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Todos importan más que los pobres



por Joaquín García-Huidobro 

Diario El Mercurio, Reportajes, domingo 9 de septiembre de 2012

El instructivo del Ejército que recomienda no admitir a Testigos de Jehová, homosexuales y personas con problemas socioeconómicos en el Servicio Militar ha causado una enorme polémica. Las más altas autoridades se han apresurado a rechazar este acto que se estima discriminatorio. Sin embargo, como en la discusión se echan en falta algunos matices, vale la pena detenerse en cada uno de estos casos que contempla el documento.
Obviamente no constituye discriminación la exclusión de los Testigos de Jehová y otros objetores de conciencia. La razón es muy sencilla: si una persona considera inmoral el porte de armas, el hecho de excluirlo de las Fuerzas Armadas constituye un gran avance, pues se está respetando su conciencia. "Agradecemos que el Ejército y las instituciones armadas sigan respetando tal postura", dijo el vocero de esa confesión religiosa, lo que excluye cualquier acusación por conducta discriminatoria en contra de ese grupo religioso.
Más complejo es el caso de las personas homosexuales. Los ejércitos han tendido a aplicar el principio "Don't ask, don't tell" , según el cual no se pregunta ni se habla del tema, que fue seguido en los Estados Unidos desde 1993 hasta fines de 2010, cuando el Presidente Barack Obama, apoyando las reivindicaciones de grupos homosexuales, derogó esa norma que parecía denigrante para ellos.
Reconozco que no tengo una respuesta clara para este problema, pero, lamentablemente, las cosas no son tan sencillas. Pensemos en un ejemplo: ¿Qué pasa si ponemos a un varón heterosexual en una habitación, o tienda de campaña, que está dedicada a mujeres-conscripto? Obviamente se sentirán incómodas. Esta incomodidad permanece aún en el caso de que tengan la más completa seguridad de que no serán forzadas ni recibirán proposiciones para realizar actividad sexual alguna.
En este asunto no sólo hay que atender a la sensibilidad de las personas homosexuales. Los conscriptos heterosexuales también tienen una sensibilidad que debe ser respetada. El principio "Don't ask, don't tell" , con todos sus inconvenientes, tenía al menos la ventaja de ser una fórmula intermedia que buscaba proteger a todos, aunque no pocos quedaban descontentos, sea por considerarlo demasiado liberal o por estimarlo excesivamente cauto.
Como la materia es muy difícil, no parece razonable que se lance una acusación contra el Ejército sin haber estudiado el tema con el debido cuidado.
Con todo, lo más delicado en este documento es, paradójicamente, lo que casi nadie ha destacado. En este instructivo no sólo se excluye a Testigos de Jehová y homosexuales, sino también a las personas que se hallan en una situación de extrema pobreza. Las intenciones del redactor no eran necesariamente malas. Seguramente pretendía que nadie ingresara al Ejército forzado por la necesidad extrema o la falta de oportunidades. Pero el camino elegido fue manifiestamente errado, y con toda razón el comandante en jefe del Ejército pidió disculpas por el contenido de este documento.
Pero hay más. Al excluir a los más pobres, el Ejército de Chile está rompiendo con su propia tradición. En efecto, durante más de un siglo, el Servicio Militar ha sido una herramienta para abrir oportunidades a los chilenos más necesitados. Con él, nuestro Ejército no sólo aseguraba la defensa nacional, sino que instruía a esos jóvenes que habían tenido menos oportunidades en la vida, enseñándoles a leer, a mantener hábitos de disciplina y a sentir la Patria como propia. Al mismo tiempo, era un medio de integración social, porque reunía a personas de muy variada condición.
Es posible hacer muchos reparos al Servicio Militar obligatorio, que llevaron a su transformación en un régimen voluntario, pero no se pueden negar los indudables beneficios que trajo consigo. De ahí que la exclusión de esos chilenos sea una conducta especialmente grave, que hay que corregir de inmediato.
Lamentablemente, hechos como éste no son una excepción en el Chile de las últimas décadas. Todos tienen representantes y voceros, salvo los pobres. Cuando se discute sobre ellos, parece que lo que importa son los porcentajes y los números, pero no los pobres de carne y hueso. Los ministerios que se ocupan de los pobres hacen mucho, pero no están en el lugar central de la política de ningún gobierno. Las demandas estudiantiles apenas rozan a los más pobres de los más pobres. En el Chile de hoy importa mucho la diversidad sexual o religiosa. Ser pobre, en cambio, es vivir en tierra de nadie.

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