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Un relato de ciencia ficción: Año 2032



Este es un ejercicio de anticipación. Imaginamos como será la capital en veinte años, en un viaje que no requirió máquinas en el tiempo, sino observar lo que está pasando, y tratar de intuir hacia dónde vamos. Advertencia: si no cree en el valor de la fantasía, no siga leyendo. Por Francisco Ortega; ilustración, Carlos Eulefí.


Esta historia es imaginaria pero, ¿acaso no lo son todas? La idea es simple: estamos a fines del 2032 y Santiago de Chile se apresta a entrar a una nueva era. Desde esa perspectiva enumeramos diez hechos gravitantes que han marcado (o marcarán) nuestra ciudad desde 2012 en adelante. Hay ciencia ficción en este juego, pero también una apuesta por descifrar las señales que están en el ambiente. Tal vez ya vivimos en el futuro; sólo que no nos damos cuenta.

1. La nueva babilonia: la bonanza vivida por Chile durante la segunda década del siglo XXI atrajo a Santiago a las oficinas regionales de las multinacionales más importantes que, sumadas a los conglomerados locales, fueron haciendo del sector oriente de Santiago el polo de negocios más importante del cono sur y un crisol para sueños de grandeza arquitectónico como no se veía desde el Manhattan de antes de 1930. Entre 2012 y 2020, esta bonanza transformó el perfil de nuestra ciudad convirtiéndola en una réplica (amada y odiada) a escala de Shanghai o Hong Kong. Tras la Torre Costanera, el primer rascacielos santiaguino, surgieron en el área delimitada por avenidas Los Leones, Colón, Américo Vespucio y Kennedy más de treinta construcciones de altura, entre las que destacó una de cuatrocientos diez metros de alto y 102 pisos, símbolo de la ciudad hasta el gran terremoto del 2030.

2. La Gran Vía: en 2015 la crisis del transporte urbano capitalino, que condujo al movimiento social conocido hoy como guerra del Transantiago, dio paso al cambio más radical en el transporte citadino desde la instalación de líneas de tranvía a fines del siglo XIX. El plan “nuevo tren” –o New FF CC, como lo bautizó la prensa– partió trayendo de regreso la figura clásica de Ferrocarriles del Estado y culminó con el mejor sistema de movilización pública de Latinoamérica. Hacia el 2022, superada ya buena parte del crash económico del 2019, Santiago reestructuró su aparato circulatorio a través de una interacción entre trenes de y bajo superficie que, junto a buses eléctricos, se encargaron de ordenar y descontaminar la ciudad. La gran vía de alta velocidad que corre sobre el lecho del Mapocho es su más reconocible símbolo.

3. Los tecno-cementerios: hacia mediados del 2013, Chile se había consolidado como el país con más ventas de dispositivos móviles, televisores, consolas de videojuegos y electrodomésticos de última generación por habitante. Pero en una geometría inversa, a medida que estas cifras iban en alza, desaparecían de la ciudad los talleres de servicio técnico y reparación: resultaba más barato comprar un aparato nuevo que arreglar el antiguo. Los basureros comenzaron a llenarse de cadáveres tecnológicos, lo que llevó a la intendencia a limpiar un área al sur de San Bernardo para convertirla en el primer tecno-cementerio del país, primer eslabón en la creación de un verdadero cinturón de cadáveres electrónicos que ha ido extendiéndose alrededor del área metropolitana y provocando un caos ecológico cada vez de mayor magnitud; más aún, al sumarse a estos lugares verdaderas “torres” con restos de autos y otros vehículos, desahuciados tras los eventos gatillados luego de la crisis del 2019. El daño medioambiental, sobre todo en mutaciones en la flora y fauna local, se considera irreparable, razón por la cual desde enero del 2027 se ha prohibido acercarse sin protección a este anillo de muerte. Resulta irónico que haya sido de las pocas áreas urbanas que sobrevivieron al terremoto de enero del 2030.

4. Ciclistas versus peatones: el parque ciclístico santiaguino comenzó a crecer exponencialmente a partir del 2012, hasta convertirse en un poderoso actor urbano para mediados del 2015. La bicicleta se convirtió en el medio de transporte más popular y común de la ciudad, gatillado esto además por la “guerra del Transantiago” y todo el proceso intermedio antes de la consolidación del nuevo tren urbano. Sin embargo el diseño de las calles, la escasez de ciclovías y una reglamentación poco clara respecto de los derechos y deberes de los ciclistas pasó la cuenta y, si antes eran los automovilistas los que entraban en guerra con los ciclistas, ahora fueron los peatones quienes a través de organizaciones como “peatones furiosos” o “LVNR: las veredas no son para las ruedas” se entablaron en enfrentamientos verbales y físicos contra los ciclistas. Muchas bicicletas fueron robadas y destruidas entre el 2015 y el 2020, acusadas de entorpecer el tránsito de los santiaguinos. Sin embargo –tras el terremoto de hace dos años– la bicileta está otra vez regresando en gloria y majestad a nuestras calles.

5. La industria del esparcimiento: fue el estreno de Mampato contra la invasión mutante, en 2016, la película que cambió para siempre la historia del cine y los contenidos locales. Dirigida por el debutante Ignacio Aguilar, la película, que actualizaba al personaje más popular de los cómics chilenos en clave Harry Potter se transformó en el primer verdadero “blockbuster” local. Superó los cinco millones de espectadores en menos de dos meses, estuvo casi un año en cartelera. fue adaptada a Hollywood, propició una línea de objetos coleccionables y acabó con la seguidilla de comedias y dramas generacionales de nuestro cine, reemplazándolos por historias escapistas, destinadas a toda la familia y haciendo de la producción audiovisual nacional una real industria. Y aunque los festivales y el cine de autor fueron radicalmente dañados por esta ola de entretenimiento masivo, no hay que desestimar su importancia en el levantamiento de la economía chilena tras la crisis del 2019. Fueron el cine comercial, la producción de videojuegos y el desarrollo de contenido “light” algunas de las instancias que hicieron despegar nuestra economía y reposicionó a Chile en el ojo del primer mundo. Ya no teníamos cobre, pero estábamos produciendo algunos de los productos de entertainment más exitosos del mundo.

6. El fin de los mall: símbolo de la bonanza económica de fines de la década de 1980 y hasta bien entrada la segunda década del presente siglo, los grandes centros comerciales o mall fueron los primeros grandes afectados por la gran crisis del 2019. La baja en ventas, la escapada de las grandes transnacionales del país y la violencia sociopolítica gatillada por este proceso pegaron fuerte en estos otrora grandes símbolos del consumismo. Tras la demolición de colosos emblemáticos como el Parque Arauco o el Alto las Condes, el Costanera Center respira como último vestigio de una era cada vez más lejana. Claro, ya no como hito comercial sino como un conjunto de viviendas sociales, conversión obligatoria tras las tomas populares iniciadas en 2020, cuando los locales comerciales iniciaron su abandono de la enorme galería de seis pisos junto al río Mapocho y familias enteras encontraron en este elefante blanco un lugar para vivir. Tomado por el Estado a inicios del 2031 y rebautizado como Comunidad Costanera, el viejo mall se ha consolidado como una miniciudad hasta con un pequeño hospital comunitario en el espacio que hace dos décadas ocupaba un gran supermercado.

7.Adiós al pulmón de Santiago: 
desde finales del siglo XIX, el Parque Metropolitano, instalado en el cerro San Cristóbal, constituyó el gran pulmón de nuestra ciudad y políticas de protección ecológica se encargaron de que esto no fuera alterado durante poco más de un siglo. La construcción del zócalo en 2016 potenció el carácter del lugar, devolviéndole el sitial de paseo principal de los santiaguinos y consolidando esta obra como uno de los hitos fundamentales de la arquitectura de espacio público de la región metropolitana. La reforestación realizada hacia fines del 2020 acrecentó la calidad del emplazamiento, hasta que el terremoto de enero de 2030 ocasionó el gran incendio del San Cristóbal, desastre ecológico de magnitudes irrecuperables que nos arrebató el principal paseo urbano de la ciudad, reemplazando la siempre verde vista del cerro por un peñón de roca y tierra quenada donde apenas sobreviven los restos de las viejas torres de telecomunicaciones y el pilar de la destruida estatua de la Virgen de la Inmaculada Concepción.

8. La gran crisis del 2019: el milagro chileno, que había logrado que nuestro país sorteara con éxito las quiebras de Argentina y Perú en 2016, el colapso venezolano de ese mismo año y la Depresión del 2017 de Estados Unidos no estaba preparado para el “destino histórico” que gatilló el mayor colapso económico en la historia de Chile y que casi arruina a un país que estaba acostumbrándose a la vida de rico. Así como Alemania inventó el salitre sintético tras la Primera Guerra Mundial acabando con la era del oro blanco, fueron los mismos germanos quienes, tras patentar el cobre artificial 2.0, nos enseñaron que la historia siempre se repite. Una aleación química más barata y con mejores propiedades que el metal rojo, que hacia 2018 arruinó la industria cuprífera completa alrededor del mundo afectando a Chile con igual fuerza que el impacto de diez bombas atómicas. El sueldo de nuestro país se fue a cero y con ello el quehacer sociopolítico entero. El 2019 será recordado por la sucesión de tres gobiernos, dos de centroizquierda y uno de derecha; los movimientos sociales callejeros, la quema del puerto de San Antonio y los enfrentamientos entre civiles y militares en Antofagasta, un caos social como no se veía desde tiempos de la UP y de la dictadura de Pinochet. Nuevamente el ejército debió salir a la calle, aunque en esta ocasión dependiente del Congreso que se hizo cargo del gobierno hacia mediados del 2020, cuando no hubo cabeza visible en el Ejecutivo. Índices de cesantía del que hasta hoy no se dan cifras oficiales, escasez de alimentos y quiebras de bancos y conglomerados empresariales fueron solo la punta del iceberg. El crash gatilló éxodos masivos a Europa y una realidad que para el 2022 apuntaba a Chile como un país con cifras rojas y a Santiago como una ciudad marcada por barrios abandonados, rascacielos sin terminar y grandes centros comerciales convertidos en tomas populares. La idea de arriba o abajo de Plaza Italia se acabó para siempre y sólo el desarrollo de otras áreas de la economía, como la industria del entretenimiento o la minería del agua en la Patagonia lograron recuperar algo de la alicaída economía nacional.

9. Enero de 2030: no vamos a ahondar demasiado en la pesadilla que se desató la madrugada del 11 de enero del 2030, cuando la falla de San Ramón, que cruza el oriente de Santiago despertó con la misma furia que lo había hecho en mayo de 1645, cuando por primera vez este accidente geológico y geográfico sepultó a la ciudad que tenía a sus pies. De carácter cataclísmico, se calcula que el evento tuvo una intensidad de 9,6 y una duración de cuatro minutos y medio, suficiente como para devastar prácticamente toda la zona oriente de la capital, abriendo grietas que se extendieron hacia la parte baja a lo largo de grandes avenidas como la Alameda o Bilbao, las que literalmente fueron partidas. Construcciones emblemáticas como la Torre Santa María, las de Tajamar, la Catedral y el Palacio de la Moneda se vinieron abajo en lo que hasta hoy se considera el mayor y más catastrófico sismo de la historia. La ola de incendios que vino después ocasionó la quema completa del Parque Metropolitano, del cerro San Cristóbal y de buena parte del Parque Forestal; invasión de ratones y un estado de sitio sobre la ciudad que se extendió por seis meses. Solo la colaboración multinacional y de todo el cono sur ha permitido la reconstrucción de nuestra ciudad, esta vez como capital de un nuevo orden latinoamericano.

10. 2032, capital del cono sur: pasada la crisis chilena del 2019 y las grandes quiebras de Argentina y Perú que se han venido sucediendo desde 2016, ayudadas en nada con la breve guerra que enfrentó al gobierno de Buenos Aires con Brasil el 2024, quedó claro que la única manera de sobrevivir al nuevo escenario mundial era a través de la creación de un estado confederado bajo un régimen de gobierno común, pero manteniendo la soberanía de todos los territorios. La Unión de Repúblicas de la Patagonia, pacto conformado por Perú, Bolivia, Paraguay, Uruguay y Argentina, firmado en Lima en octubre de 2031 garantiza una nueva era para nuestras naciones y en especial para Santiago de Chile que, aprovechando las labores de reconstrucción, será rearmada como ciudad capital de la región. En el nuevo Palacio de la Moneda se ubica la sede legislativa de esta federación que 220 años después comienza a cumplir en verdad el llamado sueño bolivariano, esta vez sin tantas utopías. Santiago del Nuevo Extremo, como ahora es llamada nuestra ciudad, crece día a día como una metrópolis moderna, armada en su propia historia pero con un horizonte claro hacia un futuro que se ve esplendoroso.

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