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"Se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos"



Raúl Flores Sacerdote Schoenstatt 

Diario El Mercurio, domingo 9 de septiembre de 2012

Jesús sana a un sordomudo. Un símbolo de lo que debe ser nuestra actitud ante Dios y ante los demás. Sobre todo en esta época de tanto ruido y desorientación a nuestro alrededor. Se oye, pero no se escucha, vale decir se acentúa la incapacidad de atender y acoger lo que los otros nos quieren decir.

Ayer celebramos el nacimiento de la Virgen María, una persona que ayudó a cambiar el curso de la historia, porque escuchó la palabra de Dios, el anuncio de que iba a ser Madre de Jesús el Hijo de Dios. Su mente y su corazón estaban puestos en el saludo del ángel. En ningún momento titubeó, sino que acogió la palabra, meditándola en su corazón y respondiendo después con decisión a la propuesta de Dios. Ella fue consecuente con esa decisión y la mantuvo con firmeza a lo largo de toda su vida terrena junto a Jesús, aunque no siempre comprendiera todo lo que sucedía con Él.

Cuánto se echa de menos esta actitud de escucha en nuestros días. Nos falta saber dialogar de verdad en todos los ámbitos de la vida. De repente nos parece que estamos en "un diálogo de sordos", porque no basta con oír, sino que es necesario escuchar atentamente tratando de acoger lo que el otro nos quiera decir o insinuar. Especialmente lo experimentamos en el ámbito social y político. Pensamos en el tema de la educación, bastante complejo por lo demás, donde podríamos avanzar si hubiera un acercamiento y apertura de los diversos actores: gobierno, políticos, estudiantes, maestros y padres de familia. Esto sólo será posible, cuando crezcamos en la capacidad de escuchar e intercambiar, superando las posiciones rígidas y absolutas. Lo ha demostrado el acuerdo sobre la reforma tributaria.

El Papa Juan Pablo II nos dijo que Chile "era un país de entendimiento y no de enfrentamiento". Ojalá podamos vivenciar esas palabras, en el Mes de la Patria, lleno de celebraciones alegres y festivas, que quieren ser una reafirmación de la identidad de nuestro pueblo, marcada por el anhelo de fraternidad y justicia. Los cristianos podemos hacer un gran aporte en esa línea, siendo capaces de dialogar y también disentir en un ambiente cordial y amistoso.

Que la Virgen María, bajo la advocación del Carmen, Patrona y Madre de Chile, siga iluminando y ayudando a todos los habitantes de "esta larga y angosta faja de tierra".

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