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Cine: Mentes peligrosas




En apariencia, Un método peligroso parece lo menos Cronenberg que hay. Es una cinta de época, ambientada a inicios del siglo XX, en Suiza y Viena de antes de la guerra, aún sobrecargadas con el sopor de los ecos imperiales, donde se vive frente a lagos demasiados tranquilos, los judíos escuchan a Wagner y las señoritas todavía usan corsé. Pero aunque formalmente es engañosa y -quizá, un poco decepcionante- nadie más que David Cronenberg podría haber filmado una película sobre los orígenes del psicoanálisis.
El eje de su cine de seguro le habría interesado a Freud: las pulsiones sexuales, el deseo y los cuerpos como un contrapunto de las máquinas, de la ciencia y de una sociedad represora, como en esa incomprendida pero maravillosa obra maestra que es Crash.
En Un método peligroso la ambición de Cronenberg parece contenida, aunque no es menor, al intentar recrear la relación entre Freud (Viggo Mortensen) y Jung (Michael Fassbender), que acá es presentado como un discípulo del padre del psicoanálisis. En medio de ellos se cruza una figura más desconocida, Sabina Spielrein (Keira Knightley), paciente y amante de Jung que se convirtió en una de las primeras mujeres en aplicar el psicoanálisis, y que incluso introdujo este método en Rusia.
A diferencia de otras películas de Cronenberg, más que el estallido de los cuerpos (representado acá por el masoquismo de Sabina), el director canadiense parece más interesado en el choque de dos de las mentes más brillantes de ese período, en una variante de lo que hizo en Mortalmente parecidos. Así, la película se detiene en los detalles de esa primera reunión de Jung con Freud, y en las disputas intelectuales que finalmente los fueron separando. Es una apuesta difícil, pero con un Cronenberg sobrio, apto para principiantes.
“Un método peligroso”, de David Cronenberg.

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