Gabriele Benni,
el italiano radicado en Chile
que se hizo famoso
y generó gran simpatía
por su verba vertiginosa
con acento peninsular
salpicado de modismos
y garabatos chilenos
(el huevón en todas
las acepciones posibles,
por de pronto)
contó una vez
(es imposible transcribir
el relato con la chispa de Benni)
que recién llegado a Chile
le dijo a su mujer que iba al Banco
a cobrar un cheque y volvía
en quince o veinte minutos
para que desayunaran juntos.
El hecho es que cuando llegó
a la sucursal del Banco del Estado
había una serpenteante fila única
que llegaba a la calle.
Por alguna razón misteriosa
de nuestra idiosincracia bancaria,
era viernes era fin de mes
y la gerencia no contempló
más que una caja para atender público.
El hecho es que el asunto se alargó
(todo esto contado con mil anécdotas
y garabatos de Benni) hasta que por
fin después de un par de horas llegó a la caja.
Benni que no conocía el procedimiento
no había endosado el cheque,
por lo que la cajera le pidió
que hiciera una mosca.
Sin comprender
lo que se le pedía
tomó una boleta de depósito
y se puso a practicar
en su reverso el perfil
de un ejemplar de musca domestica.
Cuando ya se escuchaban
en voz alta las quejas
por la demora de Benni,
la cajera percatándose
del error del italiano
le dice que estampe su firma.
Al pasarle el cheque,
la cajera se lo devuelve
y le pide que ponga el RUT.
Benni no entiende nada
(creía que lo estaban confundiendo
con un travesti y le estaban
solicitando su 'nombre artístico').
Al final, Benni coloca
en el reverso del cheque
la identificación de su pasaporte.
Mientras se dispone
a concluir el trámite
la cajera le agrega:
Ah, póngale también su teléfono…
por si las moscas.
Benni se va de espalda el loro
como Condorito con cara de ¡Plop!
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