Tell me, is this not the most
beautiful lullaby, you've heard.
Video:
http://www.jazzonthetube.com/page/7080.html
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Coltrane Lullaby
A un siglo de la I Guerra
Diario El Mercurio, Lunes 30 de septiembre de 2013http://www.elmercurio.com/blogs/2013/09/30/15680/A-un-siglo-de-la-I-Guerra.aspx"Esas preguntas también valen para el momento actual, plagado de tensiones mundiales provocadas por asuntos como los programas nucleares de Irán y Corea del Norte, las atrocidades en la guerra civil de Siria, o la inestabilidad en varios países donde el extremismo islámico busca asentarse..."
¿Cuándo un acontecimiento político local puede ser el punto crucial de un proceso histórico? ¿Cómo reconocer que un evento aparentemente trivial es determinante? ¿Y que esa crisis, lejos de los centros de poder, puede provocar una cascada de acciones que culminen en una gran guerra entre las potencias? ¿Qué parte juegan los nacionalismos extremos o los fanáticos religiosos en la toma de decisiones internacionales?
El próximo año se conmemora el centenario del inicio de la I Guerra Mundial. Los historiadores todavía buscan respuestas, y desmenuzan el período anterior al 23 de julio de 1914, cuando Austria, tras el asesinato del heredero al trono, envió a Serbia el ultimátum que gatilló las hostilidades, y desató odiosidades ocultas e incontrolables.
Esas preguntas también valen para el momento actual, plagado de tensiones mundiales provocadas por asuntos como los programas nucleares de Irán y Corea del Norte, las atrocidades en la guerra civil de Siria, o la inestabilidad en varios países donde el extremismo islámico busca asentarse. Entretanto, las grandes potencias, EE.UU., Francia, Gran Bretaña, Rusia y China, toman partido en bandos opuestos.
Leí en The New York Times que hay más de 25.500 libros y estudios sobre la Gran Guerra, y eso sin contar los que saldrán en 2014. Entre los últimos publicados, por recomendaciones de amigos y reseñas especializadas, elegí dos: The Sleepwalkers (Los sonámbulos), de Christopher Clark, y Dance of the Furies (Danza de las furias), de Michael Neiberg.
El de Clark parte como un thriller , con el asesinato de los reyes serbios en 1903, muy atrás, pero clave para comprender las guerras de los Balcanes, el papel de los nacionalistas serbios y las conexiones entre estos y los asesinos del archiduque.
Sin excluir los grandes hitos ni las tácticas, estrategias e intrigas políticas, Neiberg narra la petite histoire del ciudadano común que no dio importancia al crimen de Sarajevo; no estaba preparado para la guerra ni la quería (pero pronto se lanzaría a la lucha con fervor patriótico). En cambio, los líderes europeos -varios de ellos autócratas caprichosos- y muchos personajes en sus entornos, atrapados en alianzas más o menos comprometedoras, calculaban las eventuales ganancias de una confrontación supuestamente limitada. Para Nieberg, esta fue una clásica guerra de gabinete, donde un puñado de hombres jugó con que podría controlar los acontecimientos hasta el límite.
Clark no busca solo "una pistola humeante": muestra que todos las tenían, que no fue un crimen sino una tragedia. No cree que el Káiser o Francisco José hayan sido inocentes, pero tampoco los únicos responsables. Nicolás II aparece como un hábil manipulador que instiga a los serbios y provoca a los alemanes con la movilización de sus tropas; de igual modo, ingleses y franceses manejan la diplomacia con astucia. Rescata a algunos, pocos en realidad, que alertaban sobre la tragedia. Clark es magistral en exponer la lucha de facciones que presionaban a los liderazgos, los arraigados prejuicios culturales, las ambiciones expansionistas e imperialistas de todos; la competencia, por ejemplo, entre Gran Bretaña y Rusia en Oriente, Afganistán o Persia.
Para el historiador de Cambridge, los líderes políticos "caminaron como sonámbulos", ciegos al "horror que iban a llevar al mundo". Sin reglas que los obligaran a cumplir principios y normas internacionales, las decisiones personales basadas en intereses inmediatos fueron delineando un camino sin retorno.
El próximo año se conmemora el centenario del inicio de la I Guerra Mundial. Los historiadores todavía buscan respuestas, y desmenuzan el período anterior al 23 de julio de 1914, cuando Austria, tras el asesinato del heredero al trono, envió a Serbia el ultimátum que gatilló las hostilidades, y desató odiosidades ocultas e incontrolables.
Esas preguntas también valen para el momento actual, plagado de tensiones mundiales provocadas por asuntos como los programas nucleares de Irán y Corea del Norte, las atrocidades en la guerra civil de Siria, o la inestabilidad en varios países donde el extremismo islámico busca asentarse. Entretanto, las grandes potencias, EE.UU., Francia, Gran Bretaña, Rusia y China, toman partido en bandos opuestos.
Leí en The New York Times que hay más de 25.500 libros y estudios sobre la Gran Guerra, y eso sin contar los que saldrán en 2014. Entre los últimos publicados, por recomendaciones de amigos y reseñas especializadas, elegí dos: The Sleepwalkers (Los sonámbulos), de Christopher Clark, y Dance of the Furies (Danza de las furias), de Michael Neiberg.
El de Clark parte como un thriller , con el asesinato de los reyes serbios en 1903, muy atrás, pero clave para comprender las guerras de los Balcanes, el papel de los nacionalistas serbios y las conexiones entre estos y los asesinos del archiduque.
Sin excluir los grandes hitos ni las tácticas, estrategias e intrigas políticas, Neiberg narra la petite histoire del ciudadano común que no dio importancia al crimen de Sarajevo; no estaba preparado para la guerra ni la quería (pero pronto se lanzaría a la lucha con fervor patriótico). En cambio, los líderes europeos -varios de ellos autócratas caprichosos- y muchos personajes en sus entornos, atrapados en alianzas más o menos comprometedoras, calculaban las eventuales ganancias de una confrontación supuestamente limitada. Para Nieberg, esta fue una clásica guerra de gabinete, donde un puñado de hombres jugó con que podría controlar los acontecimientos hasta el límite.
Clark no busca solo "una pistola humeante": muestra que todos las tenían, que no fue un crimen sino una tragedia. No cree que el Káiser o Francisco José hayan sido inocentes, pero tampoco los únicos responsables. Nicolás II aparece como un hábil manipulador que instiga a los serbios y provoca a los alemanes con la movilización de sus tropas; de igual modo, ingleses y franceses manejan la diplomacia con astucia. Rescata a algunos, pocos en realidad, que alertaban sobre la tragedia. Clark es magistral en exponer la lucha de facciones que presionaban a los liderazgos, los arraigados prejuicios culturales, las ambiciones expansionistas e imperialistas de todos; la competencia, por ejemplo, entre Gran Bretaña y Rusia en Oriente, Afganistán o Persia.
Para el historiador de Cambridge, los líderes políticos "caminaron como sonámbulos", ciegos al "horror que iban a llevar al mundo". Sin reglas que los obligaran a cumplir principios y normas internacionales, las decisiones personales basadas en intereses inmediatos fueron delineando un camino sin retorno.
Ibáñez al pizarrón
Hace 60 años, la tradicional familia Ibáñez revolucionó el ambiente universitario con su Escuela de Negocios, enfocada en crear empresarios y hombres de negocios. De sus inicios, su inspiración y del debate en educación habla Pedro Ibáñez, presidente de la Junta Directiva de la UAI. Aunque, sin querer, también hace su diagnóstico en política: “No tengo tan claro que vaya a ganar Michelle Bachelet”. Por Carla Sánchez M. / Fotos: Verónica Ortíz
Hace dos meses, Pedro Ibáñez se cayó del caballo. Fue un gran porrazo, tanto que se fracturó su hombro derecho y tuvo que entrar a pabellón. Hoy, con el brazo en cabestrillo, se está recuperando. Quiere volver a montar. Quiere volver a desencadenar su energía para emprender nuevas aventuras, aunque a estas alturas se podría decir ya es un graduado, al menos en lo que a negocios respecta.
Hace dos meses sorprendió a todo el mercado con la venta de Tres Montes-Lucchetti, el llamado “pulmón” de Córpora, el holding que preside, al grupo colombiano Nutresa en 758 millones de dólares. Por ahora, no tiene muy claro en qué va a invertir los casi 400 millones de dólares que recibirá. Ni tampoco a qué dedicará su tiempo libre. “Me da lata hablar de negocios”, advierte de entrada. Porque lo que nos convoca no son sus andanzas empresariales, sino que los 60 años de la Escuela de Negocios de la Universidad Adolfo Ibáñez, fundada por su padre, Pedro Ibáñez Ojeda.
Si hay algo que ha caracterizado a la familia Ibáñez es su afán innovador. A principios del siglo XX, don Adolfo Ibáñez Boggiano, un comerciante viñamarino que fundó Tres Montes S.A., (hoy tres Montes Lucchetti) y Almac (hoy Walmart Chile), tenía claro que los negocios serían clave para el crecimiento económico del país. Inquieto e idealista, viajó a conocer Harvard y Wharton antes de proyectar una escuela de empresarios, “organizada con un tino superior, para que al formar hombres cultos, estudiosos, con capacidad de investigación, se conservara vivo en sus espíritus el afán de crear, organizar, edificar…”. Reflexiones que sus hijos encontraron varios años después de su muerte en el entretecho de su casa en Recreo, la histórica sede de la Escuela de Negocios, que nació al alero de la Fundación Adolfo Ibáñez.
“Lo que no me parece es que la comunidad esté financiando a familias que pueden pagar parte o la totalidad de sus estudios. La educación gratis para todos me parece un slogan que no hace mucho sentido”.
“La escuela partió como la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Católica de Valparaíso, pero después de un tiempo, la Fundación Adolfo Ibáñez se peleó con la universidad –que quería imponer un cierto modelo ideológico– y terminaron el convenio”, cuenta Pedro Ibáñez, nieto de don Adolfo.
Se independizaron. Convirtieron la casa de don Adolfo en el centro de operaciones. Pero vino el gobierno de la Unidad Popular y tuvieron problemas, porque al no ser universidad no podían dar títulos. Firmaron entonces un convenio con la Universidad Santa María para validar los grados. Su foco en la administración y los negocios, sumado a la mística de estudiar en Viña, la convirtió en una alternativa interesante a las tradicionales escuelas económicas. Por sus aulas desfilaron Thomas Keller, Jonny Kulka, Enrique Ostalé y el propio Pedro Ibáñez (ver recuadro).
No fue hasta fines de los 90 que el fundador de los hoteles Explora se involucró a fondo. A esas alturas, la Escuela de Negocios ya se había transformado hace años en universidad. Y las matrículas de alumnos crecían y crecían. “Hasta ese minuto estaba ocupado en muchas cosas y no tenía un interés real en meterme en la universidad, pero vimos que era un proyecto familiar muy importante y decidí, con mi tío Manuel Ibáñez (papá de Nicolás y Felipe), tener un rol más preponderante y actualmente soy el presidente de la junta directiva”.
Hoy está concentrado en organizar el proceso de transición, en el que la nueva generación podrá acceder a integrar la junta directiva. “No dudo que dentro de la familia Ibáñez va a haber hijos o sobrinos muy capaces de participar en la junta directiva, pero vamos a dejar la posibilidad abierta –en caso de que no hubiese miembros de la familia calificados para participar–, que pueda renovarse sin ellos”, cuenta en su oficina de Córpora, proyectada por el arquitecto José Cruz, el mismo que diseñó la enorme sede en Peñalolén.
“Jamás hemos sacado un peso”
No es fácil entrevistar a Pedro Ibáñez. De partida, piensa algunos segundos antes de contestar cualquiera de las preguntas y responde con calma. Y si el tema en cuestión no le interesa, rápidamente lo cambia.
Se nota que le fascina la arquitectura y el diseño. Su oficina tiene varios libros –algunos incluso en el suelo–, esculturas, modernos sillones y muestras de género sobre un mueble. Es tímido y se ríe poco. Pero si hay algo que lo hace sonreír es el moderno edificio que ideó junto al arquitecto José Cruz (Premio Nacional de Arquitectura) en Peñalolén. “Es lejos lo más importante de la arquitectura moderna en el último tiempo. Un landmark en Santiago”, comenta orgulloso sobre la construcción de los modernos edificios curvos que se entrecruzan, totalizando 25 mil metros cuadrados y en el que estudian más de 3.500 alumnos, entre pregrado y postgrado.
“Primero que todo, no tengo tan claro que vaya a ganar Michelle Bachelet (…) Todavía faltan 3 meses para la elección y es mucho tiempo, pueden pasar muchas cosas”.
-En sus comienzos, ¿la Escuela de Negocios tenía fines de lucro?
-No, nunca. En su testamento, don Adolfo Ibáñez dejó una plata y las ideas para hacer una escuela de negocios. Mis papás y tíos formaron la fundación –que por su origen no tiene fines de lucro-, la que dio inicio posteriormente a la universidad. Para nosotros, el lucro nunca ha sido tema y jamás hemos sacado un peso, ni siquiera como gastos de representación.
-¿Usted no recibe un sueldo?
-No, yo no recibo nada.
-Pero es el Presidente de la Junta Directiva...
-Sí, pero no recibo nada. Tampoco lo hace ningún miembro de la familia ni de la junta directiva. Hoy estamos estudiando pedirles mayor involucramiento y la posibilidad de darles un pequeño honorario a los directores, porque es toda gente de empresas, abogados importantes. Ninguno de ellos necesita que les paguemos y están muy contentos de poder dar su ayuda en esa forma, pero sería una manera de decirles que su tiempo vale. Pero hay muchos directores que se oponen, por lo que es algo que está en discusión.
-¿La UAI opera con la figura de la Universidad del Desarrollo, donde los fundadores son dueños de una inmobiliaria que arrienda las instalaciones a la casa de estudios?
-Tenemos algunas propiedades que son de la fundación –que las arrienda la universidad– y otras que son de la propia universidad. Pero como ninguna de las dos tiene fines de lucro, plata que entra se utiliza en construir nuevos campus o edificios. Todos los excedentes que se pudieran producir se reinvierten, sea a través de la universidad o de la fundación.
-En la discusión del lucro, ¿se ha satanizado el término?
-Sí; el término lucro se ha “peyorizado”. El lucro en sí no tiene nada de malo, la gran mayoría de la gente se mueve por algún fin de lucro. Lo que sí es muy malo es que la ley prohíbe a las universidades lucrar, entonces, si lo hacen, es una situación claramente ilegal.
-¿Y lo hacen?
-No sé lo que ocurre en cada caso, prefiero no dar una opinión. Pero la ley es bastante absurda, porque debiera permitir instituciones con y sin lucro y que cada una de ellas expresara cuáles son sus fines.
-Michelle Bachelet ha planteado una reforma profunda que implica educación superior gratuita para todos los jóvenes en 6 años, lo que será financiado con una reforma tributaria, ¿está de acuerdo con ello? De pensar la educación como un derecho y no un bien de mercado…
-La educación es algo a lo cual toda la gente debiera tener acceso, sea porque sus familias tienen los recursos y si no, obviamente me parece necesario y normal que la comunidad –a través de un ente como el Estado– lo financie. Lo que no me parece es que la comunidad esté financiando a familias que pueden pagar parte o la totalidad de sus estudios. La educación gratis para todos me parece un slogan que no hace mucho sentido.
-Si se llegase a aplicar en Chile, ¿cree que no va a funcionar?
-De repente las cosas se ideologizan de tal forma que el mundo se vuelve irracional. En el reinado de las ideologías puede pasar cualquier cosa.
-Federico Valdés, de la UDD, está muy preocupado por los anuncios de educación gratuita y aranceles fijos. Él cree que las universidades privadas van a quebrar… ¿es usted igual de lapidario?
-Nosotros tratamos de separar lo que es consigna, de las cosas que efectivamente pueden aplicarse en un país moderno y semi desarrollado como es Chile hoy. No me parece que esta locura ideológica de los años 60 se pueda repetir en la década que estamos viviendo. En consecuencia, si hablan de fijaciones de tarifa, una cosa completamente extemporánea hoy día, tendríamos que volver a la fijación de precios. ¿Por qué se van a fijar sólo los precios de las universidades? Tendrían que fijarse nuevamente los precios de la economía, lo cual sería una cosa loca de pensar en el mundo de hoy.
“Para mí, en todo caso, la política es la actividad más importante que puede existir en el país, mucho más que la de los empresarios”.
-En el escenario de que Michelle Bachelet fuera reelecta, ¿no le preocupa el futuro de las universidades privadas?
-Veo que esta reforma profunda a la educación, tal como está planteada, es una cosa ideológica y me resulta difícil concebir que como país pudiéramos caer nuevamente en ideologías que están completamente superadas. Ahora, si volvemos a caer en eso, quiere decir que nos merecemos cualquier cosa.
¿El triunfo de Bachelet?
¿El triunfo de Bachelet?
-Los cambios a la educación que plantea Bachelet implicarían una reforma tributaria, ¿está de acuerdo con un alza de impuestos?
-Primero que todo, no tengo tan claro que vaya a ganar Michelle Bachelet.
-¿Piensa que la candidata de la Nueva Mayoría es ganable?
-Todavía faltan 3 meses para la elección y es mucho tiempo, pueden pasar muchas cosas. Hoy día hay algunos indicios –como publicó el CEP– de que tendría más ambiente la candidatura de Bachelet, pero de ahí a que la gente vaya a votar mayoritariamente por ella y por programas como los que está planteando, creo que todavía hay un trecho para eso.
-Pero las encuestas la posicionan con una ventaja difícil de superar…
- La única que ha habido es la del CEP y fue una encuesta muy abierta.
-La Alianza cuestionó la validez de la encuesta (donde Bachelet obtuvo 44% de aprobación en la consulta abierta presidencial y Matthei un 12%). ¿Fue oportuno haberla dado a conocer, considerando que la primera encuesta tras la renuncia de Golborne fue cancelada?
-Ha sido una tradición del CEP dar a conocer todos los datos abiertamente, me parece bien que así haya sido.
-Muchos sostienen que hubo un error metodológico, pues la candidata de la Alianza aún no había sido oficialmente proclamada…
-La verdad que no me atrevería a juzgar eso porque hoy, con los cambios que se han producido con el voto voluntario, las metodologías de las encuestas han cambiado mucho, tanto que ya nadie se atreve a hacer encuestas.
-Este ha sido un año agitado para el CEP, Arturo Fontaine, su director histórico, dejó el cargo y también renunció Carolina Segovia, la “dama de las encuestas”.
-Estuve en el directorio del CEP durante 30 años y me parece que la salida de Fontaine fue porque cumplió una etapa, llevaba más de 30 años al frente del centro de estudios. Todos cumplimos etapas en la vida.
-¿Era necesaria una renovación?
-Todas las instituciones tienen que renovarse en algún momento dado. Uno puede pensar –y yo lo comparto– que Arturo es una persona magnífica como director del CEP, pero imaginar que tiene que seguir para siempre es como pensar que uno es inmortal, es como pelearle a la mortalidad. Todos, en algún momento, tenemos que hacer un paso al lado y dejar espacio para que llegue gente joven.
-Algunos dicen que su estilo era demasiado personalista…
-No creo, el CEP siempre ha tenido un comité ejecutivo, en el cual participan 5 directores, que se reúne semanalmente y está muy encima de todas las actividades, no veo que nadie se mandara solo dentro del CEP, por lo menos a mí no me tocó ver eso.
-Volviendo a las elecciones, usted participó en la campaña de Allamand…
-No, yo no participé en ninguna campaña. Sí era partidario de Allamand en las primarias.
-¿Se decepcionó un poco con la actitud que tomó Allamand tras las primarias?
-Prefiero no meterme en esa área.
-¿Va a apoyar a Evelyn Matthei?
-La Evelyn es una candidata que me merece mucho respeto y que representa bien la mayoría de las ideas que tengo. Hoy no existe una persona que lo representa a uno en un 100%, pero ella es una buena candidata.
-Sus antepasados se han caracterizado por su vocación de servicio público, ¿nunca le ha tentado la política?
-Nunca me han ofrecido ser candidato y tentaciones tampoco he tenido. En lo posible, hay que tratar de darse cuenta para lo que uno sirve y para lo que no.
-¿Por qué piensa que no sirve para la política?
-Me tocó conocer a muchos políticos, mi padre y mi suegro lo eran, y uno veía las aptitudes que ellos tenían para estar en la arena política. Hay que asumir cuando uno no tiene ese bicho que lo hace ser capaz de aguantar una profesión tan difícil, y a veces tan ingrata. Para mí, en todo caso, la política es la actividad más importante que puede existir en el país, mucho más que la de los empresarios.
-¿Los empresarios debieran tener un rol más relevante en política?
-No creo que sea una cosa de gremio, sino que algo personal. Si alguien siente que tiene aptitudes, debe participar en la cosa pública, sea empresario, abogado, artista, o lo que sea, es un deber muy importante si uno tiene esas aptitudes, dedicarle tiempo y esfuerzo a eso. Me cae súper mal cuando la gente dice que le carga la política y los políticos, porque es la actividad más importante y creo que los políticos, en definitiva, son los representantes más genuinos de lo que es la sociedad.
-¿Nuestra sociedad es como la clase política de hoy?
-¿Por qué dicen que es tan mala la clase política de hoy? Si la encuentran tan mala, ¿quiere decir que la sociedad es tan mala? No sé.
-¿Y qué piensa usted?
-En la política de antes, había políticos buenos y malos también. Actualmente, hay gente en la política muy destacada intelectualmente, gente preparada y al lado hay otros no tan preparados que a uno no le gustaría que estuvieran. Hay que reconocer que hoy, con los medios de comunicación, la forma de manejarse en la política ha cambiado, y eso ha llevado a que de repente los políticos asuman algunas actitudes que uno encuentra que son reprochables.
-¿Como cuáles?
-Que anden buscando cámara, que sean populistas, algunas cosas de ese tipo contribuyen a que el nivel de la política baje.
-¿Está de acuerdo con el revisionismo histórico de los 40 años del golpe o cree que ha habido un aprovechamiento político?
-Ahí prefiero no meterme. Hoy día, todo lo que estamos presenciando es limitado a un tema que, si bien es muy importante –su trasfondo son los derechos humanos– se está dejando de lado una parte de la realidad histórica que fue lo que pasó antes del golpe y que vino a explicar por qué ocurrió: la mayoría de la ciudadanía y de la Cámara de Diputados de aquel entonces pidió la intervención de los militares.
-Volvamos a la universidad mejor… •••
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60 años de la Escuela de Negocios de la UAI: Los ex alumnos se confiesan
Por “amor al terruño”, Thomas Keller, presidente ejecutivo de Codelco decidió estudiar en la Escuela de Negocios de la Adolfo Ibáñez. Porteño de toda la vida –nació en el Cerro Alegre- cree que ha sido de las buenas decisiones que ha tomado en su vida. Entró en 1975, cuando la facultad ya funcionaba en la casa de don Adolfo en Recreo.
“La escuela tenía grandes ventajas. De partida la excelencia académica, muy orientada a la gestión empresarial y muy tolerante. Acentué mi formación liberal estudiando ahí”, confiesa Keller, quien integraba el grupo de “los tres chanchitos”, con Gonzalo López (Lápiz López) y Nicolás Ibáñez (Walmart). “Éramos flacuchentos en esa época, pero nos llamaban así porque estudiábamos siempre juntos”, bromea.
Keller fue un alumno destacado, que combinaba los estudios con la música (tocaba en “Leña Húmeda” con Raúl Cruzat y Pancho Puelma). Tanto, que llamó la atención que no hubiera ganado el tradicional premio a la excelencia académica tras egresar. “Ese año cambiaron el criterio para seleccionar. Ya no se trataba sólo de notas, sino que midieron otras habilidades”, recuerda. El premio recayó en su amigo Nicolás Ibáñez. “Mi mamá consideró que era una injusticia tremenda. Ahora con Nicolás nos reímos del tema”, confiesa.
Primero quería ser bombero. Luego carabinero. Pero sentado en la oficina de su padre, Enrique Ostalé, CEO de Walmart para Latinoamérica, dijo “Yo quiero mandar”. La frase sacó risas entre los asistentes a la charla que dio Ostalé en el auditórium de la UAI, en abril de este año a por los 60 años de la Escuela. “En esos cinco años me di cuenta que tenía habilidades para los números, que me gustaba hacer clases (fue decano de la Escuela de Negocios) y que debía hacer un postgrado al egresar. Es una universidad en permanente cambio: a nosotros nos preparaban para ser buenos empleados; hoy, para ser buenos líderes y emprendedores”, dijo en esa oportunidad.
Podría haber estudiado ingeniería comercial en la Católica, pero al final, Alejandro Bascuñán, fundador de los jardines Vitamina, se decidió por la Adolfo Ibáñez y no se arrepiente. “La gente que sale de la UAI tiene una particularidad: tienen una visión práctica de lo que hay que hacer, están dispuestos a meter las manos al barro”, comenta. Entró a estudiar en marzo del 93 y durante tres veranos seguidos tuvo que olvidarse de la playa por las prácticas profesionales.
“Se solía criticar a la escuela por ser como un colegio –entrabas y te graduabas con el mismo curso- pero aquí hice muy buenos contactos”, dice Bascuñán. De hecho, su ex profesor Carlos Cáceres es hoy socio e inversionista en su cadena de jardines infantiles.
¿Más allá de toda duda?
La aseveración de un connotado
y controvertido investigador,
director del Centro de Medicina Integrativa
y Ciencia Innovativa de una universidad privada,
respecto de un tema contingente
y en proceso de debate e investigación
de la comunidad científica internacional,
diciendo «que la ciencia ha demostrado
más allá de toda duda…»
no sólo es apodíptica*, sino acientífica;
una contradicción en los términos.
La ciencia es el reino de la duda
y de las verdades provisionales.
Todo se cuestiona, es sujeto a escrutinio,
y los debates no se cierran con una carta
al director de un periódico de circulación
nacional, utilizando el principio de autoridad.
Puede tomar décadas, hasta centurias,
llegar a consensos, que no son "pruebas";
sino razonables certezas que los
resultados de las investigaciones
resultan confiables y se puede ahondar
en ellos, hasta nueva evidencia en contrario.
Incluso la evidencia
está sujeta a interpretación
-es cosa de ver lo que ha ocurrido
con el anuncio del bosón de Higgs-.
Es complejo el proceso que va
de la recolección de datos,
los filtros necesarios para eliminar el "ruido",
lo que no es relevante o distractor,
y hay todo un elaborado proceso
que lleva a la conclusión
que efectivamente estamos
ante la presencia del bosón de Higgs.
y hay todo un elaborado proceso
que lleva a la conclusión
que efectivamente estamos
ante la presencia del bosón de Higgs.
(Sujeto, a su vez, a posterior
análisis y discusión).
La honestidad, el oficio,
la audacia y la imaginación,
la pasión, la inteligencia y las ganas,
la colaboración y la discusión
son fundamentales en la ciencia,
así como la paciencia y humildad
para no adelantar juicios
y arrogarse la última palabra
en temas controvertidos y todavía abiertos.
Aquí, en las columnas y cartas,
bajo el manto de la argumentación
bien, más o menos, o mal hilvanada
priman las emociones y no pocos prejuicios
y es ingenuo y arrogante pensar
que un debate se va a cerrar
porque un experto lo afirma
ante «una manga de legos»
como la mayoría de nosotros,
junto a uno que otro experto.
Si hasta se ha descalificado
de plano las opiniones y juicios
de prestigiosos investigadores,
por no estar publicando
en el área precisa que trata el tema,
(¿Qué queda para el resto de las opiniones?
Si es así, mejor que no opinen por los diarios
porque no estamos en condiciones
de discernir si lo que dicen es válido o no.)
O les creemos y acatamos.
El dogma de una ciencia que nunca ha sido tal.
Como observó el físico-matemático
británico Freeman Dyson,
Profesor Emérito del Instituto
de Estudios Avanzados de Princeton
«La complejidad central de la naturaleza humana
está en nuestras emociones, no en nuestra inteligencia.
Las habilidades intelectuales
son un medio para llegar a un fin.
Las emociones determinan lo que el fin será...
Las emociones tienen una historia más larga
y raíces más profundas que la inteligencia».
Junto con sus innegable logros,
como observa el propio Dyson
la ciencia es a la vez
«un mosaico de contradicciones».
Se puede conocer detalles muy precisos
de lo que ocurrió en etapas muy tempranas
del universo y a la vez desconocer
gran parte de la naturaleza de lo que lo conforma.
La mayoría de los debates de los blogs
es un reflejo de las emociones aludidas.
Como apunta un agudo comentarista
de este mismo blog, resulta curioso
que el investigador que originó esta carta
trate de cerrar el debate afirmando
que se ha probado más allá
de toda duda que la llamada
Píldora del Día Después (PDD)
no es abortiva, cuando las mujeres
que acuden a ella están justamente
interesadas en que lo sea.
Como decía una pancarta
en la Plaza de la Constitución
en defensa de la PDD:
«Si la cagaste, con la píldora te salvaste».
---
En la lógica aristotélica, una expresión es apodíctica
se refiere a una proposición demostrable,
que es necesaria o evidentemente cierta o válida,
o por el contrario, que es forzosamente falsa o inválida.
Las proposiciones apodícticas difieren de las asertivas,
que meramente aseveran que algo es o no,
y de la proposiciones problemáticas,
que expresan únicamente
la posibilidad de que algo sea verdad.
Por ejemplo «Dos por dos es igual a cuatro» es apodíctica.
«Chicago es más grande que Omaha» es asertórica.
«Una empresa puede ser más rica que un país» es problemática.
En la lógica aristotélica, «apodíctico» se opone a dialéctico,
de la misma forma que una prueba científica difiere de algo probable o razonable.
DOBLAJE AL ESPAÑOL DE SERIES ANIMADAS
Una de las cosas que me llamaba la atención
desde que era niño, era el fiato y fluidez
que lograban las voces en español
de las series americanas, particularmente
las series animadas para niños.
Parecía que la animación
de las series más logradas, surgía
de la comprensión de la esencia
de cada personaje, de su carácter,
actitud ante la vida, sentido del humor,
irrascibilidad, ingenio y astucia, etc.
Las expresiones, con acento mexicano,
cubano, andaluz y otros, los giros
del idioma, le conferían un carácter
universal a estas series, que de lo
contrario habrían quedado confinadas
al segmento más bien estrecho
de la cultura gringa.
No era una mera traducción
sino que había allí
una buena cuota de creación,
frescura y gracia,
al punto que pienso que el éxito
de dichas series en latinoamérica
es consecuencia de la madurez
que había alcanzado en México
el doblaje al español, un verdadero arte,
apoyado en un conjunto de actores
creativos que interpretaban
aquellos inolvidables personajes animados,
sino que los llevaron a otro nivel, más universal
conquistando audiencias, imposibles de lograr
de no haber existido ese talento afianzado.
Huckleberry Hound (¿Qué tal, paisas?)
Don Gato y su pandilla (El tema Top Cat al final; los pesonajes:
Don Gato, Demóstenes, Espanto, Cucho, Panza y Benito, el policía Matute)
En los Picapiedras, por ejemplo,
al eliminar las voces gringas
del tema al final de cada capítulo,
dejando sólo a la orquesta
con ese vértigo del swing
puramente instrumental
y unos vacíos expectantes
insetando solamente al final
los golpes en la puerta
y gritos de Pedro a Wilma,
tras haber sido dejado afuera
por Dino...
fueron decisiones que revelaron genialidad
y sabiduría; otros menos agudos,
habrían "chantado las voces agringadas al final",
anulando el sabor latino y revelando
su procedencia angloamericana.
En cierto
sentido se puede decir que los encargados
de doblarla se apropiaron de los personajes
y de sus historias y la hicieron suyas,
neutralizando hasta cierto punto
el efecto de esta colonización cultural.
Historias antiguas pocos conocidas...
La sección espectáculos
del diario El Mercurio de hoy,
lunes 30 de septiembre de 2013,
lo dedica a la relación íntima y profesional
que marcó a Ingrid Bergman y Roberto Rosselini
que no necesitan mayor presentación
y que dan para otro extenso comentario.
En una de las imágenes que acompañan
al artículo aparece con la Bergman,
el actor George Sanders en una escena
del film Viaggio in Italia (Te querré siempre),
dirigida en 1954 por Rossellini.
Había escuchado de una conexión
de George Sanders con Chile
pero nunca había sabido más detalles.
Ahora leo en internet:
At the age of nineteen George took himself off to Argentina to work as a manufacturer’s representative for the British and American Tobacco Company in South America. This was to be an interesting four years for him, perhaps the happiest, most carefree years in his life. George fell in love with the country, its music, its people and the language. He developed a fluency in Spanish and spoke it, as mentioned by several Latin American actors, without a trace of an accent.
While in Argentina, and later Chile, George, as he put it, “engaged in a lot of youthful high jinks”. On one occassion he swam across a lake while dressed in a tuxedo. Indeed, it was one of these “youthful high jinks” that forced him to leave the continent. To describe the incident I will quote from George’s account of it in his book Memoirs of a Professional Cad. He writes:
“I had decided to celebrate this happy turn of events [a succesful advertising idea] in the manner prescribed by mankind since the dawn of history–namely by imbibing an excessive amount of intoxicating liquor, or in other words getting swacked.
It was in a highly inebriated state and rather late at night that I decided to go home. I had been living for some time in a chalet on the outskirts of town [Temuco, Chile] as the house guest of a very charming widow, who was engaged to be married to a lawyer in Temuco.
I would have been very happy with this woman but for the nocturnal visits of her fiance, who would remonstrate with her by banging on the shutters of our bedroom window and shouting what I felt to be totally irrelevant accusations of infidelity. He took a thoroughly middle-class attitude toward the hospitality his fiancee was showing to me. I found it extremely irksome to be awakened in the middle of the night by loud bangings on the window shutters, but the villa was more comfortable than the hotel and so I put up with it.
On the night of my triumph, however, I did not feel disposed to pursue this craven attitude, and in response to our nocturnal visitor’s knocking I threw the window open wide and faced him in defiance, revolver in hand. He must have been at least as drunk, if not drunker, than I. He promptly challenged me to a duel, and I just as promptly accepted.
I climbed out of the window and dropped to the ground. I could not see him because it was pitch dark outside, but our bodies touched. We maneuvered ourselves into a back-to-back position. ‘Ten paces,’ he said. ‘All right,’ I answered, and we started to stagger away from one another. I had the advantage. I was barefoot. I could hear the crunch of his shoes on the gravel path. I turned and pressed my trigger in the direction of the last crunch. I stood my ground but there was no answering shot. I walked back in his direction and stumbled over him as he lay on the ground. I picked him up, fireman’s-lift style, and carried him into the house. He was all right. The bullet had entered his neck but he wasn’t bleeding much. Later they told me that if it had been a fraction of inch to the left he would have died. As it was he was perfectly all right four days later….
I have not owned a gun since then and never will….
Somebody in the house, in trying to get hold of a doctor, had described the situation too fully over the telephone and the operator had called the police. I was carted off to jail….
I did not remain in prison for more than a few hours …before my company sent a man down to do whatever was necessary to set me free. When I say they set me free–I mean they set me free. I was not only thrown out of the company, I was thrown out of South America.”
George was twenty-three at the time…