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Nada es lo que parece



por Alfredo Jocelyn-Holt -Diario La Tercera 21/07/2012 


JOHN LEWIS GADDIS, el experto en la historia de la Guerra Fría, dice sufrir cierta aflicción cada vez que inicia su curso sobre el tema. Resulta que desde hace algunos años -señala- casi ninguno de sus alumnos había nacido antes de la caída del Muro de Berlín. “Cuando hablo acerca de Stalin y Truman, incluso de Reagan y Gorbachov, podría lo mismo tratarse de Napoleón, César o Alejandro Magno”. Y, sin embargo, no deja de llamarle la atención que si ciertas decisiones en momentos claves, tiempo antes, hubiesen sido otras, quizás esos mismos alumnos no estarían ni siquiera vivos. Lo que es las generaciones de sus padres y abuelos, no sólo vivieron esos momentos; muchos de ellos debieron optar, en un sentido u otro (aunque también los hubo ambidiestros), conforme se dividía el mundo en dialéctica aquel entonces.

De ahí que volvamos permanentemente atrás. Por ejemplo, a la crisis de los misiles en Cuba (se van a cumplir 50 años), al golpe militar chileno (el próximo año, 40 años) o a esa atmósfera pesada, enrarecida, de los años 60 y 70, cuando la pugna hegemónica aún no se decidía, y al que nos devuelve, desde luego, ese género popular, el de espionaje, tanto novelístico como a través del cine y la TV.

A propósito, recién llegada Bachelet a La Moneda, escribí un artículo comentando su afición por las novelas de John Le Carré, en especial La gente de Smiley que, junto a El topo (Tinker tailor soldier spy, llevado al cine y actualmente en cartelera), retrata ese turbio mundo de la traición, los doble y triple agentes, desertores e infiltrados. El mundo de Karla (el jefe de los servicios secretos soviéticos), de Control y George Smiley (del MI6 británico). Por supuesto, el artículo, titulado “La Presidenta ¿viene del frío?”, no lo publicaron, y eso que me lo pidieron. Quedé, demás está decirlo, cachudo, con la bala más que pasada.

En El topo, Smiley le pregunta a Karla: “¿No será hora que reconozcas que hay tan poco valor a tu lado como el que hay en el mío?”, intentando que salte al otro lado del precipicio. También en Tinker tailor soldier spy, el topo que espía para los soviéticos explica que cuando estaba en Oxford era de derecha. Luego, durante la guerra, importaba poco en qué lado político se estaba con tal de pelear contra los alemanes. Pero, tras el episodio de Suez en 1956, cuando los norteamericanos, no obstante “aliados”, sabotearon los propósitos británicos, cualquier definición le comenzó a parecer un tanto trivial. Si el mundo había de prevalecer y decidirse en un sentido u otro (con Gran Bretaña fuera del juego), él, pensándolo mejor, de estar en algún lado, prefería optar por el bando oriental. “Un juicio estético más que nada. Parcialmente moral”, se autojustifica. A lo cual responde un Smiley flemático: “Por supuesto”.

En la versión-película, y a modo de cierre, un flashback nos transporta a una fiesta de oficina en la sede de MI6, en los años 70, al son de una relamida y pegajosa versión de La mer, de Julio Iglesias, cantada en francés en el Olympia de París, incluidos los familiares gorgoritos guturales a que nos tiene acostumbrados el ex portero del Real Madrid (vamos en casi medio siglo). Es que, desde ese entonces, para algunos, hey, “la vida sigue igual”.

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