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Poesía sumaria de Cristóbal Joannon



Joannon se inscribe en la apertura progresiva de un diálogo con una poesía que busca lucidez crítica en el camino que trazaran Pezoa Véliz, Parra, Lihn, Maquieira.  

por Roberto Onell H.

Diario El Mercurio, Revista de Libros, domingo 9 de septiembre de 2012
 
La poesía de Cristóbal Joannon viene caracterizándose por un paulatino esfuerzo reflexivo. Mientras La bicicleta y la pipa (1996) y Cuaderno (1998) trabajaban un claro lirismo,Tabula rasa (2005) impuso un tono más despojado y ponderativo. Así observamos, por ejemplo, en la entrada correspondiente de Diecinueve (Poetas chilenos de los noventa) , compilación de Francisca Lange Valdés (2006). Esa misma distancia emotiva, cuya relativa ausencia se tradujo en la buena estatura de los primeros libros, hizo del tercero, en poemas como "Puedes dejarte barba", "Cama de soltero", "Jornadas espartanas", "Abogados", "Musa" y "Trotes en cementerio", una cota más alta de pensamiento e individualidad autoral. Cuestión de énfasis, indudablemente: Tabula rasa acontece como despliegue de algo precedente, larvado en el origen. Y por ser un poemario brevísimo, hablamos de desarrollo en términos felizmente cualitativos: decantación expresiva.
Sumario se atreve con algo más. Revísense las atentas lecturas de Rodrigo Cordero Cortés y José Ignacio Silva sobre los asuntos del libro, especialmente lo político. Revisemos acá los modos de escritura en que aquello se plasma. "Poema corporativo" impone un tono valorativo directo: "Debería avergonzarte tu actitud: participas/ de nuestra pax americana y al mismo tiempo/ la desprecias [...] No cometas el error de ofender/ a quienes velan por tu salud". Los largos versos de "Conmemoración" problematizan "la historia reciente" de un país innominado en situación de celebrarse: "Hemos optado por una tristeza menos evidente; se nos describe/ como un retén de pacos apolillándose al final del Cono/ asolado por marejadas y monstruos cartográficos". "Discurso inaugural" es otra versión de ese país, habitado por "vendepatrias formateados en Chicago" y "la marea roja, el tongo socialistoide". En "Primeras instrucciones" leemos un retrato de poetas y poéticas diversas, pero no como tratado escolar o arte poética en forma, sino en la conversación del hablante "treinta años después [con] Isabel"; "Pompier" y el "semental de Lebu" entre los personajes. "De avanzada" propone un retrato hablado de "este sujeto de baja estofa/ y sus desesperados rebuscamientos [...]./ Hemos conocido a otros defensores de los pobres/ con harto mejor oído [que el] bad boy de nuestras bellas letras". ¿De quiénes se trata? Más aludiendo que mencionando, se apela a nuestra complicidad de lectores. Innecesario explicitar más: arruinaría el chiste.
La agudeza reflexiva de Sumario puede llegar a la corrosión, pero en "Queltehues" la crítica se hace propiamente autocrítica. "Las voluntariosas insistencias del autor/ no consiguieron salvar este poema [...]// Sus cortinas de humo, sus falsos misterios/ no eran más que un conjunto de palabras". Poema sobre el hacer este mismo poema, la autoironía descarga la atmósfera sutilmente agresiva del libro. Porque muy hábiles observadores pueden ser los hablantes que operan acá, pero corren el riesgo de pasarse de listos. Se arriesgan a ser, claro, no demasiado sino unilateralmente críticos. Un facilismo que sería otra cara de la ingenuidad. No hay tal. "Queltehues", con toda su autoconciencia, muestra remecido el piso del yo, para resonar en otros pasajes del libro y mostrar una precariedad vital que es signo de la autenticidad existencial del conjunto.
El extenso verso de Joannon, que suena a prosa, se ajusta como verso en busca de intelección; no de armonización sonora. Sus pausas son descansos o suspensos; no tensiones de compás, porque no hay compás. Hay ritmo: recurrencias de tiempos asimétricos. Por eso la métrica acá estorbaría, por eso el versículo es más apropiado. Joannon se inscribe así en la apertura progresiva de un diálogo genuino, con una poesía que busca lucidez crítica en el camino que trazaran, en Chile al menos, Pezoa Véliz, Parra, Lihn, Maquieira. Presencias asimiladas que hoy mismo reconocemos en las escrituras de Germán Carrasco, Matías Rivas, Damaris Calderón, Leonardo Sanhueza y en el temple de Gladys González y Juan Cristóbal Romero. Astucia más reflexiva que vehemente; el calor anímico, si lo hay, sirve a la reflexión. A ella somos convocados.
 

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