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Libros: Burroughs por Burroughs



Por Diego Zúñiga Revista Qué Pasa29/08/2012
© Latinstock

“Mi querido Mr. Truman Capote: A usted le fue concedida un área para el desarrollo psíquico. Por un tiempo, pareció que usted haría buen uso de ese privilegio. Pero finalmente ha optado por vender un talento que nunca fue suyo para poder ponerlo en venta. Usted ha escrito un libro aburrido e ilegible, A sangre fría, que bien podría haber sido compuesto por cualquier escritor de planta de The New Yorker (publicación reaccionaria y encubierta dedicada a la defensa de los intereses de fortunas norteamericanas). Usted ha ofrecido sus servicios a los intereses de aquellos que están convirtiendo a América en un estado policial (…) Disfrute de su dinero sucio”.
Así escribió y firmó y envió -el 23 de julio de 1970- una carta desde Londres un tal William Seward “El Hombre Invisible” Burroughs. Y esa carta aparece ahora en el imprescindible segundo volumen de su correspondencia: Rub Out The Words / The Letters of William S. Burroughs 1959-1974. El primero, responsabilidad de Oliver Harris, abarcaba de 1945 a 1959 y se editó en 1993. Ahora toma la posta Bill Morgan, autor también de The Typewriter Is Holy: The Complete Uncensored History of the Beat Generation (2010).
Y, sí, con el correr de los años Burroughs -sin por esto restarle méritos literarios- ha probado ser el más interesante de la Santísima y Chiflada Trinidad Beat completada por Allen Ginsberg y Jack Kerouac. Basta con comparar sus cartas. Así, donde Ginsberg y Kerouac son líricos y epifánicos y viven tan preocupados por la vida hecha obra, Burroughs parece más preocupado, también, por otras cosas muy diferentes. Este segundo volumen de cartas abarca un período especialmente interesante del tránsito de Burroughs: su período internacional, arrancando semanas después de la publicación de su consagratorio El almuerzo desnudo, donde comienza a separarse de sus colegas beat para convertirse en movimiento de un solo hombre hasta cerrar, en 1974, con su retorno a Nueva York luego de un cuarto de siglo de vagar como un fantasma por el planeta.
Rub Out The Words / The Letters Of William S. Burroughs 1959-1974”. Edición Kindle, a US$ 18.99, en amazon.com.

Glenn Gould - Cartas escogidas



Por Diego ZúñigaRevista Qué Pasa 30/08/2012

Decimos Glenn Gould y pensamos en su interpretación de las Variaciones Goldberg, de Bach. Y en su postura frente al piano, con la cabeza tan cerca del teclado. Y en su silencio: en ese momento cuando decidió abandonar los escenarios y pasar a ser de la secta de los Bartleby hasta su muerte.
Lo que queda es la música -su intensidad como intérprete-, pero también una vida que se transformó en leyenda y que ha tratado de ser descifrada desde distintos lugares: una biografía, un libro de conversaciones, incluso una novela del genial Thomas Bernhard. Y ahora se suma un eslabón que faltaba: su correspondencia. Glenn Gould. Cartas escogidas (Global Rhythm-Océano) nos muestra a un Glenn Gould íntimo y cotidiano, lleno de trabajo y de proyectos. Incansable. Muy lejos, por momentos, de la figura mítica del artista incomprendido, neurótico. Hay en estas cartas mucha humanidad. Es el autorretrato de un genio mientras se cartea con John Cage, Leonard Bernstein, Leopold Stokowski, y distintos amigos y directores de orquesta con los que va dialogando sobre su oficio y su vida, sin abandonar el humor ni menos la lucidez.
Glenn Gould. Cartas escogidas

Whatsapp y el



© J. M. Méndez

WhatsApp, la aplicación de mensajería gratuita multiplataforma, es la que más ocupo en celulares (después de Twitter).  Claramente no soy una excepción: hace sólo días, WhatsApp informó que llegaron a un nuevo récord: cuatro mil millones de mensajes enviados y seis mil millones recibidos. (La diferencia entre enviados y recibidos se da debido a que un usuario puede mandar un mismo texto a varias personas, como en un chat grupal). Lo más interesante es que el sistema está matando definitivamente a una de las fuentes de mayores ingresos para las compañías de telecomunicaciones: los SMS pagados. Hagan doble check a ese mensaje.

La gente no es tonta por Leonidas Montes



Diario La Segunda, Martes 28 de Agosto de 2012
http://blogs.lasegunda.com/redaccion/2012/08/28/la-gente-no-es-tonta-1.asp
La última encuesta CEP trajo algunas buenas noticias para aquellos que creemos que la gente no es tan tonta como algunos suelen imaginar. Por el contrario, es mucho más sensata, razonable y ponderada de lo que muchos quisieran.
Partamos por la política. Continuamos en un estado de desafección política, con un 60% que no simpatiza con ninguna coalición (un 18% con la Concertación, un 12% con la Coalición por el Cambio y un 6% con el Pacto Juntos Podemos). En términos de confianza en las instituciones, las puntas siguen inalterables: Carabineros y Fuerzas Armadas lideran por arriba, y el Congreso y los partidos políticos, por abajo. Pero si en menos de dos años la confianza en Carabineros sube del 50% al 58% y en las Fuerzas Armadas se mantiene en torno al 53%, la confianza en el Congreso baja del 28% al 10%, y la de los partidos políticos, del 15% a un magro 6%. Para no herir susceptibilidades —y créanme que los parlamentarios son susceptibles— no voy a esbozar las posibles causas de esta baja persistente.
Guido Girardi e Ignacio Walker lideran las caídas significativas de evaluación de los personajes políticos. Y Camila Vallejo, con un 92% de conocimiento, esta vez entró a los top 5 de los personajes políticos más castigados, con un 37% de rechazo. Quien alguna vez viera en Fidel Castro una “luz y esperanza para Chile” está cayendo disciplinadamente en la máquina del PC. Finalmente, tal como hubiera deseado Marx, resultó ser una loba disfrazada de oveja. Y la gente lo percibe.
Pese a la desafección política, el 17% piensa que nuestra democracia funciona bien o muy bien, el 57% “reguleque”, y sólo el 20% mal o muy mal. En definitiva, una gran mayoría está conforme con lo que tenemos. Aunque el germen del populismo está rondando, la avasalladora conformidad con nuestra democracia (74%) desecha todas esas rancias utopías revolucionarias. No en vano, si hace menos de un año sólo el 28% de los chilenos pensaba que el país estaba “progresando”, hoy esta cifra alcanza a un significativo 40%. En general, la percepción respecto de cómo lo está haciendo el Gobierno en términos económicos, mejora.
En nuestra relación con la política se respira cierta sana independencia. Un contundente 48% dice no ser cercano a la izquierda, al centro o a la derecha. Sólo el 21% dice ser de izquierda, el 10% de centro y el 13% de derecha. No obstante, si los extremos políticos son acotados, pareciera que tenemos un ciudadano independiente, pero mayoritariamente de centro.
En términos ideológicos hay señales contundentes. La gran mayoría piensa que “debería premiarse el esfuerzo individual aunque se produzcan importantes diferencias de ingresos” y que “la principal responsabilidad por el sustento económico de las personas está en las personas mismas”. Es más, el 50% de los encuestados piensa que “se pueden aceptar desigualdades de ingreso, si al mismo tiempo todos los hogares mejoran su nivel de vida”.
Durante el último año de gobierno de Michelle Bachelet el 69% pensaba que el Estado debe apoyar a los más pobres “a través de programas que mejoren sus capacidades (como educación o capacitación)”, y el 27% pensaba que debía ser “a través de transferencias de dinero (bonos)”. En esta última encuesta se produjeron dos cambios significativos: quienes piensan que el Estado debe apoyar a los más pobres “a través de programas que mejoren sus capacidades (como educación o capacitación)” sube de 69% a 78%, y quienes piensan que debe ser “a través de transferencias de dinero (bonos)” baja de 27% a 18%. Este gradual y significativo cambio social —algo que ya estaba latente durante la campaña presidencial— es relevante. Podemos decir que esta tendencia a confiar aún más en las capacidades de las personas y no en un Estado benefactor es, a la vez, causa y efecto de este gobierno.
Los chilenos seguimos pensando que los tres factores más importantes para surgir en la vida son un buen nivel de educación, trabajo duro y ambición. Y respecto a la distribución del ingreso, el 39% cree queChile es desigual con una amplia base de pobreza, y el 39% cree queChile debe avanzar hacia un modelo con una amplia clase media. Con todos estos resultados, ¿no estaría también usted de acuerdo?

Codelco/Anglo: Evaluación, misterio y oportunidad por Guillermo Larraín



Diario La Segunda, Lunes 27 de Agosto de 2012
http://blogs.lasegunda.com/redaccion/2012/08/27/codelcoanglo-evaluacion-mister.asp

El acuerdo al cual llegó Codelco con Anglo American es razonable y es útil explicar por qué. Pero una vez hecho eso, es necesario señalar una duda que quedará sin respuesta y, más interesante, destacar las oportunidades que se abren producto de esta operación.
El acuerdo es razonable porque, según dicen abogados a los que consulté —ninguno de los cuales fue en su momento pagado por Anglo para decir lo que le convenía— la opción que podía ejercer Codelco, que databa de 1978 y fue refrendada en 2002 cuando Anglo le compra a Exxon, no excluía explícitamente la posibilidad de que Anglo venda minutos antes de que Codelco ejerciera la opción. 
La defensa de Codelco entonces tenía que echar mano a un argumento y a una esperanza. El argumento, que yo mismo defendí en estas páginas, era que está en la naturaleza del ejercicio de la opción el que una vez que el comprador anuncia su decisión de comprar, la parte obligada a vender no lo puede hacer a un tercero para evitar que el comprador ejerza su derecho. Es absurdo que Codelco pueda anunciar ejercer una opción de compra y que al día siguiente Anglo pueda vender, eventualmente todo, de manera que no haya activos que traspasar. Una opción sobre activos inexistentes no es opción. El espíritu de la ley estaba y estará con Codelco. 
Sin embargo, la letra del contrato no impedía que dicho espíritu sea violado. Codelco entonces tenía la razón pero un eventual celo formalista de los tribunales —digamos una leguleyada— podía dejarlo sin nada. En defensa de Anglo —que en lo personal me resulta terriblemente antipática dadas sus raíces históricas en la Sudáfrica del apartheid— cabe decir que desde que tomó el control de las minas en cuestión, ha invertido unos US$.2.600 millones. Lo hizo cometiendo un error de juicio: supuso que Codelco no ejercería la opción. De hecho en 2002 quiso hacerlo y le faltaron US$.100 millones. Así, cuando Codelco anunció el 12 de octubre de 2011 que sí iba a reunir los recursos gracias al concurso de Mitsui, en tres semanas Anglo orquestó una operación con Mitsubishi para minimizar la pérdida.
En este contexto, la idea de buscar un acuerdo pareció razonable. Esto fue ratificado por el directorio y nadie opuso públicamente una resistencia significativa.
Un elemento adicional es que la decisión del Tribunal, en cualquier sentido, podía tomar años y era difícil predecir el precio al cual Codelco podía ejercer la opción. Hay que decir que el atractivo de ejercer la opción ahora era que hay una gran diferencia entre el valor de los activos de acuerdo a la opción y el valor de los activos a precios de mercado. 
El misterio que habrá que resolver más adelante es por qué Codelco decidió anunciar que iba a ejercer la opción 70 días antes de hacerla efectiva. Era evidente, dada la diferencia de precios entre el de mercado y el implícito en el contrato de opción, que habría muchos interesados en interferir la operación. Con la liquidez que había en el mundo y las buenas perspectivas de los commodities, era bien probable que Anglo reaccionara buscando un socio conveniente o que alguien se le acercara. ¿Por qué no esperó Codelco hasta el 31 de diciembre de 2011 para anunciar que ejercería la opción al día siguiente? La explicación formal es que, dado el tamaño de la operación, Mitsui debía anunciar la operación como hecho esencial. No parece una explicación suficiente en la medida que la operación pudo haber sido formalizada más tarde si se consideraba que era riesgoso un anuncio temprano.
Respecto de las oportunidades, unas derivan directamente de los activos mineros adquiridos y el hecho que sean adyacentes a Andina. Eso tiene potencial y hará que Andina se transforme probablemente en la mayor operación de Codelco en unos años. Ello tiene implicancias de todo tipo, por ejemplo para el valle central y el diseño de las mitigaciones que corresponda.
Sin embargo hay algo de mayor alcance. Esta operación era imposible de hacer cuando los ministros eran miembros del directorio de Codelco. ¿Por qué? Cuatro razones. Una es que los ministros no tienen tiempo para dedicarle a tratar una operación de este tipo. Otra es que la confidencialidad de la operación es más difícil de mantener. Tercero, que transforma al gobierno en juez y parte de los conflictos que surjan de las decisiones de ese directorio, por lo que las contrapartes de Codelco más difícilmente entrarían en negociaciones con él. Finalmente, cualquier evaluación sobre el desempeño del directorio de Codelco se transforma en ese caso en juicio político al gobierno cuyos ministros son directores, por lo que tiende a imperar una tendencia conservadora al statu quo.
O sea, la reforma al gobierno corporativo de Codelco explica en parte esta operación exitosa. Pero esto sugiere que Codelco está acercándose a tener condiciones para tomar desafíos mayores. Hoy la enorme mayoría de la actividad de Codelco está en Chile y en el sector cuprífero. ¿Tiene que seguir ello así indefinidamente?
No tiene por qué. Codelco tiene enormes pertenencias mineras en Chile y muchas de ellas tienen recursos distintos de cobre y de hecho tiene recursos no metálicos, como litio. ¿No será oportuno aprovechar estas nuevas condiciones de gobernanza para transformar a Codelco en una empresa más diversificada desde la perspectiva de los recursos que explota y los productos que elabora? 
Y ¿qué pasa con la actividad fuera de Chile? La capacidad técnica de Codelco podría servir para extender sus operaciones fuera de Chile. ¿Por qué dejar que Anglo American, BHP Billiton, Xstrata y otras crezcan por el planeta mientras Chile le pone un freno a Codelco? 

Divagaciones no van de vacaciones... por Jorge Edwards



Diario La Segunda, Viernes 31 de Agosto de 2012
Durante las vacaciones europeas del año pasado, hice un breve viaje a Chile, me enredé, o me dejé enredar, en interminables cuestiones ministeriales, pasé frío, me mojé con la lluvia y no llegué a ninguna conclusión interesante. Ahora vine al pueblo cantábrico de Comillas, lugar que conocí en épocas mejores, gracias a mi amigo y editor Antonio López Lamadrid, y he gozado de unas vacaciones insuperables: lectura, escritura, contemplación del mar desde mi habitación de hotel, reencuentros diversos, en lugares variados de la geografía montañesa, con viejos amigos y con algunos nuevos. Tenía algunas nociones, pero ahora he descubierto, en pocos días, aspectos extraordinarios de una región que se extiende entre Santander, Laredo, algunos pueblos de Asturias, Oña y Burgos por el sur. Mucha gente pasa el verano por estos lados, en casas de campo, de playa, en mansiones santanderinas, que me recordaron hasta cierto punto, guardando algunas distancias, las buenas casas de Viña del Mar de mi juventud, del barrio de Chorrillos, de Reñaca y sus alrededores. Me encontré, también, con una forma de conversación, con apasionantes países de la memoria o, si quieren ustedes, de la historia privada.
Por ejemplo, me enteré anoche de que hubo un curioso intento de canonizar a don Marcelino Menéndez y Pelayo, el autor de la enorme Historia de los heterodoxos españoles. No hablo de un intento figurado, no empleo una metáfora. Los admiradores de don Marcelino, entusiastas, fanáticos, incondicionales, llegaron al extremo de pedirle al Papa, creo que Pío XII, que iniciara el proceso de su canonización. En su análisis crítico de la heterodoxia, de la blasfemia, de la herejía, don Marcelino acumulaba méritos indudables. Pero el examen de su vida privada arrojó resultados nefastos, que terminaron con el intento de canonización sin réplica posible. Se comprobó que don Marcelino tenía la desgraciada costumbre de ir a casas de mala reputación, y su asistencia era imposible de ocultar. En esos tiempos, existía el hábito de formar cola, pero cuando los clientes divisaban a don Marcelino, le cedían los lugares, por respeto, y le pedían que pasara adelante. Se dice que el polígrafo, a sus 22 años de edad, hizo oposiciones en contra de don Emilio Castelar, político y orador célebre, citado con frecuencia por don Arturo Alessandri Palma, y le ganó. Fue el catedrático más joven de España. Pero ser santo del santoral católico ya era otra cosa.
En la reunión había un gran experto en arte, coleccionista y economista, cosa que me permitió conocer relaciones curiosas de los artistas con el dinero. Velázquez, el pintor de Las meninas, era, como ya se sabe, un notable anticuario, pero yo no había escuchado nunca que Marcel Proust hiciera operaciones eficaces de bolsa, en los años mismos en que vivía encerrado y escribía su novela monumental. Expresé dudas, con abierta mala educación, y me dieron pruebas documentales y referencias que no conocía. Supe, sin ir más lejos, que el abuelo materno del novelista, de apellido Weil, era corredor de la Bolsa de París. La gente que opera en la bolsa habla del tema en las conversaciones familiares y los niños se impregnan desde sus primeros años. Aprenden desde muy temprano a conocer un título, a conocer el significado de la palabra “cotización” y de la palabra “dividendo”. Eso me consta por experiencia. Y Marcel Proust, a quien llamaron durante años “el pequeño Marcel”, tuvo que manejar con habilidad sus bienes hereditarios para dedicar doce o más horas del día a la elaboración de su manuscrito, o para poder contemplar sin la menor distracción un cuadro de Vermeer, o para recuperar una sensación visual u olfativa que había perdido en Venecia. Sí, señores. Visité la ciudad normanda de Illiers, el Combray de Marcel Proust, como dicen las señales del camino, y conversé con el doctor encargado de la casa de veraneo de la familia, un antiguo amigo del hermano médico de Proust. Había convencido a Mario Vargas Llosa para que se uniera a la excursión, a cambio de acompañarlo después a una visita flaubertiana de alguna clase. El doctor y curador de la casa “de tía Léonie” nos dijo que Proust había muerto en un departamento del Boulevard Haussman de París. Me permití corregir el dato del amable doctor y presidente de la sociedad de amigos del escritor. Proust, en realidad, junto a su manuscrito de más de un metro de altura y no terminado, en su habitación acolchada para amortiguar los ruidos de la calle, había muerto en el número cincuenta y tantos de la rue Hamelin, a pocos metros de la avenida Kleber, no lejos del Hotel Raphael, que todavía existe. El simpático doctor se golpeó la frente, reconociendo su error, y exclamó: “Ces sud américains savent tout!” (¡estos sudamericanos lo saben todo!). Yo me abstuve de decir que vivía muy cerca y que pasaba frente a la placa del autor de la Recherche, que correspondía ahora a un hotel de barrio, casi todos los días. La librería Au sans pareil, uno de los templos del surrealismo de los años veinte, editora de los manifiestos de Vicente Huidobro, hoy día desaparecida, quedaba a la vuelta de la esquina. Y ya que he mencionado a don Arturo Alessandri, puedo informar, sin pedirle a nadie que me canonice, que durante su exilio de los años veinte vivió en la rue Boissière, al otro lado de la avenida Kleber, a metros de la Plaza de Victor Hugo.
La conversación montañesa me sacó de las montañas, como advertirán ustedes, pero podría regresar con facilidad a sus vericuetos, a sus desfiladeros geográficos y mentales.

Un falso dilema por Cristián Larroulet



Diario La Segunda, Jueves 30 de Agosto de 2012
http://blogs.lasegunda.com/redaccion/2012/08/30/un-falso-dilema-1.asp
Con frecuencia hemos oído decir en los últimos años a personeros de la Concertación que el crecimiento económico ya no debe tener la prioridad que tuvo en el pasado para nuestro país y que lo sensato sería concentrar nuestras energías en conseguir una distribución más igualitaria de los ingresos, pues así podríamos lograr una mejor calidad de vida para todos. Pero esa manera de ver las cosas nos pone ante un falso dilema, pues ignora la relación virtuosa que unas políticas públicas acertadas pueden trazar entre crecimiento y equidad.
En efecto, afortunadamente hay políticas públicas que permiten a un país como el nuestro crecer y, al mismo tiempo, aumentar la movilidad social y reducir las desigualdades excesivas. Es el caso de la generación de empleo, la expansión y mejora de la educación, una política social orientada a la superación y a la autonomía de los más pobres, e incluso la remoción de barreras al emprendimiento.
El crecimiento de la economía es fundamental para la generación de empleo. Y el empleo sirve a los dos objetivos aludidos. Da lugar a más crecimiento, porque mientras más personas trabajan, más produce el país. Y, a la vez, favorece una mayor igualdad en los ingresos, porque cuando un país se acerca al pleno empleo los más beneficiados son los más vulnerables, que son los que normalmente padecen mayores tasas de desocupación.
La educación contribuye también al crecimiento de la economía, porque las personas educadas son más productivas, especialmente en la sociedad del conocimiento en que vivimos. Y, a la vez, en la medida en que más personas reciben educación y se reducen las brechas de escolaridad, se van igualando también sus ingresos.
Políticas sociales encaminadas a la superación de los más necesitados y no a su dependencia de la ayuda estatal, como el Ingreso Etico Familiar y el bono al trabajo de la mujer, sirven también a ambos objetivos. Al subir el nivel de los peor situados en la sociedad, se reduce la desigualdad. Y, a la vez, su incorporación a los procesos productivos favorece un mayor crecimiento.
Cuando se remueven barreras al emprendimiento y se propicia una competencia más intensa entre las empresas, el país crece, porque los recursos disponibles se usan con mayor eficiencia. Pero también puede volverse más igualitario, porque la competencia permite que los consumidores adquieran los bienes y servicios que requieren a menor precio, con lo que su poder adquisitivo se incrementa, mientras los productores de esos mismos bienes y servicios no tienen ya la posibilidad de capturar rentas y la distancia entre unos y otros tiende a reducirse.
Adicionalmente, sólo el crecimiento de la economía ofrece la posibilidad de un incremento constante y sustentable de los ingresos fiscales necesarios para financiar una política social efectiva. Sin él, tarde o temprano no hay más opción que reducir drásticamente beneficios sociales, como varios países se ven obligados a hacer por estos días.
La encuesta Casen echó luz sobre esta relación virtuosa entre crecimiento y equidad. Entre 2006 y 2009, Chile tuvo su más bajo crecimiento en muchos años: 2,5% anual promedio. Los ingresos autónomos del 10% más pobre cayeron en promedio 9% al año, mientras los del 10% más rico se incrementaron en un 3%. Y, a pesardel esfuerzo por conformar una red de protección social, la diferencia entre los ingresos monetarios —que incluyen las transferencias del Estado— del 10% más rico y el 10% más pobre subió de 23,9 a 25,9 veces. En cambio, entre 2009 y 2011 la economía creció a un promedio anual de 6,1%. Con ello los ingresos autónomos del 10% más pobre se expandieron en un 12% al año, el doble del conjunto de la economía y más que cualquier otro segmento socio-económico. Y, unido ello a una política social acertada, la brecha entre los ingresos monetarios del 10% más rico y el 10% más pobre se redujo de 25,9 a 22,6 veces, su menor nivel desde que comenzó a hacerse esta medición, en 1990.
Todo Chile se ha beneficiado con el mayor crecimiento de estos años. Pero los más pobres lo han hecho especialmente, lo que ha llevado a que la desigualdad baje. Ese es el camino que el gobierno de la Coalición por el Cambio ha propuesto al país. El de una nación que crece con fuerza y avanza a paso firme hacia el desarrollo, al mismo tiempo que aumenta la movilidad social y reduce las desigualdades excesivas. 

Más allá del lucro



El martes pasado el CEP invitó a Carlos Williamson, Ricardo Paredes y Carlos Peña a debatir sobre "Lucro y Universidad". La última exposición fue la del director del centro de estudios, Arturo Fontaine, quien agregó un nuevo ángulo: vincular la cultura de la filantropía a esta discusión. Aquí un extracto de su presentación.
Por Arturo Fontaine, Escritor, Director del CEP, profesor del Departamento de Filosofía de la U. de Chile
Revista Qué Pasa, 30/08/2012
[Un alcance previo a la exposición de  Arturo Fontaine.  Las palabras son degradadas con el tiempo. La caridad es el otro nombre del Amor.  La fe y la esperanza pasarán una vez que pase la figura de este mundo. La caridad permanecerá.  La filantropía puede alcanzar en su expresión más noble las alturas de la caridad, pero puede ser también, un intercambio de dinero por prestigio, una donación de dinero a falta de tiempo para gastarlo, o siguiendo la definición de ese brillante cínico que fue Ambrose Bierce, que describe al filántropo como un anciano caballero, rico y generalmente calvo, que ha aprendido a sonreír mientras su conciencia le roba los bolsillos.]
Quisiera aproximarme al tema desde otro ángulo: ¿Queremos que haya universidades sin fines de lucro o no? ¿Queremos que se desarrolle una cultura de la filantropía en el campo de la cultura o queremos que eso sea sólo tarea del Estado? Porque la mezcolanza  corroe la confianza que hace posible que surja una cultura de la filantropía. La desconfianza que produce es tal que daña el prestigio del empresariado, deslegitimando el capitalismo. Los gobiernos, entonces, retiran los beneficios tributarios y concentran el control de la cultura. Porque la gracia de la filantropía es que fomente la diversidad y el pluralismo en la cultura. Si eso no ocurre, pierde sentido.
¿Para qué donar a una universidad sin fines de lucro si la de al lado tiene utilidades y sus controladores prosperan gracias a ella? ¿No hace el loco un rector que solicita dinero como donación para un proyecto si su competidor no sólo no requiere donaciones sino que obtiene utilidades? ¿Qué pensará de él el potencial donante? ¿No lo mirará como a un leso incompetente? ¿De cuándo acá un empresario le pide a otro una donación para su negocio?
Y mirado desde el Estado: ¿por qué el gobierno va a sacrificar parte de lo que recauda para que asignen ese dinero a personas que a la hora de hacerlo, por ejemplo, no valoran la calidad de la universidad y su importancia para el país y sólo se guían por criterios ideológicos o religiosos? ¿Por qué darles beneficios tributarios a empresas lucrativas que deberían estar pagando impuesto a la renta? 
El negocio que se presenta como filantropía es como una compraventa que se hace pasar por regalo. Empequeñece y envilece a quien lo da.
Esta majamama de universidades sin fines de lucro que, al mismo tiempo, tienen fines de lucro, que son y no son, que son lo que no son y no son lo que son, tiene un efecto corruptor de la filantropía.
¿Es quizás que nuestra sociedad no puede cultivar la filantropía, no sabe hacerlo, o tal  vez muchos de nuestros empresarios, en el fondo, no creen en ella? ¿Será que algunos de nuestros economistas -o quienes han sido sus profesores- piensan que el mero crecimiento económico genera y consolida instituciones capitalistas, las que se sostienen por esa sola causa de manera mecánica? ¿Será que, sin saberlo, quizás, son materialistas históricos, cándidos y desaprensivos discípulos de Karl Marx?
Si Putnam, si Douglas North, si Acemoglu en su libro reciente tienen razón, la cosa es más bien al revés: son las instituciones socioeconómicas y políticas que Acemoglu llama “inclusivas” las que generan el crecimiento económico sostenido. Esas instituciones surgen de una cultura inclusiva y desde allí se legitiman. El crecimiento económico las refuerza y se produce así un círculo virtuoso.

Sin embargo, tenemos una cierta tradición filantrópica: el Parque de Lota, el Parque Forestal, el Parque O´Higgins, el Palacio Cousiño son donaciones al país de la familia Cousiño. Y las hay en muchas otras áreas. En el campo universitario, la Universidad de Concepción, la Austral, la Federico Santa María, la Católica son universidades privadas sin fines de lucro. Y, más recientemente, la Adolfo Ibáñez,  la Portales, la Finis Terrae, la de los Andes, la Padre Hurtado...
Lo que nos hace falta es una cultura universitaria inclusiva y meritocrática. De allí la importancia central que le atribuyo al fortalecimiento de la educación pública. La filantropía puede hacer una contribución muy importante al país si asume ese desafío en lugar de concentrarse en proyectos exclusivistas de menor alcance republicano.
Y no cabe duda que la filantropía en Estados Unidos ha mostrado que en los empresarios puede haber, de veras, generosidad, puede haber grandeza. Y eso le ha dado un rostro más humano al capitalismo.     

“La caridad había sido para los necesitados, la filantropía sería para la humanidad”, escribe Olivier Zunz. Este es un primer distingo que se desprende de la experiencia de Estados Unidos. Como vio ya Tocqueville, el sistema americano depende mucho del “arte de la asociación” y la filantropía es una expresión de esa capacidad de servir causas comunes desde la iniciativa privada.
Las instituciones sin fines de lucro son la expresión jurídica de una distinción esencial: un contrato no es lo mismo que una donación. Las investigaciones de Marcel Mauss encontraron esta distinción en pueblos muy primitivos. Y aunque a veces la diferencia no sea obvia, creo que todos nos damos cuenta de que no es lo mismo comprar una botella de vino que recibir de regalo una botella de vino. Así como no es lo mismo para una mujer vender una noche de amor que regalarla. ¿Les parece razonable esta distinción o será el resabio de un concepto romántico?
Yo creo en esa diferencia. Para mí es una distinción sin la cual no podría imaginarme como ser humano. La amistad es un regalo, como lo es, por supuesto, el amor. “Por muy egoísta que se suponga al hombre, hay evidentemente en su naturaleza algunos principios que lo hacen interesarse en la suerte de los demás, y que hacen que su felicidad sea necesaria para él, aunque no obtenga nada de ello, salvo el placer de contemplarla”. Acabo de citar a Adam Smith. Ésta es la raíz de la filantropía.
La filantropía norteamericana moderna comienza después de la guerra civil y se consolida a comienzos del siglo XX. Johns Hopkins, Ezra Cornell, Leland Stanford y John D. Rockefeller fundan las célebres universidades de Johns Hopkins, Cornell, Stanford y Chicago. Su proyecto es modernizar la vida universitaria, desarrollar las ciencias, las humanidades y las profesiones universitarias con rigor académico y sin la tutela de las órdenes religiosas.  Porque hasta ese momento las donaciones estaban muy ligadas a la religión y la ayuda a los pobres, lo cual tiene un carácter más exclusivista y privado. Lo nuevo fue el enfoque republicano, progresista y secular. Universidades más tradicionales como Harvard, Yale, Princeton, Columbia, entre otras, se incorporan algo más tarde a esta misma visión. Por cierto, también se nutren hasta hoy de donaciones. Universidades como Stanford, Yale, Harvard, Columbia obtienen de la matrícula de sus estudiantes menos del 20% de su presupuesto. El resto proviene de donaciones y de aportes del Estado. Incluso en muchas buenas universidades estatales sucede algo parecido. Por ejemplo, Stony Brook, una universidad estatal más bien pequeña,  obtiene el 18% de sus recursos de la matrícula de los alumnos.
Por supuesto, la filantropía va mucho más allá de lo universitario: la salud, la beneficencia, la religión... La National Gallery de Washington es una donación de la familia Mellon, por ejemplo. Imaginen lo que significa Peggy Guggenheim y el Museo Guggenheim -hoy en una serie de ciudades del mundo- para la historia del arte del siglo XX. La Carnegie Institution for Science, para dar otro ejemplo, está aportando 59,2 millones de dólares a la construcción del Giant Magellan Telescope que se levanta cerca de La Serena y que será lo más avanzado del mundo en su tipo.
El modelo para los filántropos norteamericanos fue el mecenazgo de la nobleza burguesa de las ciudades italianas que financian el Renacimiento en Florencia, en Siena, en Milán, en Roma... Los Medicis eran banqueros. Una figura central de esta transformación en Estados Unidos será John D. Rockefeller que lidera, de algún modo, el proceso y dedica su vida entera a construir una cultura de la filantropía.
Porque la filantropía no es sólo donación privada. Es, también, un beneficio tributario que el Estado concede al que dona en ciertos ámbitos. La legislación, entonces, fue modificada -y en esto Rockefeller juega un papel importante- para estimular el compromiso privado en causas de bien general. La filantropía es una mezcla público-privada surgida al interior del capitalismo norteamericano y que no ha sido fácil exportar con éxito. Al ayudar a los demás, me ayudo.  Hay algo de eso, creo. No hace mucho un grupo de 40 grandes empresarios liderados por Warren Buffett y Bill Gates se comprometieron a donar el 50% de sus fortunas. Salta a la vista el tremendo poder legitimador que tiene algo así para el capitalismo.
La institución sin fines de lucro recibe donaciones y luego las administra como si fuera una empresa privada corriente, sólo que los excedentes deben ponerse al servicio de los fines que persigue la institución. Los excedentes, a diferencia de lo que ocurre en una empresa con fines de lucro, no pueden distribuirse entre los controladores. Ése es el concepto.

Y, por supuesto, los profesores de cirugía de la Escuela de Medicina prestan servicios como médicos, es decir, operan y obtienen por ello una remuneración de mercado, y gracias a ello los estudiantes aprenden a operar con un cirujano que sabe y está al día. Y si un grupo de investigadores descubre una patente, es común que se asocien con la universidad para explotar comercialmente esa patente. Se trata de actividades académicas. Y la editorial de la universidad vende los libros que edita, y si hay utilidades son de la unversidad. Y así.
No es que el decano de una facultad no busque dinero y el dueño de un hotel sí. Ambos necesitan dinero. También la Madre Teresa de Calcuta necesitaba dinero para poder acompañar y aliviar a los muribundos a quienes dedicó su abnegada vida. Pero la orden que dirigió la Madre Teresa de Calcuta no es una empresa comercial. Aunque el dinero que reciba lo invierta en acciones, bonos y propiedades, como si fuera una empresa. Columbia University, donde estudié, es el principal landowner de Manhattan. Cuando se nombra a un nuevo vicerrector económico es entrevistado en The Wall Street Journal. Lo mismo sucede con el de Harvard: su endowment es aproximadamente equivalente a Codelco... Pero la rentabilidad de esas inversiones se destina a la universidad, es decir, a sueldos de profesores, proyectos de investigación, bibliotecas, laboratorios, etc.
Pero hay áreas en las que la venta de servicios no es posible y la universidad las financia. No son los servicios académicos ni la matrícula de los estudiantes los que financia a los historiadores, por ejemplo. Los cursos del College tradicional se centran en disciplinas matrices -historia, matemáticas, ciencia política, música, física, filosofía, arte, economía, biología, literatura- y esa docencia -que requiere profesores talentosos y de gran vocación- está en el corazón de la formación del joven que pasa por la universidad. A eso se dedican los cuantiosos recursos que reciben de personas, de empresas y del Estado. Los beneficios tributarios y aportes para la investigación se merecen porque la universidad, en su docencia y en su investigación, debe producir externalidades positivas, generar bienes públicos.
“Nosotros en los Estados Unidos -escribe Martha Nussbaum- debiéramos hacer una pausa en este punto y agradecer nuestras tradiciones, que combinan un modelo de artes liberales con el cultivo de una vigorosa filantropía humanística y una estructura de financiamiento basada en las donaciones privadas”. Para dar una idea: según el Bureau of Economic Analysis, el año 2009 el sector sin fines de lucro representaba el 5,5% del GDP.

La visión de Maturana


En una elección no tiene que haber un ganador, tiene que haber un elegido. Lo que hace una elección es asignar responsabilidad.
Por Paulo RamírezRevista Qué Pasa 30/08/2012
Humberto Maturana cuenta que cuando niño vivía en una mediagua. Que su madre era asistente social y que en los momentos en que las cosas mejoraron se cambiaron junto a su abuela a un cité. Dice que si hubiera nacido en estos tiempos, su suerte hubiera sido muy distinta a la que en definitiva tuvo: convertirse en médico de la Universidad de Chile, neurofisiólogo del University College de Londres, doctor en Biología de la Universidad de Harvard, autor de decenas de libros, entre ellos clásicos como El árbol del conocimiento y El sentido de lo humano.
Dice que esa suerte se llama educación gratuita. Y también salud gratuita: “Me enfermé del pulmón y la medicina pública me mantuvo gratis un año en el hospital y un año en el sanatorio... ¡Yo se lo debo todo a este país! ¡Todo! Sin la medicina pública, yo no me mejoro; sin la educación pública yo no puedo llegar a la universidad; sin la universidad gratuita... Y ahora resulta que me entrevistan porque soy una persona ‘tan importante’ y si me preguntan a qué se lo debo, les digo: al país, a Chile”.
La reflexión la hace en una mañana en la que los estudiantes marchan, una vez más, por las calles. Acaba de hablar en 5º Salón Internacional de la Educación, coorganizado por la Escuela Matríztica de Santiago, que él fundó junto a Ximena Dávila, una institución inspirada en el pensamiento del antropólogo estadounidense Gregory Bateson. Es bajo y delgado; y habla en fácil, lo que permite olvidar que alguna vez pasearse por la calle con una obra suya bajo el brazo era signo de estatus intelectual. Habla en voz baja, construyendo cuidadosamente cada frase, atento al significado de cada palabra.
Preocupado por el rumbo del debate en torno a la educación, el científico piensa que el primer problema es que los actores en el conflicto no están en el mismo plano.
“El gobierno honestamente quiere ayudar a corregir errores, deficiencias. Pero los estudiantes están pidiendo una cosa distinta: generar un espacio de convivencia en el cual no se cometan esos errores. No es un tema de  voluntad, es un tema que tiene que ver con la comprensión de la naturaleza de lo que se pide o lo que se desea y la disposición de hacer algo. Sí, el gobierno corrige errores, compensa deficiencias, para compensar situaciones particulares... y no resultan satisfactorias, porque lo que se está pidiendo es una cosa radicalmente distinta”.
- ¿Son necesarios cambios de fondo en la educación?
- Depende de cómo convivamos, de cuál sea nuestra actitud síquica. Si hay desigualdad o discriminación en la educación, quiere decir que hay una actitud fundamental que tiene que ver con que en el fondo se siente que la desigualdad es legítima. Si yo pienso que hay seres humanos de primera y de segunda clase, simplemente voy a separar a los de primera y segunda clase. Si pienso que hay seres humanos inteligentes y otros no tan inteligentes, los voy a separar. Y todos los seres humanos son esencialmente igual de inteligentes, porque la inteligencia tiene que ver con la plasticidad conductual en un mundo cambiante... y la plasticidad conductual que se requiere para vivir en el lenguaje es tan gigantesca, que si estamos en el lenguaje somos igualmente inteligentes.
- No nos determina. Constituye un punto de partida que no tenemos por qué conservar. Si reconocemos que, primero, todos los niños son igualmente inteligentes; que el que sigan un camino u otro no depende de su inteligencia sino del entorno; que las dificultades de los estudiantes no son nunca relacionadas con la inteligencia, sino que son del espacio emocional, particularmente en los niños más pequeños, entonces tenemos que preocuparnos de ese entorno en el cual los niños nacen atrapados, en un espacio que los deja segregados de partida, no por su condición humana sino por su condición circunstancial económica. Entonces tengo que modificar las circunstancias en que nació, no generar más discriminación. Por ejemplo, si genero colegios de excelencia y otros de no tanta excelencia, ¿qué estoy haciendo? Por supuesto que ahondando la diferencia, condenando a aquellos niños que se encontraron por circunstancias de la historia naciendo en un ámbito restringido, que les impide transformarse adecuadamente en su crecimiento como miembros de la comunidad, estoy condenándolos a algo que no es legítimo para ellos, siendo igualmente inteligentes que los otros.- Pero hoy en Chile el factor fundamental de desigualdad es el hogar donde nacemos; eso nos determina...

La cuna de oro y la cuna gris

- El argumento del gobierno es que lo fundamental es la libertad de educar...
- Es que no hay libertad de educar o de elegir si estoy en condiciones diferentes. Para que yo tenga libertad de escoger y otra persona a mi lado también la tenga, tenemos que estar en la misma posición inicial. Si quiero evitar esas discriminaciones, esas brechas, tengo que generar las condiciones para que este niño pueda tener las mismas posibilidades para el desarrollo de sus preferencias que este otro.
- ¿Hay herramientas para lograrlo? Tal vez hay que plantearlo como el gran objetivo... ¿o ya lo es ?
- Yo creo que no, porque hay diferencias que tratamos como legítimas: si este niño nació en una cuna dorada y este otro nació en una cuna gris,  decimos “circunstancias de la vida, no tengo nada que hacer”. Frente a esa actitud, lo único que haré es ahondar las diferencias. En cambio, si pienso que ésta es una situación accidental que no quiero que suceda, porque es ilegítima para un vivir humano cuando uno quiere un vivir democrático, entonces haré algo para que tengan condiciones de vida iguales.
- ¿Por qué cuesta tanto convencernos de esto que parece tan básico: que somos todos iguales y merecemos las mismas oportunidades?
- Porque no se piensa que son iguales. De cierta manera no somos iguales: somos hombres y mujeres, somos altos y bajos, somos gordos y delgados... no somos iguales. En lo que somos iguales es en la inteligencia. Tenemos que cambiar nuestra psiquis, tenemos que aceptar que es cierto que hay una discriminación que no tiene ninguna justificación, que es un accidente histórico que queremos corregir. En la historia de Chile este reconocimiento de igualdad fundamental se ha intentado de varias maneras. En la Constitución del año 1925, con la declaración de que la educación es responsabilidad del Estado y que tiene que ser igual para todos. Y para que sea igual para todos se crea la educación primaria gratuita. Y se hace una concepción de lo fundamental que tiene que aprender un niño para ser un ciudadano legítimo. Eso es muy potente. Pero nos olvidamos de eso, porque la educación ya no es una responsabilidad del Estado, no está en la Constitución.
-¿Y quién tiene la responsabilidad de dar el primer paso?
- Bueno, todos: el gobierno, los políticos de una denominación y otra, las empresas, los ciudadanos. Todos tenemos la responsabilidad porque es un problema de nuestra convivencia democrática. Y cuando los jóvenes se manifiestan, no llaman la atención simplemente para decir “aquí estoy”, sino para invitar a la acción.

El carácter de Chile

- Cuando comenzaron las movilizaciones, el año pasado, las demandas eran netamente estudiantiles; pero después derivaron a otros temas, y se les criticó mucho, se decía: “Qué tienen que estar pidiendo cambios en la Constitución o una reforma tributaria”.
- Todas esas cosas tienen interconexiones. Por ejemplo, hay que revisar la Constitución porque le da el carácter al país. Es completamente distinto tener una constitución que dice que la educación es un tema de competencia pública porque pertenece al espacio del mercado, a decir que la educación es un tema de responsabilidad pública porque pertenece a la noción de país que queremos hacer.
- ¿Qué carácter nos da la Constitución actual?
- Si tengo en un momento determinado una constitución que dice “la educación es responsabilidad del Estado”, se toman ciertas medidas en un momento histórico particular que resultan en que efectivamente se mejora la capacidad de la comunidad. Hoy vemos que son los jóvenes los que están quejándose, pero muchos de los adultos que los escuchan pertenecieron a una historia distinta del espacio educacional. Yo mismo, por ejemplo. El cambio de la educación se hizo en 1980. Y todas las personas que tienen cincuenta años, sesenta años, vivieron una educación distinta, que hizo posible un país enorme. Cuando en Chile se produce el golpe militar, se produce un cambio radical y Chile no se desmorona. ¿Se ha preguntado usted por qué no se desmorona? Fíjese que en Cuba, cuando se produce la revolución, Cuba se desmorona, y tienen que ir de México, de Chile, de Colombia, de aquí y allá, una cantidad enorme de gente que va a apoyar eso que es nuevo, con la esperanza de que sea algo efectivamente nuevo, porque el país perdió toda o gran parte de su capacidad creativa. En Chile, se va gente con la reforma universitaria, se va gente porque vino Allende, se va gente por el golpe militar... y el país sigue vivo, sigue con capacidad intelectual, sigue con capacidad creativa, ¡sigue con capacidades! ¿Y de dónde venían esas capacidades? ¿Del extranjero? ¡De aquí, de Chile! De todo lo que había pasado hasta 1973 en la educación.

- La población era menor, así que esos pocos significaban muchos para el país. No estoy diciendo que se resolvieron todas las cosas. Pero se siguió un camino, y ese camino, cuando viene el golpe y el éxodo, igual deja al país todavía con una capacidad productiva y creativa enorme. No estoy diciendo volvamos atrás: estoy diciendo que no miremos en menos nuestra historia. El sistema educacional que se creó ahondó las diferencias. ¿Entonces cuál es la queja de los jóvenes? Por favor, hagamos algo, no nos condenemos a estar discriminados como si fuésemos unos más inteligentes que otros, cuando no es el caso.
- Pero esa educación llegaba solamente a unos pocos. Hoy existe educación, buena o mala, para muchos.

- ¿El problema de la desigualdad educacional sirve para explicar otras cosas que pasan en Chile, como la delincuencia, la discriminación...?
- Yo creo que sí. Porque implica una psiquis, un modo de pensar que no pertenece exclusivamente al ámbito de la educación, pero allí se manifiesta, allí se puede ver. Es un modo de pensar que valida la discriminación, que pone un criterio de vivir que se llama excelencia, éxito, progreso, crecimiento...
- Todas palabras que consideramos...
- ¡Discriminadoras!
- Iba a decir “muy positivas”...
- Sí, claro, pero son discriminadoras. Por ejemplo, el éxito. ¿Y qué es el éxito? Que yo soy mejor que el otro. Con lo cual conservo todas las cosas que me hacen mejor que el otro, vivo en competencia. ¿Y es mejor el que gana la competencia? ¿Es intrínsecamente mejor?

- ¿Y por qué no lo es?
- Porque no es mejor intrínsecamente, sólo circunstancialmente. Una diferencia circunstancial la trato como intrínseca y genero una discriminación tremenda. La vida cotidiana de un país no es una competencia olímpica. Es otra cosa. La democracia es un espacio de colaboración en un proyecto común. Ésa es la intención de la democracia. Ésa es la obra de arte de la democracia.
- ¿Existe la posibilidad de que nos juguemos asuntos de fondo en las próximas elecciones?
- Claro que existe la posibilidad. Lo que habría que hacer es realizarla: hay posibilidad porque hay una transición, una elección de un pensar... Ahora, ¿queremos hacer eso o no? ¿Tomamos efectivamente en serio esto de que es una transición de un pensar, una transición de una posición síquica distinta en un caso y en otro? Eso va a aparecer en la conversación. El problema con las elecciones es que las vivimos siempre como oposiciones.
- Pero en las elecciones tiene que haber un ganador...
- No tiene que haber un ganador: tiene que haber un elegido. Es distinto. Porque lo que hace una elección es asignar responsabilidad. Pero si yo lo pongo como ganador, la reacción es: “¡Ganamos, ahora tenemos el poder!”.

Malkovich: al actor que le sienta bien actuar de malo...‏

John Malkovich:
"Yo nunca le habría dicho que no a Raúl Ruiz"
 
Aunque tiene más de sesenta y cinco películas en el cuerpo y dos nominaciones al Oscar, John Malkovich, el icónico actor de Hollywood, dice que lo suyo son las tablas. Y justamente está a punto de probarlo en nuestro país, aterrizando con la obra "The infernal comedy" que tendrá sólo una función, el 4 de septiembre. Sobre asesinos en serie, sobre sus mejores papeles, sobre el trabajo que hizo para honrar la memoria de Raúl Ruiz, habla en esta entrevista.   

POR ISABEL PLANT 
Diario El Mercurio, viernes 31 de agosto de 2012
http://diario.elmercurio.com/2012/08/31/wiken/_portada/noticias/42B8F5E0-347D-4151-AC78-984E62CE83D7.htm?id={42B8F5E0-347D-4151-AC78-984E62CE83D7}
Él dice -con esa voz inconfundible, pausada, como de presión baja, aburrimiento y una pizca de maldad- que a pesar de los más de sesenta papeles que ha hecho en cine, lo suyo no es eso.
-He dado actuaciones cien veces mejor en el teatro -dice John Malkovich al teléfono desde Nueva York-. Eso es lo que yo hago: Soy un actor de teatro.
Malkovich, 58 años, el segundo de una familia de cinco hermanos de Illinois, hoy padre de dos hijos, no ha dejado que Hollywood se entrometa entre él y su primer amor. Malkovich, el inolvidable
Valmont de "Relaciones peligrosas", el actor que inspiró al guionista Charlie Kaufman a que nos preguntáramos "¿Quieres ser John Malkovich?", el de la frente grande y sonrisa malévola, sigue preocupándose de darles tiempo a las tablas; dirige, actúa, hace giras. Entremedio, las películas. Es una obra justamente la que lo trae la próxima semana a Chile: "The infernal comedy", un monólogo mezclado con ópera, en donde el actor hace lo que nos gusta verlo hacer: ser el malo de la historia.
MATADOR. La historia es real: Jack Unterweger fue un austriaco condenado a cadena perpetua en los años 70 por el asesinato de una joven a quien ahorcó con su sostén. En la cárcel, Unterweger se puso a escribir, atrayendo bastante fama. En 1990 fue liberado, en parte porque se pensaba que se había rehabilitado, en parte por la campaña de intelectuales y literatos que aplaudían sus escritos. Meses después de salir en libertad, comenzó a matar de nuevo. Al par de años, Unterweger ya había asesinado a seis prostitutas. En 1994, luego de ser nuevamente condenado, se ahorcó.
En "The infernal comedy" Malkovich interpreta al asesino, quien viene desde la tumba a presentar su autobiografía. Como Hannibal Lecter, como Dexter, como cada asesino seductor de la historia, el personaje parte encantando, para terminar asustando. Todo esto acompañado de la Orchester Wiener Akademie y dos sopranos. La idea de esta extraña mezcla partió hace unos cuatro años, cuando Malkovich se reunió con Martin Haselböck, el director.
-No comenzó siendo este proyecto en particular: conocí a Martin a través de un amigo en común, nos juntamos a comer y me preguntó si me interesaba hacer un proyecto con su orquesta, con música barroca y un poco de clásica. Dije que por qué no, y que tratáramos de trabajar para buscar una historia. Supongo que pasó un año antes de que nos quedáramos con la historia de Unterweger, que yo conocía, porque había pensando en producir una película sobre él. Me pareció que simplemente sería interesante trabajar con música clásica, con la orquesta; realmente tomé el proyecto porque quería ver cómo salía.
-¿Cuál es el trasfondo de la obra?
-Para mí es una moraleja acerca de la redención, o la falta de ella. Porque esa noción es muy importante en el mundo, en el pensamiento cristiano, es importante para todos nosotros. Esa idea de que nos podemos redimir de algún mal que hemos hecho. En el caso Unterweger, él era el símbolo de su tiempo de la rehabilitación, y al final resultó que no se había rehabilitado para nada. Todos quienes hicieron campaña para su liberación son también actores en este drama.
-¿Y hay alguna reflexión sobre la cultura de las "celebridades"? Porque por tener un talento o fama, a Unterweger la sociedad le perdona sus crímenes.
- Obviamente para mí un crimen es un crimen, sin importar quién lo cometa. Y además, yo creo que Unterweger no era muy talentoso, para nada. Hay otra historia parecida en Norteamérica, con un escritor mucho mejor, Jack Henry Abott, quien escribió una novela brillante sobre su vida y el sistema de prisión, "In the belly of the beast". Pero Unterweger nunca escribió nada muy brillante.
Quizás sea por la voz, quizás sea por el movimiento reptiliano, pero Malkovich pareciera sentirse a gusto en los papeles de villano, desde superproducciones como "Con Air" o en películas más reputadas como "En la línea de fuego" (que le valió una nominación al Oscar y al Globo de Oro); los malos le quedan bien. Pero, dice él, no sabe por qué la gente lo recuerda más por eso; ha hecho tanto más. Dice que "En la línea de fuego" y "Relaciones peligrosas", los papeles por los que lo suelen aplaudir -además de, obviamente, la cinta que lleva su nombre- no están entre sus actuaciones favoritas.
-¿Y cuáles sí son sus actuaciones favoritas, entonces?
-Eso consiste de tantos elementos: mis mejores actuaciones no están necesariamente en las mejores películas, porque se puede dar una actuación no tan interesante en una buena cinta, o dar una buena actuación en una no tan buena película. Hablando sólo de actuación, creo que lo mejor que he hecho es en una película que se llama "Color me Kubrick", donde hago de un criminal inglés que pretende ser Stanley Kubrick. Es una comedia. Creo que está bien mi actuación, pero no es una muy buena película. Y una buena actuación que no está al servicio de una buena película no significa nada.
John Malkovich se ríe. Y reitera que lo suyo es el escenario, las tablas. Por lo mismo, vive entremezclando sus proyectos fílmicos -que van desde cintas indie hasta grandes producciones a veces de dudosa calidad- con temporadas y giras de teatro. Por ejemplo, ha estado viajando por el mundo con "The infernal comedy" desde 2009; este año, además, dirigió una versión de "Relaciones peligrosas" en París, y actuó en una ópera de cámara, "The Giacomo variations", en España.
Es que todo partió ahí. Malkovich estudió teatro en Illinois, y se unió en 1976 a la recién formada compañía Steppenwolf, de Chicago, creada por Joan Allen y Gary Sinise, entre otros. Un par de años después el grupo llegó a Broadway con "True West", de Sam Shepard. Steppenwolf pasó a ser una de las compañías más importantes de EE.UU., y catapultó carreras de dramaturgos y actores; como la de Malkovich, quien en 1984 terminó por consagrarse con una reposición de "Muerte de un vendedor viajero". Ese mismo año, casi una década después de haber empezado a actuar, debutó en cine con "En un lugar del corazón"; obtuvo su primera nominación al Oscar.
-Aprendí tanto de mis camaradas, de mis socios de Steppenwolf, todavía disfruto mucho verlos actuar. Me acuerdo de esos primeros años, y aunque, tú sabes, se supone que nada era fácil y todo eso, hacíamos lo que queríamos. Era muy feliz trabajando ahí. Cuando puedo, que no es muy seguido, me encanta volver a actuar con ellos. Igual, realmente todo lo que hago es finalmente una producción tipo Steppenwolf (se ríe), es donde me entrené, lo que yo hago, es toda mi educación teatral. No importa si estoy dirigiendo una obra en español, o francés o en inglés, todo es Steppenwolf, porque es donde crecí.
-¿Es difícil mantener el teatro, combinado con el cine?
-A veces, más que nada por problemas de agenda. Pero he tenido suerte y hasta el momento lo he podido hacer. Mantener las dos cosas. Esto no hace muy feliz a mi manager, pero eso realmente no me importa. Porque puedo hacer lo que me gusta hacer.
VIUDO DE RUIZ. Hoy John Malkovich vive en Cambridge, Massachusetts, cuando no está viajando. Antes, por una década, vivió en Francia, junto a la madre de sus hijos, Nicoletta Peyran, y los niños. De ese pasado europeo le queda el dominio de varios idiomas y un buen currículum de cintas europeas, incluida "Klimt", de Raúl Ruiz, sobre el pintor austríaco. La relación con Ruiz siguió adelante y el año pasado Malkovich estaba comprometido para trabajar en "Las líneas de Wellington", del director chileno. Pero, claro, Ruiz murió antes de poder entrar a la producción.
-Valeria Sarmiento, la viuda de Ruiz, cuenta que le pidieron a usted dirigir cuando Raúl murió, y que usted no quiso.
- Raúl era probablemente mi director favorito con el cual trabajar. Lo quería mucho, y sentí que nunca le podría hacer justicia a algo que él estaba haciendo. Su visión era tan singular, tan especial, única, que no sé cómo podría haberlo hecho. No me sentía calificado. Y Valeria trabajó mucho con él y lo conocía mejor que nadie. Pensé que sería una opción mucho mejor. Además, mi agenda ya estaba completa para el año, pero si no, tampoco me habría sentido cómodo remplazando a Raúl.
Al igual que otros grandes actores, como Catheriene Deneuve o Isabelle Huppert, Malkovich se hizo un tiempo para actuar en la cinta. Allí es Wellington, el general inglés que junto con los portugueses lucha contra la invasión napoleónica.
-¿Fue una filmación especial, la de "Líneas de Wellington", por la ausencia de Ruiz?
-Sí. Raúl era muy querido por tanta, tanta gente que trabajó con él. Justo hace unos días estaba en Berlín, por ejemplo, junto a Nicolai Kinsky, que actuó también en "Klimt", hablando de lo mucho que amábamos trabajar con Raúl. Era alguien tan especial, con una cultura y curiosidad asombrosa, un hombre tan interesante. Era tan extraño, único, divertido e inteligente, que su pérdida es algo terrible. No era tan viejo, y aunque había estado muy enfermo, después de "Misterios de Lisboa", pensábamos que iba a lograr salir de ésta, lo que hizo, pero sólo por un tiempo. Creo que todos los actores de "Wellington" trabajaron ahí por Raúl, incluso cuando él no estaría. Yo nunca le habría dicho que no a Raúl, habría hecho cualquier película que él quería hacer, porque así tanto lo estimaba y así de agradable era trabajar con él.