La verdad sea dicha: teniendo en cuenta vida y obra, lo cierto es que el documental de la joven fan Alex Stapleton, Corman’s World: Exploits of a Hollywood Rebel , se queda corto en más de un sentido y deja con ganas de más, de mucho más. Pero, también, seamos justos: la trayectoria de Roger Corman merecería casi varias entregas y demasiadas horas para hacerle justicia a su pasión y honor a nuestra memoria rebosante de motociclistas lisérgicos, cangrejos gigantes y muy, pero muy personales adaptaciones de Edgar Allan Poe. Aun así, lo de Stapleton tiene grandes secuencias. Ese momento en el que, por fin, Corman recibe un Oscar honorario no sólo por sus dones de artesano trash sino por haber sido mentor de buena parte del mejor Hollywood moderno, incluyendo a Francis Ford Coppola, James Cameron, Ron Howard y Martin Scorsese. Y un instante tan inesperado como asombroso y conmovedor: Jack Nicholson evocando desde el aquí y ahora a su padre artístico y, de pronto, cubriéndose la cara con la mano y rompiendo en un llanto que arranca lágrimas del espectador que, al principio, piensa que es todo una broma del gran Joker. Pero resulta que no: Jack llora como un niño al evocar al director de -entre muchísimas otras- Dinoshark y Dinocroc, Sharktopus y Piranhaconda. Alguien que ha superado los ochenta años de edad y comienza a notar cierto cansancio: “Solíamos hacer entre 10 y doce películas al año. Ahora apenas llego a 4 ó 5”.
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