que las reparticiones del Estado proveen. En educación, en salud, en transporte, en urbanismo, el mundo público se ha quedado muy atrás y ese rezago ya no tiene excusas. La decisión de la abanderada de enfrentarlo constituye un reto que es nuevo para nuestra derecha. Esto, desde luego, es política. E importa un cambio de perspectiva que le puede hacer bien tanto al sector como al país.

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