La Haya: Sólo algunas palabras de más



por Fernando Villegas
Publicado en La Tercera, 05 de Diciembre del 2012

“¡DURO GOLPE a Chile en La Haya!”, titulaba el martes el diario limeño La Razón para calificar los alegatos de sus abogados. La razón, dicho sea de paso, es cualidad de la cual ese medio tiene poca; su especialidad es la farándula política y el avivar fuegos allí donde los encuentre, lo cual hace con el mismo fervor, aunque en terreno más delicado, con que los medios faranduleros de Chile se especializan en levantar fuego con dichos y hechos de bataclanas y futbolistas. En su subtítulo de portada dicho medio explicaba: “Perú dicta cátedra ante corte internacional”.

Fue y es un titular y subtítulo algo optimista. Los “golpes” de los juristas del Perú difícilmente fueron más contundentes que un abanicazo que pudiera asestar una señora de los salones de San Isidro, en Lima, tan repletos de dichas damas. Se necesita imaginación desbordante para confundir los miriñaques retóricos del francés que defiende a Perú con la contundencia lógica y argumental. Dar cátedra no es lo que hicieron, sino hacer su trabajo conforme a los deseos del cliente.


Si acaso el titular ilumina algo es quizás el ánimo y aspiraciones del peruano de a pie a quien dicho medio suministra su diario alimento espiritual. El peruano es hombre de grandes virtudes -comenzando por su buena mano en la cocina-, de hablar correcto, simpatía y buena onda, excelente trabajador y profesional, pero descarrila un poco cuando sale a relucir Chile. ¿Cómo podría ser de otro modo si desde niño se le enseña, en el colegio, un  increíble grado de animadversión?


Para ser justos, no toda la prensa chilena evitó caer en el mismo pecado de manipular querellas y rencores que hace rato debieran haberse desvanecido. Un vespertino tituló, el lunes, con un chirriante encabezado anunciando que Perú trataba a Chile de embrollón o algo parecido. No ha habido tal cosa. Para comenzar no son Perú ni Chile quienes hablan  en la corte, ni siquiera muchos peruanos o chilenos, sino más bien jurisconsultos a sueldo, gente que argumenta contra reembolso y aprovecha la ocasión para hacer gala de sus habilidades retóricas e histriónicas en pro de sus prestigios profesionales y pensando en futuras pegas. Ni en Perú ni en Chile ha habido golpes de ninguna clase. Tal vez sí haya habido algunas palabras de más. En Chile es pecado habitual. Se habla más de la cuenta. En esta época de micrófonos y cámaras apenas un 1% de los incumbentes resiste la tentación de abrir la boca.


Considerando el tópico que se discute, el clima prevaleciente en las poblaciones de verdad, en los peruanos y chilenos de a pie, este ha sido más bien calmoso y curioso, expectante quizás, pero no chovinista. De esto los países europeos, que han mantenido un olímpico desinterés por el contencioso -al punto que el principal titular de la BBC era, simplemente, el embarazo de la señora de unos de sus príncipes, esos desvaídos jovencitos de mejillas sonrosadas y cara de nalga- debieran sacar lección. Nosotros vamos a cortes, ellos iban a guerras. Tercermundistas y todo, mantenemos ciertos modales y limamos asperezas con disputas verbales. Quizás eso les parezca poco serio: lo serio, en su tradición, es ir a echarse bombas.


Todo ha sido civilizado al menos hasta ahora, aunque no hay garantía de que no pueda haber algún desafuero local. Ni en Perú ni en Chile hay déficit de nacionalistas delirantes. Basta entrar -en YouTube- a sitios vinculados con las relaciones Chile-Perú para constatarlo. Pero esos dementes son una minoría. El peruano de verdad es el agradable e inteligente fulano de los suspiros limeños. Y el chileno de verdad NO es el que insulta a los peruanos instalados en la Plaza de Armas. Aquí no ha habido golpes y es bien posible que nunca Los Haya.

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